Alerta por los incendios

"Ahora todos lloran por el fuego, pero después se olvidarán"

El incendio de Vall d'Ebo, que sigue descontrolado, ha obligado a evacuar a más de 1.500 vecinos y ya ha calcinado más de 11.000 hectáreas

Toni y Adrià observan como el fuego se acerca, de nuevo, en Pego.

Pego"Lo peor es no saber cómo estarán nuestras casas y nuestros bancales. Convivir con la incertidumbre de desconocer qué nos encontraremos al volver al pueblo. Es una desazón que no es fácil de entender si no se sufre". Así describe Mari Carmen el desasosiego que comparte con Vicenta y Arantxa. Las tres son vecinas de Benirrama, una de las numerosas aldeas desalojadas debido al enorme incendio de Vall d'Ebo, el más importante que ha sufrido el País Valenciano en la última década, y que ya ha calcinado más de 11.000 hectáreas.

Mientras del cielo amarillento cae una ceniza que va depositándose en todos los rincones y los ciudadanos andan con los ojos medio cerrados por el humo, las tres conversan en el Espai Veïnal, un edificio municipal de la población de Pego, en el corazón de la comarca de la Marina Alta, ahora transformado en un albergue improvisado. Les inquieta haber dejado atrás su casa y se quejan de la rigidez de las órdenes de evacuación que han afectado a 1.500 personas –la mayoría se encuentran en domicilios familiares o primeras residencias–. "En el pasado ya hemos sufrido incendios, pero nunca nos habían ordenado dejar el pueblo", protestan. Ellas han sido acogidas por familiares, pero acuden al Espai Veïnal "para no estorbar demasiado" y para charlar, es decir, para compartir esta angustia que las une.

La más conciliadora es Arantxa. Destaca que los ciudadanos de Pego están siendo "muy generosos". Ya han acogido a 40 personas evacuadas y hay 80 plazas más disponibles por si hicieran falta. "No es fácil abrir la casa a un desconocido", enfatiza. Lo destaca mientras discretamente mira a Laura, una de las vecinas que, junto con su compañero, Tomás, acoge a ciudadanos desalojados, en concreto, a un matrimonio inglés de la aldea de Benissivà. "Yo solo ofrezco aquello que esperaría recibir si algún día me tocara dejar mi casa por un incendio", aduce.

Mari Carmen, Vicenta y Arantxa en el Espai Veïnal de Pego.

Tomás y Laura se afanan en colaborar en todo. Cogen el teléfono para anotar nuevos ofrecimientos de viviendas, reparten el agua limón que han traído las heladerías de la población, atienden a los periodistas... En resumen, no paran ni un momento. "La gente a menudo parecemos egoístas, pero no lo somos tanto", dice Tomás, un vecino de la localidad murciana de Águilas, ahora residente en Pego. Tampoco se para un segundo Pilar Hernández, voluntaria de la Cruz Roja, que no se puede separar del teléfono. Ahora le avisan que desalojarán la partida de La Verdala. Llegarán entre 80 y 100 vecinos más que habrá que atender. Pilar nos mira y respira hondo. Necesitará paciencia. Ha venido de Ibi, una población a 65 kilómetros, y el día se hace largo. Muy largo.

Para Vicente, un antiguo pastor de 75 años y una de las 17 personas que duermen en el Espai Veïnal, la consigna es clara: resistir y no quejarse. Defiende que las camas son "cómodas", que hay aire acondicionado y que no se pueden lamentar. "Nos atienden bien", sentencia la conversación en una muestra de la frugalidad más rural.

Tomás a las puertas del Espai Veïnal de Pego.

La preocupación Adrià y Toni es el futuro, y no se muestran demasiado esperanzados. "La montaña se recuperará, pero el fuego también volverá", pronostica el primero. Sus palabras quizás parecen responder a un fatalismo exagerado, pero son las que mejor reflejan el sentimiento que se respira en Pego, la puerta de los valles de Gallinera, Ebo o Alcalá, algunas de las más queridos del País Valenciano y también de los más castigados por las llamas. En sus 22 años, Adrià ya ha contemplado cómo gran parte de la sierra de su pueblo, Adsubia, se ha calcinado dos veces. También lo ha hecho Toni en sus 25 años vividos en Pego. Los dos se han acercado a la partida del Calvario –quizás el nombre es profético– a confirmar que el fuego se acerca. No son muy originales. En solo media hora han pasado de ser los únicos a una veintena. Hay nervios, indignación, pero también resignación.

"Nos sentimos impotentes, porque esto es lo más bonito que tenemos. Lo único que tenemos junto con el marjal y lo estamos a punto de perder", dice Toni. "Ahora todos lloran por el fuego, pero después se olvidarán. Ya pasó en 2015. Al inicio se organizaron marchas para repoblar la montaña, pero con el tiempo se olvidaron. Esas actividades se tendrían que organizar cada año para concienciar a la ciudadanía", completa Adrià.

Como en todos los incendios, se repiten las críticas a la administración por la falta de medidas que eviten la propagación de las llamas, un discurso que se construye con un concepto clave: la necesaria "limpieza de la montaña". Lo invocan Ramón y María, que desde el sábado ya han sufrido dos evacuaciones –el domingo por la noche y este martes– del chalé donde residen. Esta noche dormirán en la casa del pueblo. Esto les tranquiliza. También ayudan a alimentar su esperanza los cuatro helicópteros que no paran de echar agua sobre las llamas. Ella reconoce sentirse "congojada" por la repetición cíclica de los incendios. Él presume de "no tener miedo". "Si no fuera así, no viviría donde vivo", concluye.

El incendio de Vall de Ebo continúa sin control después de cuatro días y de haber calcinado más de 10.000 hectáreas.

Más de una decena de heridos en un tren por miedo al fuego de Bejís

El drama del incendio de Vall d'Ebo se repite en el norte del País Valenciano. En Bejís (Alto Palancia) el fuego ha obligado a evacuar a los vecinos del municipio, así como a los de Torás y Teresa. También a confinar los de Viver. Además, las llamas han calcinado ya cerca de 700 hectáreas y han causado el accidente de un tren que hacía el trayecto entre Valencia y Zaragoza. En total, han resultado heridos graves tres viajeros y leves entre ocho y diez, después de que hayan salido de los vagones cuando el convoy se ha parado para volver atrás ante la proximidad del fuego.

Además, esta madrugada de miércoles, un nuevo municipio, Sacañet, ha tenido que ser evacuado por indicación de la Generalitat Valenciana, mientras que durante las tareas de extinción un bombero del cuerpo de bomberos de Aragón ha resultado herido.

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