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Entrevista

Daniel Campos: "Hay que regular qué delitos se pueden perseguir con infiltrados policiales"

Periodista y autor de 'Guerrilla Lavapiés'

Daniel Campos.
13/04/2025
3 min
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MadridDaniel Campos (Madrid, 43 años), periodista y entre 2020 y 2023 director de comunicación del ministerio del Interior, revela en Guerrilla Lavapiés (Península, 2025) la infiltración de un policía nacional (acabado de ingresar en el cuerpo) en el movimiento antiglobalización de Madrid, con epicentro en el céntrico barrio de Lavapiés. Son los principios de 2000 y destacan las dotes de liderazgo y dialéctica de un joven con coleta: Pablo Iglesias.

¿Por qué Alfonso/David [el policía infiltrado] decide contar su historia?

— Quería reivindicar de algún modo un trabajo que puede haber pasado desapercibido. Además es una especie de terapia para los policías que han tenido vivencias tan intensas.

¿Perjudica a la policía mostrarlo?

— La historia te va llevando a momentos y decisiones en las que creo que quedan claros los aciertos y errores de determinadas personas. La actuación de Alfonso/David, sin querer romantizarla, tiene mucha valentía en un mundo difícil, y también se evidencia que sus mandos y ámbitos del ministerio del Interior se aprovecharon de él.

¿Es habitual que un ministro o un secretario de estado conozcan a un infiltrado?

— En la cúpula de Interior llegan hechos muy concretos. Pero en ese caso era un movimiento [la antiglobalización] que preocupaba mucho.

El periodista Daniel Campos fotografiado en el barrio madrileño de Lavapiés.

¿Cuántos infiltrados puede haber ahora mismo?

— No tengo la cifra, pero sé que en Informació hay muchas herramientas para anticiparse a hechos violentos que puedan poner en riesgo a los ciudadanos. El infiltrado es una rara ancianos porque tiene un mayor coste de formación y entrenamiento y un riesgo para su integridad. Es más habitual el confidente, que es básicamente captar a alguien que ya está dentro de la organización que se quiere investigar, que evidentemente no es agente policial.

¿Cómo debería regularse la figura del infiltrado?

— Sería bueno determinar qué delitos pueden perseguirse con esta figura. Creo que existe un consenso social de que este trabajo puede ser más legítimo contra organizaciones terroristas que en otros colectivos donde el peligro latente no es tan obvio. También habría que regular los límites en la información, en derechos de terceros y dar una seguridad jurídica al propio agente.

¿Por qué no existen infiltrados en empresas o administraciones corruptas?

— Los casos que se han conocido recientemente, todos en un determinado espectro ideológico, nos crean un cierto sesgo porque no se conocen todos, ¿no? Te diría que la policía cuenta con información previa de grupúsculos de extrema derecha. Hay un libro también de un infiltrado en los Ultras Sur [los ultras del Real Madrid]. Además, judicialmente hemos conocido a confidentes en ámbitos de corrupción económica y política.

¿Vive Alfonso/David como una traición, años después, encontrarse con Iglesias como vicepresidente del gobierno español?

— Más que la rabia que llegue a donde haya llegado, es verle en actos con la Policía Nacional y recordar todas las cosas que había dicho sobre el cuerpo, todo lo que había urdido para combatirlo. Es más un rechazo gremial y corporativo.

¿Interpreta la Policía Nacional como un fracaso o como un éxito que acabara acatando el sistema?

— La Policía Nacional quería controlar un movimiento y al que llegara una de esas personas 25 años después es irrelevante. Pero es curioso pensar que puede ser un éxito que una persona detectada en un ámbito antisistema se convierta en vicepresidente del sistema. De hecho, muchas de las reivindicaciones del movimiento antiglobalización se han oficializado y forman parte de la Agenda 2030.

En el libro se confirma cómo a veces los infiltrados inician los disturbios contra la policía.

— Puedo remitirme al caso del libro. La formación de David es muy superficial. Es muy autodidacta y va abriendo puertas de forma intuitiva: en un momento dado es verdad que para ganarse la confianza del grupo, viendo que habrá hostias, se lanza el primero. Pero no es un método que haya aprendido en la academia.

Se reproducen conversaciones con mandos y se perciben críticas a los movimientos de protesta. ¿Pesa, la ideología, en la forma de actuar?

— Es un prejuicio pensar que la policía tiene un sesgo u otro. En aquella época los mandos tenían un pasado reciente que algunos quizás no habían superado del todo. Pero la Policía Nacional ha evolucionado mucho y es necesario romper con ciertos prejuicios.

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