El "no a la OTAN" se difumina en los partidos catalanes

Treinta y seis años después de que Catalunya rechazara formar parte de la Alianza Atlántica, solo la CUP reclama abiertamente la salida

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Imagen de la manifestación a la plaza Cataluña de Barcelona contra la guerra en Ucrania.

BarcelonaEl 12 de marzo de 1986 Catalunya dijo no a la OTAN. El 51% de los catalanes rechazaron la permanencia de España en la Alianza Atlántica en el referéndum no vinculando convocado por el gobierno de Felipe González, la misma opción que se impuso en el País Vasco, Navarra y las Islas Canarias. En el conjunto del Estado, el ganó con el 53,1% de los votos y el PSOE vio legitimado su cambio de discurso: del icónico "OTAN, de entrada no" a pedir el voto a favor una vez llegó a la Moncloa. Con el PSC alineado con esta tesis, tanto el PSUC como ERC hicieron campaña en contra. También CiU, que, a pesar de haber avalado el ingreso en 1981, aprovechó la ocasión para "desgastar" a los socialistas, recuerda Pere Ortega, historiador y presidente honorario del Centro Delàs de Estudios por la Paz. Treinta y seis años después, señala Ortega, aquella oposición mayoritaria se ha difuminado y ha dado paso a posicionamientos más "ambiguos" entre los partidos catalanes. Ya se evidenció con el debate sobre el ejército en una hipotética Catalunya independiente y ahora, también, con la invasión rusa en Ucrania: de las formaciones con representación parlamentaria, solo la CUP hace gala de la salida de la OTAN.

"Todas las intervenciones militares en las que ha participado o que ha promovido han sido negativas y lejos de resolver ningún conflicto los ha agravado", critica el diputado Carles Riera. "Es una institución que actúa como catalizador de la industria armamentística mafiosa", añade, y reivindica la sintonía de este discurso con el que "históricamente" ha mantenido el movimiento pacifista y antimilitarista en los Países Catalanes. "Paradójicamente, parece que nos hemos quedado solos", lamenta. En el flanco constitucionalista, todos los partidos apoyan la permanencia en la OTAN, mientras que JxCat defiende también el ingreso de un eventual estado catalán. Esquerra y los comunes, por el contrario, parten de una lógica pacifista y cuestionan el papel de la Alianza en los conflictos internacionales, pero ya no reclaman la salida con la misma beligerancia que en el pasado. Si bien fuentes republicanas dejan claro que el partido es "escéptico" con la OTAN, recalcan que su apuesta pasa por "un proyecto fuerte de Unión Europea que incluya, también, autonomía estratégica en cuestiones de seguridad y defiende". En una línea parecida se expresa Ernest Urtasun, eurodiputado de Catalunya en Comú: "Europa necesita una estructura de defensa propia que no esté subcontratada a los americanos. A medida que se vaya construyendo, podrá independizarse y sustituir a la OTAN".

Los dos partidos sostienen que este proceso gradual es coherente con el no a la OTAN que tanto republicanos como el PSUC defendieron hace más de tres décadas. Un relato que Ortega no comparte. "Desafortunadamente, se ha evolucionado hacia admitir que España esté dentro de la Alianza", apunta el analista del Centro Delàs, que considera que "la mayoría de los partidos se han ido adaptando a la realpolitik y al discurso del establishment para no distanciarse de la posición predominante en Europa". Toni Rodon, profesor de ciencias políticas en la UPF, señala en este sentido los "equilibrios" y "dobles discursos" que han llevado a los partidos de la izquierda catalana a "navegar en la contradicción" en temas como el envío de armas a Ucrania.

El viraje de la opinión pública

Más allá del factor de moderación inherente al hecho de que ERC y los comunes formen parte de los gobiernos catalán y español, Rodon también ve motivos contextuales: a diferencia de lo que pasaba en los 80, cuando la OTAN se identificaba con una posición "imperialista", ahora "es poco listo políticamente posicionarse en contra porque la gente te puede ver como un partido poco serio", afirma. En la manifestación contra la guerra del pasado miércoles en Plaça Cataluña había división entre partidarios y detractores de la Alianza Atlántica y, de hecho, algunas encuestas recientes apuntan que la opinión pública catalana ha virado respecto al referéndum del 86. Un sondeo del Real Instituto Elcano realizado el noviembre pasado apuntaba que un 77% de los catalanes –sin contar los votos en blanco– defenderían ahora la permanencia de España en la OTAN, respecto al 23% que la rechazarían –seis puntos por encima, eso sí, de la media estatal–. Y en el barómetro del GESOP de 2021 para la Societat d’Estudis Militars, el 51% de los encuestados eran partidarios de mantener una Catalunya independiente a la Alianza, a pesar de que había un 16,7% que no respondía.

Sea como sea, los partidos atlantistas cargan contra las ambigüedades en momentos como el actual y consideran que el debate OTAN sí-no es "anticuado", en palabras de Laura Ballarín, eurodiputada y secretaria de política europea e internacional del PSC. "No se corresponde a 2022", afirma, y añade que "la crisis en Ucrania evidencia la necesidad de estas alianzas". "Este debate es idealista", se suma Joan Maria Piqué, responsable de la sectorial de política internacional de JxCat. "Supone dar por hecho que el sistema que genera la OTAN te defenderá aunque no participes", resuelve, y pone de nuevo el ejemplo del ataque ruso en Ucrania, que no forma parte de la Alianza. "Nosotros obviamente que nos oponemos a la invasión rusa", replica Riera desde la CUP, pero considera "sorprendente" que el no a la guerra esté dando "un giro a favor del sí a la guerra de Europa y Estados Unidos contra Rusia". El debate, difuminado o no, continúa abierto.

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