"Me he gastado 30.000 euros en comida para el restaurante y ¿ahora la tendré que tirar?"

El confinamiento del Ripollès y la Cerdanya deja a la hostelería sin clientes y a un paso de la ruina

Cesc Maideu
4 min
El restaurant els Caçadors de Ribes de Freser ha quedat sense clients i amb tot el menjar a la nevera

RipollUna nevera llena de comida y un comedor desértico. Una cocina a oscuras, vacía, y con el olor de fondo de un caldo que todavía hierve, a pesar de que nadie podrá probarlo. Una casa puesta a punto, cuidada hasta el último detalle con decoraciones navideñas, sin la previsión de que nadie pueda pisarla. Una recepción donde el teléfono solo suena para cancelar habitaciones, y el único tránsito que hay en el recibidor es el de dos niños que ven cómo el negocio familiar va de capa caída. El día después de que el Govern decretara el confinamiento perimetral del Ripollès y la Cerdanya, ha sido el primer día de un infierno para los restauradores y hoteleros de la zona. Un drama que ya conocían, desde hace meses, pero pensaban que Navidad era una oportunidad única para, cuando menos, sobrevivir como negocio.

Esta mañana, en el Hotel Els Caçadors de Ribes de Freser, mientras el teléfono no paraba de sonar para cancelar reservas, entraban y entraban proveedores que traían comida. Entre los productos: cajas de caviar de trucha, a un precio de 120 € el paquete. "Nos aseguraron que aunque fuera por franjas, abriríamos", explica Ramon Pau, el propietario. "Teníamos los pasteles hechos, las cartas pensadas, las mesas reservadas. Habíamos comprado 150 langostas, cabrito, carnes nobles, caviar. Me he gastado 30.000 euros en comida para el restaurante y ¿ahora la tendré que tirar?", se pregunta desesperado.

Els Caçadors es un negocio que factura 2 millones de euros al año, y Ramon explica que solo les han dado una subvención de 1.500 euros. "Yo siempre he pagado los impuestos contento, pensando que si algún día nos pasaba algo, nos ayudarían. Y no ha sido así, nos han despreciado, y después quieren que vayamos a votar el 14 de febrero". "Ayer mis cocineros lloraban, y lo hacían porque ha sido un año muy complicado, ha sido un maratón y justo cuando llegábamos a la línea de meta, nos han tirado piedras encima". Este año, de hecho, era el centenario de Els Caçadors. El peor año de los 100 de historia. Un negocio que ya han regentado cuatro generaciones. Mientras las cajas de comida entraban y los últimos clientes del hotel salían, sus dos sobrinos, Juli y Genís, jugaban con el ordenador de la recepción. "Estoy seguro de que esta no será la última generación de Els Caçadors", dice con orgullo Ramon.

Els nens jugant a l'ordinador de la recepció mentre no paren d'arribar cancel·lacions de reserves

Decoraciones en vano

Jesús Coromina ha recibido durante el día de hoy 30 cancelaciones. Hace tres años que regenta una empresa de gestión de turismo rural. A última hora de la tarde, el único ser vivo que quedaría en las casas serían algunas plantas con decoraciones navideñas que habían puesto el martes para dar la bienvenida a los clientes "con todo el amor del mundo". La empresa de Jesús ha perdido, de la noche a la mañana, 15.000 euros. Lourdes Oliu también ha visto cómo todas sus inversiones quedaban en la nada. Ella hace poco que ha invertido muchos de sus ahorros en dos apartamentos rurales llamados Cal Rialla, situados en Llívia. "Navidad era el estreno, era el final de un trabajo de muchos meses", explica. Después de las restricciones anunciadas el martes, la inauguración de sus apartamentos tendrá que esperar, a pesar de que ella explica que no sabe si su economía lo podrá hacer.

Se han cancelado reservas en todas partes, y también alguna comida familiar. Es el caso de Joan Pradell, que este año no podrá ir a Sant Hipòlit de Voltregà (Osona) a comer a casa de la mujer de su padre. "Pensaba que peor no podíamos ir", opina. Gerard Serrador tampoco podrá hacer la comida de Navidad como tenía pensado: "Estaba todo preparado para ser ocho personas. ¿Tenemos que decir a dos familiares que no pueden venir?", se pregunta indignado. En el Ripollès y en la Cerdanya las comidas han pasado a ser de 6 personas como máximo.

Navidad es esperanza

Si Navidad da vida a las familias, también lo hace a los restaurantes. "Gracias a lo que ganamos por Navidad conseguimos llegar a Semana Santa", explica Toni Oriol, uno de los socios de la Solana, un complejo que tiene hotel, restaurante y camping, y que está a la entrada de Ripoll. Explica que el Govern los ha dejado tres veces con la comida en la nevera: "Nos han cerrado tres veces de un día para el otro, y no se pueden llegar a imaginar todo el dinero que hemos perdido y toda la comida que hemos tirado", describe indignado. Esta última vez han perdido 10.000 euros que habían invertido en comida. "De verdad, si el Govern no nos ayuda, no sé si pasaremos el invierno". La Solana también es un negocio familiar del cual viven tres familias. Hoy la cocina estaba vacía, la nevera más llena que nunca, y sus esperanzas totalmente perdidas.

La mayoría de restauradores coinciden en el hecho de que hacen falta ayudas como abonar el 70% de la facturación del año anterior. Unas subvenciones que reclaman tanto desde el Consejo Comarcal del Ripollès como desde el Ayuntamiento de Puigcerdà, que ven a sus restauradores "desamparados" después de las nuevas restricciones. Estas son palabras de Joaquim Colomer, presidente del Consejo Comarcal del Ripollès, que añade que supo media hora antes de la rueda de prensa las nuevas restricciones. La respuesta del Govern ha llegado esta tarde, anunciando una inyección de 4,7 millones de euros en ayudas al sector.

Este miércoles el centro de Ripoll era un paraje desértico. En el pueblo, el silencio, y a la salida, ruido de cláxones y muchas colas. Un fuerte control policial no dejaba pasar a nadie sin justificante. Se iban todos los clientes, y entraban las furgonetas que traían comida a los restaurantes. Una comida que acabará, como sus esperanzas, por tierra.

Control policial d'aquest matí a l'entrada de Ripoll
stats