BarcelonaCarles Puigdemont sabe desde la noche del 23-J que tiene la sartén por el mango. Y a partir de ahí se le abrían dos escenarios: jugar la partida de la investidura española o no jugarla. Este segundo escenario significaba adoptar una postura de no negociación, es decir, presentar unas demandas, en este caso la amnistía y la autodeterminación, y decir: esto es lo que hay, allá vosotros. Sus tuits pidiendo "paciencia, perseverancia y perspectiva", sin embargo, indican que no estamos en este escenario sino que ha decidido jugar la partida, con todo lo que esto conlleva.
Esto no prefigura en modo alguno el resultado final, pero sí representa una cierta novedad: Junts es un actor político que ha decidido hacer política también en Madrid. Y por eso actúa tácticamente, como todo el mundo, buscando el máximo rendimiento con el mínimo desgaste. En este caso Junts busca que la votación del Congreso no pueda leerse como un adelanto de lo que hará con la investidura, sino que busca desvincular una cosa de la otra. Es por este motivo que esperarán al último momento para hacer su movimiento. La decisión sobre la mesa del Congreso se tomará después de que todo el mundo ya se haya mojado, empezando por ERC (que ya ha subido el precio para no quedar descolocada) y siguiendo por la diputada canaria, que puede facilitar las cosas a Junts para que solo tenga que abstenerse. La votación, en todo caso, será de infarto, porque puede ir de un solo voto si Junts quiere evitar el apoyo explícito al candidato socialista a presidir la cámara.
En todo caso, si al final es la derecha quien consigue el control del Congreso, es muy probable que el PSOE ya no quiera seguir jugando la partida y prefiera ir ya a una repetición electoral, porque si gobernar con todos los apoyos que necesita ya se prevé difícil, con la mesa de la cámara en contra se adivina imposible. Por tanto, el jueves tenemos dos escenarios: o un game over anticipado o bien un "Continuará".