La semana del efecto Illa y el TSJC

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L'encara ministro de Sanidad  y candidato del PSC, Salvador Illa, en Barcelona

BarcelonaEl jueves por la noche empezará la campaña electoral más extraña de la historia catalana reciente. Para empezar, no se sabe ni si se celebrarán las elecciones al cabo de quince días. No habrá actos masivos ni los típicos mítines. Los candidatos llamarán a votar, pero las autoridades sanitarias nos dirán que nos tenemos que quedar en casa. Y la gran pregunta: ¿cómo afectará toda esta incertidumbre al resultado electoral?

El TSJC quizás no es consciente de ello, pero ha facilitado el relato que necesitaban los independentistas para llamar a los suyos a las urnas. Ahora ya no es cuestión de fijar la nueva estrategia hacia el estado propio o dilucidar los nuevos liderazgos, sino de responder a una maniobra del deep state con una movilización masiva que deje a Salvador Illa con un palmo de narices. A diferencia del 21-D, en el que también hubo una elevada participación independentista, esta vez no se prevé una respuesta similar del unionismo porque no hay percepción de peligro de secesión inmediata. En cambio, Illa se ve obligado a ir a las urnas en plena tercera oleada y con el proceso de vacunación en entredicho por la falta de dosis. ¿De verdad fue tan buena idea animar los recursos contra el aplazamiento?

¿Dónde queda, entonces, el efecto Illa? La encuesta del CIS hecha pública el jueves tiene tantas incongruencias que es un elemento más que se suma a la idea de conjura contra el independentismo. ¿Es creíble que el voto independentista, que todas las encuestas sitúan entre el 46% y el 52%, no supere el 40% en el estudio? ¿Es posible que la subida del PSC vaya acompañada, en paralelo, de un buen resultado de los comunes cuando hay una franja de voto en disputa? En cambio, que Illa sea el presidente preferido cuadra con la idea de la concentración de voto unionista en el PSC, mientras el independentismo se debate entro en Aragonès y Borràs.

Los juristas de la Generalitat no anticiparon la aplicación de cautelares por parte del TSJC, cosa que dice muy poco en su favor con los precedentes existentes de los tribunales españoles. “La viabilidad de que la impugnación o medida cautelar [contra el aplazamiento] prosperara sería muy reducida”, afirmaban los servicios jurídicos en uno de sus informes. Esto me lleva a cuestionarme si la Generalitat está lo suficientemente bien equipada de abogados y hombres de leyes, visto que desde ya hace demasiados años muchas de las batallas políticas cruciales se deciden en los tribunales. Precisamente esta semana el letrado mayor del Parlament, Joan Ridao, ha publicado un extenso volumen titulado Lleis polítiques de Catalunya. Comentaris (Editorial Marcial Pons), donde se hace eso que los clásicos llamaban exegésis. Ridao recopila las principales leyes de carácter político que nos afectan, desde la Constitución hasta el Estatut, pasando por la ley de función pública, y añade comentarios críticos para ayudar a entender su funcionamiento a un público más o menos especializado. La trayectoria de Ridao, de político a jurista, es insólita. Pero también es muy indicativa de los nuevos tiempos.

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