Ola de calor

Objetivo: sobrevivir a la ola de calor en el horno de Cataluña

Los campesinos de Lleida organizan jornadas intensivas para evitar las horas más tórridas y la gente llena piscinas y organiza tertulias en la calle

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Una mujer haciendo una foto en un termómetro en Lleida

LleidaCataluña afronta la semana más calurosa de este año. Un frente cálido ha enfilado las temperaturas, que llegan a su pico hoy miércoles y se alargarán hasta el jueves. Y entre tanto calor, destacan las comarcas del Pla de Lleida, el auténtico horno de Catalunya, donde durante estos días se superan con creces los 40 grados. El Urgell, el Pla d'Urgell, las Garrigues, la Noguera, el Segrià e, incluso, el Alt Urgell y los dos Pallars, están en situación de peligro, según el Servei Meteorològic de Catalunya, por unos valores excesivamente altos, incluyendo las noches.

Esta ola de calor coincide cada año con una campaña agrícola de la fruta que arrancó hace semanas con la fruta de hueso y que ahora mismo está cosechando peras y, próximamente, manzanas. Es una situación que se repite anualmente, pero cada vez con unas temperaturas más elevadas. "Ya estamos acostumbrados", comenta Sergi Balué, un campesino de los Alamús y jefe del sector de la fruta dulce del sindicato JARC.

Una mujer protegiéndose del sol y el calor en la calle

El hecho es que precisamente una de las causas de la falta de mano de obra en el campo leridano, según las organizaciones agrarias, son las duras condiciones con las que trabajan los campesinos. Y el calor es una de sus protagonistas. “Calor hace cada año, pero cada vez cuesta más encontrar temporeros”, reconoce Jaume Pedrós, responsable laboral de Unió de Pagesos.

El sector cada vez debe ir más lejos a buscar mano de obra. La mayoría de los contratados son ahora extranjeros y, afortunadamente, más acostumbrados a los calores. “Los que vienen del norte de África dicen que esto no es calor en comparación con sus países de origen”, comenta Balué.

Muchos empresarios arrancan estos días la jornada laboral una hora antes (a las seis de la mañana) para terminar a primera hora de la tarde. “A media mañana tenemos que rellenar las botellas de agua para que nos hidratemos mucho más a menudo”, explican los campesinos.

Precisamente en medio de esta tórrida ola de calor, la Universidad de Lleida está monitorizando algunos temporeros para medir su estrés por el calor y la deshidratación. La última fase de este proyecto, llamado HidroPonent, la están ejecutando ahora mismo en una finca de Térmens y equipan a los trabajadores con unos dispositivos en la muñeca para detectar la pérdida de líquidos y electrolitos a través del sudor. "Nosotros somos los primeros interesados ​​en que los temporeros estén en las mejores condiciones posibles para que trabajen con eficiencia", reivindica Jaume Gardeñes, el empresario agrícola que participa en este estudio universitario.

Los trabajos en el exterior son los más perjudicados por estos golpes de calor del verano. Y algunos trabajadores lamentan que en muchos casos no se cumpla la ley de salud laboral. El año pasado, el gobierno español aprobó un real decreto que obliga a los empresarios a tomar medidas de protección, incluyendo la prohibición de desarrollar determinadas tareas durante las horas del día en las que concurran fenómenos meteorológicos adversos. "Esta medida nunca se aplica y siempre acabamos trabajando igual bajo el sol en el momento de máximo calor", asegura un trabajador de la construcción de Arbeca, que prefiere mantenerse en el anonimato para evitar represalias. "No sabemos dónde denunciarlo", concluye.

Aparte de los trabajos más duros, los leridanos por lo general tratan de sobrevivir dentro de este horno con todos los recursos que tienen. Aunque la demanda no es tan alta como años anteriores, la venta de ventiladores y aires acondicionados ha vuelto a aumentar en estos últimos días.

La gente se cierra en casa durante el día, pero sale a la calle por las noches. Y aquí entra en juego una de las actividades más ancestrales de los pueblos de Ponent: las tertulias en la puerta de casa. Se trata de una costumbre que con el paso de las décadas se ha ido perdiendo, pero todavía se encuentra una en cada municipio como mínimo. En Maials, los habitantes de la Vila Closa (en el casco antiguo) se benefician de la inversión térmica de la que disfruta la parte más alta del pueblo. “Incluso vecinos de abajo de Maials suben a sentarse aquí con nosotros para charlar y disfrutar de la garbinada”, explica Olga Parés, una de las tertulianas más fieles del barrio. "Yo tengo el aire acondicionado estropeado, saco las sillas a la calle y espero que vengan los vecinos para pasar un rato hasta la hora de ir a dormir", explica Josep Solsona, de Cal Peixets de les Borges Blanques. A veces, sobre todo las noches de más calor, frente a su casa se juntan hasta quince personas.

La piscina municipal de Les Borges Blanques

Últimas medidas municipales

Los ayuntamientos de Lleida cada vez inventan más medidas para ayudar en esta labor de supervivencia popular. Muchos incrementan el horario de las piscinas, a Les Borges Blanques dan acceso gratuito a los colectivos más vulnerables (niños, ancianos, embarazadas y personas con movilidad reducida) y en Mollerussa abren al mediodía la biblioteca, el casal y los parques cuando la temperatura supera los 38 grados.

La Paeria de Lleida ha activado por primera vez este verano su plan operativo para prevenir los efectos del calor realizando labores de seguimiento a domicilio de las personas más vulnerables y ampliando hasta las 20.30 horas todas las piscinas municipales, entre otras medidas. "Ponemos en marcha toda la maquinaria para avisar a la gente y dar todas las recomendaciones que deben seguir", indica la alcaldesa accidental, Cristina Morón.

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