El hospital Vall d'Hebron atiende una veintena de casos de violencia contra menores al mes

El centro ha creado una unidad especializada en estas agresiones, a menudo invisibilizadas

Las profesionales del equipo EMMA del Valle de Hebrón.
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Santa Coloma de Gramenet"La sensación es que nos están llegando muchos casos de violencia contra menores. La semana pasada detectamos cinco, bastante graves y complejos, tres de los cuales los derivaron las escuelas después de ver moratones y cambios en el estado de ánimo", explica Anna Fàbregas, del servicio de pediatría del Hospital Vall d'Hebron y coordinadora del equipo EMMA, la Unidad de Atención a las Violencias contra la Infancia y la Adolescencia, un servicio de referencia en la ciudad de Barcelona.

Las agresiones físicas, psicológicas, sexuales y, sobre todo, por negligencia contra los menores de edad a menudo se invisibilitzen. Pero existen. "Escuchamos historias muy duras", admite la doctora Fàbregas. Sólo en el Vall d'Hebron se detectan una veintena de casos al mes, algunos de ellos de gravedad y que requieren hospitalizaciones y retiradas de custodia. No obstante, hay que decir que en los cuatro meses que lleva en funcionamiento el EMMA, formado por pediatras, psiquiatras y trabajadores sociales, ya se han detectado 134 casos de maltrato infantil.

Cómo pasa con todos los tipos de violencia en el entorno familiar, los casos se infradetectan y la mayoría de las víctimas viven con el sufrimiento sin verbalizarlo o pedir ayuda. Son agresiones ocultadas, y la pandemia ha agravado este encubrimiento. El año pasado se notificaron a las autoridades 1.850 casos menos de menores afectados por la violencia respecto al 2019, según datos del departamento de Trabajo, Asuntos Sociales y Familias, pero las cifras se alejan de la realidad.

"Ha habido un descenso del 40% en las notificaciones al sistema de protección de la infancia entre febrero y el abril debido al confinamiento domiciliario, pero estamos seguras de que ha habido más violencia. De hecho, desde el verano nos llegan muchos de estos casos que quedaron escondidos por la pandemia", explica Fàbregas.

El confinamiento frenó la llegada de las víctimas menores de edad a los servicios de urgencias, pero esto no quiere decir que la violencia desapareciera. Según una encuesta de la ONG infantil Save the Children, el 31% de los padres y madres vivieron situaciones de tensión o conflicto con los hijos durante el confinamiento. Uno de cada cuatro reconoció haber perdido los nervios y haber gritado o insultado al menor, pero un 12,5% de los progenitores admitieron haber pegado su hijo en aquel periodo, de marzo a junio.

"La situación es muy grave y también la OMS lo alertó: los niños vivieron meses encerrados en casa con sus presuntos agresores, muchos de los cuales sufrían estrés económico añadido debido al virus que agravaba la situación de violencia. El menor estuvo sin los factores de protección social que permiten detectar las agresiones o pedir ayuda, como las escuelas, las actividades de ocio o las extraescolares", lamenta Fàbregas.

Cuatro tipos de violencia

La violencia contra los niños es un puzzle: una agresión física no es aislada, a menudo viene acompañada por otras violencias. La negligencia es el tipo más frecuente y hay de diferentes niveles: desde la mala alimentación o la dejadez en la higiene (no se cambian los pañales o no se bañan) hasta las intoxicaciones (ingesta de medicamentos o productos que no se pueden dejar al alcance de los niños), pasando por la negativa a llevarlos a las revisiones pediátricas.

Un tercio de los menores sufre violencia emocional o psicológica, como insultos, vejaciones o aislamientos, cosa que los hace sentir no queridos por la familia. Uno de cada diez niños es víctima de abusos físicos, que pueden ir desde golpes intencionados hasta palizas, pasando por quemaduras con cigarros o por el zarandeo, que es el maltrato más frecuente en bebés.

Uno de cada cinco menores atendidos lo son por violencia sexual, unos abusos o agresiones especialmente críticos porque los menores pueden presentar secuelas en la salud mental a lo largo de su vida. De hecho, hay muchos casos de violencia intergeneracional. El equipo EMMA ha integrado una ginecóloga especialista en infancia y adolescencia para la evaluación médica y el seguimiento en los casos que así sea necesario, y a menudo no sólo se abordan los problemas de los niños, sino también los de los progenitores. Muchos también vivieron violencia de niños. "Hay que romper los ciclos violentos de una familia", dice Fàbregas, que recuerda que más del 80% de los casos de violencia sexual los cometen familiares próximos de las víctimas.

Detección y tratamiento psicológico

La creación de equipos como EMMA ayuda a la sensibilización, detección y abordaje multidisciplinario de estas situaciones tan complejas, en las cuales las víctimas son menores de edad. La intención, ha apuntado Fàbregas, es reproducir el modelo de las Casas de los Niños (Barnahus en islandés), que evita que el menor tenga que revivir el abuso sexual a través de múltiples declaraciones y, a la vez, ofrece un entorno amigable y respetuoso con sus necesidades. En las Barnahus, creadas el 1998 en Reikiavik, cuando los expedientes llegan a juicio se hace una entrevista forense con el niño afectado por circuito cerrado de televisión ante un representante del ámbito judicial, cosa que garantiza que la prueba resulte válida para el juicio sin la necesidad de repetir la declaración. En Cataluña ya hay la primera casa de niños para atender los abusos sexuales infantiles y para evitar la revictimització: se inauguró el septiembre del 2019 en Tarragona.

En abril del 2019, Salud actualizó el protocolo de actuación de maltratos a la infancia y la adolescencia en el ámbito de la salud, coincidiendo con la proliferación de varios casos de violencia contra bebés y niños, como el de un bebé de dos meses de Pineda de Mar, si bien la consejería desvinculó la revisión.

El documento amplía el papel de los profesionales de atención primaria y comunitaria en la detección y prevé la creación progresiva de equipos de referencia en abusos sexuales y maltrato grave, distribuidos por el territorio y encargados de hacer el diagnóstico sanitario y el tratamiento inicial.

El equipo EMMA se enmarca en este proyecto y se suma a los dos equipos ya existentes en Catalunya: la Unidad Funcional de Abusos a Menores (UFAM) del Hospital San Juan de Dios (Área Metropolitana Sur y Vallès) y la Unidad de Pediatría Social del Hermanos Trias y Pujol (Àrea Metropolitana Nord). La intención del Gobierno es desplegar equipos como estos en todo Cataluña.

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