Infancia

Uno de cada cuatro jóvenes extutelados estudia y trabaja a la vez

En una década se dobla el número de chicos que compaginan ambas actividades

Youssef Benkhay de cara a la Sagrada Família.
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BarcelonaSentado en un banco frente a la Sagrada Familia de Barcelona, ​​Youssef Benkhay explica su biografía desde que salió con 16 años de Aitaddou Zaguura hasta que ahora, con 24, está a punto de terminar un grado medio de formación profesional de instalación de electricidad, gas y agua y trabaja en la empresa de inserción de la Fundación. "Aprender el idioma, volver a estudiar, encontrarme en un lugar tan diferente a mi pueblo de 20 casas en el Sáhara, estar lejos de casa", detalla el joven cuando se le pide por las dificultades que ha tenido que pasar por poder, por fin, tener un futuro más o menos encauzado.

La de Benkhay es la historia de más del 90% de jóvenes extutelados por la Generalitat (nacionales y extranjeros sólo como él) que, a menudo sin red familiar, estudian y trabajan o compaginan ambas actividades. Una encuesta de FEPA, la federación de entidades para la emancipación juvenil, rompe con el estereotipo y subraya que se ha duplicado el grueso de este grupo, los sí-sí, pasando del 10,9% en el 2014 al 23,1% del 2024. Para el presidente de FEPA, Jordi Sàlvia, los datos demuestran que los jóvenes extutelados (sin distinguir su origen) "aprovechan las oportunidades cuando tienen apoyo" para poder prosperar socialmente.

De pequeño Benkhay ya tenía en mente la idea de seguir los pasos de hermanos y primos que habían dado el salto a Europa porque en Marruecos "hay menos oportunidades". El pequeño de once hermanos, convenció a la madre de que le dejara marchar y, acompañado del padre, subió a un autocar en dirección norte, hacia la costa. Era la primera vez que salía de su pueblo, donde ayudaba a cuidar al rebaño familiar de cabras después de abandonar el equivalente del cuarto de ESO. Después de un mes en Tánger esperando la ventana de buen tiempo, zarpó en una pequeña patera con otros cuatro tripulantes y, cuando fue la hora, dice que le invadió un doble sentimiento de "miedo e ilusión" por hacerse en el mar. "Quienes han emigrado siempre cuentan cosas buenas, que si es fácil trabajar o estudiar, que si pueden comprar cosas... Y eso todavía te hace tener más ganas de venir", relata en un perfecto catalán aprendido en la escuela de Sabadell, aunque lamenta que a menudo la gente se le dirige en castellano.

De Algeciras le enviaron hacia Barcelona, ​​donde tras realizarle las pruebas de edad para confirmar que era menor, la Generalitat tomó la tutela y entró en el sistema de protección. Durante dos años estuvo en varios centros, donde dice que existe "una convivencia dura" por las difíciles trayectorias de los chicos que se reúnen. Hasta que pasó a un piso tutelado con otros tres chicos dentro del programa de la Generalitat de ayuda a la emancipación hasta los 23 años para los que siguen un plan individual de estudiar o trabajar y mantienen un buen comportamiento, indica Sàlvia.

Fragilidad económica

Estos primeros años de juventud no han sido fáciles, dice el joven, que se ha planteado en alguna ocasión volver a casa. Salvia indica que juega un papel importante el apoyo y acompañamiento que reciben estos chicos, que deben apresurarse a "desarrollar las actitudes que deben permitirles sostenerse". Sin olvidar tampoco la "propia determinación y aspiraciones" de cada extutelado, añade el responsable, quien destaca la gran fragilidad económica de este colectivo, puesto que sin ninguna ayuda ni red familiar deben generar ingresos para cubrir la formación, el alquiler y las necesidades básicas.

En el caso de Benkhay, la idea de que le mueve es "tener un futuro mejor" que lo que hubiera tenido si se hubiera quedado en su pueblo. De momento, confiesa sentirse satisfecho, aunque por el camino se topó con la burocracia del ya reformado reglamento de extranjería que le impedía poder renovar el permiso de residencia sin oferta laboral de un año a jornada completa. La pequeña empresa de fontanería donde había realizado las prácticas no podía hacerle un contrato con estas características, pero por suerte sí Eveho le ofreció un trabajo. Entre el trabajo y los estudios debe encontrar tiempo para la reforma del piso que comparte con su primo (también un menor no acompañado). "El propietario nos lo ha dejado más barato a cambio de que nos hagamos cargo", dice.

La encuesta de FEPA indica que el 21% de los extutelados trabaja de forma exclusiva, el 46% estudia y sólo el 9,9% es ni-ni. Para Salvia, el sistema de protección de menores falla a los jóvenes al dar soluciones uniformes, sin tener en cuenta la diversidad. La encuesta apuesta por alargar el tiempo de la prestación y diversificar los recursos y servicios destinados a facilitarles la emancipación.

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