Cinco ciudades que cambian el asfalto por el verde para protegerse de la crisis climática
Las estrategias van desde cambiar aparcamientos en superficie por zonas peatonales y bicis hasta restaurar manglares
BarcelonaCinco de cada diez personas en el mundo viven en una ciudad, una cifra que en 2050 se prevé que aún aumente un 20%. Esto supone un desafío importante, porque las urbes son responsables de cerca del 70% de las emisiones mundiales de los gases de efecto invernadero y, a la vez, son las áreas más vulnerables a efectos de la crisis climática –como las lluvias torrenciales o el aumento de las temperaturas– y el impacto en la salud de sus habitantes. Por eso muchas ya están tomando medidas para adaptarse, ser más resilientes y mejorar el bienestar de los ciudadanos.
Las estrategias son bien distintas, desde algunos municipios en China que han abierto refugios subterráneos para su población, como Chongqing, hasta Florida o Panamá, que optan por recuperar y restaurar manglares para evitar que el oleaje impacte sobre las poblaciones de la costa y las haga desaparecer. Pero una de las acciones más efectivas y repetidas por todo el globo es sacar asfalto de los entornos urbanos para crear espacios verdes. La Organización Mundial de la Salud (OMS) establece que al menos cada ciudadano debería tener 9 m² de zona verde, aunque apunta a que el ideal son 50 m² per cápita, que debería ser el objetivo final.
Los estudios científicos han asociado el hecho de disfrutar de espacios verdes naturalizados, como parques, o simplemente tener árboles cerca a una mejor salud, más bienestar y mayor calidad de vida. Los espacios de naturaleza también ayudan a bajar la temperatura, lo que es crucial frente a las olas de calor, y también absorben contaminación y permiten una mejor gestión de las lluvias torrenciales, evitando inundaciones en áreas urbanas.
En el ARA hemos seleccionado cinco ejemplos de ciudades que se están reverdiendo para hacer frente mejor a la crisis climática.
Medellín
En 2016, la segunda mayor población de Colombia alcanzó niveles insalubres de contaminación del aire –triplicaban los niveles de partículas PM 2,5, considerados seguros por la OMS–, que se sumaban a los efectos de las olas de calor que sufrían. Por eso, ese año pusieron en marcha un programa de corredores verdes que conectan carreteras, también verdes, jardines verticales, arroyos, parques y colinas. Empezaron sacando carriles de tráfico en vías tan emblemáticas como la avenida Orient, una macroarteria que atraviesa la ciudad, arrancando su asfalto y reemplazandolo por árboles –sobre todo frutales, como el mango, con gran capacidad para absorber CO₂–, arbustos y flores. Con esta medida, además del beneficio sobre la salud mental de los ciudadanos por estar rodeados de más verde, han llenado la ciudad de sombras, lo que ha permitido reducir su temperatura media entre 2 y 3 grados; han mejorado la calidad del aire gracias a haber reducido el tráfico privado, y han visto como en estas áreas renaturalizadas se fomentaba la biodiversidad. También han cambiado los buses de diésel que recorren la ciudad por otros eléctricos.
Singapur
Esta ciudad-estado del sudeste asiático tiene muy poco suelo y tiene la tercera densidad de población más elevada del mundo. Sin embargo, ha conseguido mantener grandes espacios verdes. Por ejemplo, han desarrollado un sistema de carreteras llamadas nature ways (caminos de naturaleza), bordeadas por una gran variedad de árboles, plantas y arbustos, que imitan la estructura de las selvas tropicales. Así, reducen la temperatura y la contaminación del aire. Además, la cubierta vegetal proporciona sombras y espacios para la biodiversidad. Otra de las singularidades de esta ciudad es que apuestan por los jardines verticales en fachadas y azoteas, que actúan como barrera natural contra el calor y reducen la demanda energética; es el caso de la torre CapitaSpring, uno de los rascacielos más altos de Singapur.
Ruanda
En este país africano los humedales tienen un papel primordial para la resiliencia climática y el mantenimiento de la biodiversidad. La rápida urbanización de los últimos años supone una amenaza para estos ecosistemas, cuyo tamaño se ha visto reducido. En la capital ruandesa, Kigali, se ha puesto en marcha un proyecto para sacar cemento y restaurar zonas de humedal. Éstos funcionan, además, como filtros naturales para el agua de la lluvia, que también almacenan. Además, estos espacios proporcionan áreas renaturalizadas para los ciudadanos, con el consiguiente beneficio para su bienestar.
París
Seguramente es una de las ciudades europeas más paradigmáticas en su adaptación climática. Ante las previsiones de alcanzar picos de 50 grados durante las oleadas de calor, desde hace años la alcaldesa Anne Hidalgo está impulsando medidas para preparar mejor la metrópoli para hacer frente a ese escenario. Para empezar, hasta el 2040 prevé arrancar un 40% del asfalto y cambiarlo por árboles –quiere plantar más de 170.000– y crear unas 300 nuevas hectáreas de espacios verdes, a imagen y semejanza de Londres. En segundo lugar, está apostando por eliminar la mitad de las plazas de aparcamiento en superficie para potenciar las subterráneas y destinar el espacio que quede libre a personas con movilidad reducida, comerciantes y, sobre todo, a crear calles peatonales, con carriles bici y extensas zonas verdes, con bancos para sentarse y fuentes. También están eliminando el tráfico rodado en torno a las escuelas y adaptando los emblemáticos edificios parisinos, con tejado de zinc, para aislarlos mejor: los están pintando de colores claros y haciendo cubiertas vegetales para reducir entre 3 y 6 grados la temperatura.
Desmirra
La ciudad turca, la tercera mayor del país, sufre inundaciones recurrentes debido al aumento del nivel del mar y, paradójicamente, también está amenazada por la escasez de agua. Para intentar resolver esta situación, en 2022 adoptaron una estrategia de ciudad esponja: mediante técnicas de infraestructuras verdes –como jardines de lluvia y estanques de retención de agua, entre otros– gestionan la lluvia que cae en zonas urbanas, la recogen, almacenan y filtran, lo que permite tener depósitos de agua y también evitar inundaciones. Además, se contribuye a la conservación del entorno natural, se incrementa la biodiversidad y se reduce el efecto isla de calor.