Pedro Sánchez mira hacia los jóvenes, Cataluña y Valencia


BarcelonaAntes de las elecciones del 23-J todo el mundo en el PSOE tenía claro que si querían cerrar el pase a la derecha necesitaban que Sumar, el partido situado a su izquierda, se situara en torno a los 30-35 escaños porque ellos difícilmente superarían los 120. Finalmente, Sumar sacó 31 (cinco de ellos de Podemos y se han escindido) y el PSOE 121. La guerra entre Yolanda Díaz y Podemos ha dejado el espacio de Sumar en una fragilidad absoluta, por lo que ahora el PSOE se lanza a ocupar este espacio con propuestas como la de la empresa pública de vivienda. El sueño de los socialistas sería recuperar ese amplio espacio ideológico que le permitió a José Luis Rodríguez Zapatero, verdadera guía espiritual de este PSOE, pasar de los 125 escaños de Joaquín Almunia en el 2000 a sus 164 (que en el 2008 serían 169). Lo que está claro es que han perdido la confianza en Díaz, tanto, que ya no le van a permitir colgarse medallas con tanta facilidad como en el pasado: ahora es todo para Sánchez.
La otra gran novedad de este congreso del PSOE ha sido el peso de Catalunya, y en concreto del PSC. Los socialistas más espanyolistas viven en una especie de paradoja: por un lado, tienen claro que Salvador Illa es de los suyos (no como Maragall o incluso Montilla), pero por otro deben aceptar que para mantener el control de la Moncloa y la Generalitat necesitan abordar la infrafinanciación catalana. En otra época habría habido una trifulca notable al respecto, pero con el bombardeo constante de la derecha sobre el PSOE toca reagruparse y valorar todos los activos. Y Salvador Illa es uno de los más valiosos ahora mismo.
La prueba de los presupuestos
De alguna forma, Sánchez intuye que las generaciones progresistas más jóvenes también están más abiertas al federalismo, a una concepción más desacralizada de la identidad española, a la asunción de la plurinacionalidad, en definitiva. Siempre quedará la duda de si Sánchez avanza en esa dirección por convicción o porque no tiene más remedio, pero en el congreso también ha quedado claro que Valencia es un objetivo prioritario si los socialistas quieren mantener la Moncloa tras las próximas elecciones. No en vano Ximo Puig –uno de los varones que conspiraron contra Sánchez en el 2016, por cierto– fue uno de los más aplaudidos, al igual que Pilar Bernabé, la delegada del gobierno en Valencia que estuvo al pie del cañón en la trágica jornada del 29 de octubre.
Si Sánchez logra superar la prueba de los presupuestos (y lo tiene mejor que hace unos meses con la DANA), se abrirá por completo la batalla por la financiación singular catalana. Ésta será la prueba de fuego que marcará tanto la estabilidad del gobierno español como el futuro del PSC. Aquí la paradoja es para ERC, que necesita que la nueva financiación salga adelante para justificar sus alianzas con los socialistas pero que podría acabar reforzando la hegemonía del PSC si el nuevo sistema lleva la firma de la consejera Alícia Romero.
Lo que ha quedado claro en el congreso es que la última palabra la tendrá siempre Sánchez, y que su partido le seguirá allí donde él diga. Y ahora mismo el presidente español, que ya resistió el 23-J gracias al voto de mujeres y jubilados, necesita asegurar el voto de los jóvenes y los catalanes. Y si cabe sumar ahora también el de los valencianos.