VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES

“Vi que si llamaba a la policía todavía era peor”

Una mujer relata que tardó en denunciar por una mala experiencia

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PAU ESPARCH
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Exterior de una comisaría  de los Mossos d'Esquadra en Barcelona, en una imagen de archivo.

Barcelona“En tres años solo he llamado a la policía dos veces”, explica Laura. La primera fue en verano de 2017, cuando pidió ayuda porque su presunto agresor se había enfrentado a un amigo suyo en un bar. El resultado de esa llamada, sin embargo, fue una experiencia tan mala con un mosso d'esquadra que provocó, según relata, que después tardara mucho en denunciar la violencia que sufría. Hace dos semanas se hizo el juicio en la Audiencia de Barcelona contra el agresor, para quien la Fiscalía pide 16 años de prisión por agresión y abuso sexual.

Al juicio fue acompañada de unos agentes de los Mossos porque desde el 2018 el grupo de atención a la víctima de la policía le hizo un seguimiento que ella misma agradece. Pero en agosto de hace tres años la situación era diferente. Todavía recuerda un episodio que vivió después de la pelea de su agresor con un amigo. “Subí a casa corriendo y llorando, y llamé a la policía. Pensaba que vendrían y me preguntarían qué había pasado”. Asegura que tuvo que insistir para que fuera una patrulla -coincidió con un cambio de turno y no tuvo una respuesta rápida-. Dos mossos de la comisaría de Nou Barris de Barcelona se desplazaron hasta el domicilio y Laura explica que bajó a la calle para hablar. Dice que los agentes le recomendaron que volviera a casa y ella lo hizo, a pesar de que se quedó un rato mirando, desde dentro, a través de la puerta de entrada del bloque.

Cuando estaba a punto de coger el ascensor, oyó un golpe muy fuerte en la puerta y vio que uno de los agentes la sacudía. Ella fue hacia ahí y la abrió. “¡A mí no me gusta que me engañen!”, asegura que le empezó a gritar el policía. Laura no entendía por qué, pero afirma que el agente siguió y le reprochó la diferencia de edad entre ella y el agresor: “Te dedicas a perseguir a jóvenes. Pero si eres guapa. Tú estás obsesionada con él. Y nos haces perder el tiempo”. Añade que también le insinuó que tenía problemas de salud mental. Ella expresa que no se podía creer lo que estaba pasando y que el policía le insistió en que volviera a casa.

Laura explica que la situación le generó impotencia. “Vi que si llamaba a la policía todavía era peor”, y sufría por las represalias del agresor, que “se había quedado tan tranquilo”. Recuerda que la escena le causó rabia y la dejó afectada: “Me costó más denunciar. Porque das el primer paso, te encuentras con esta reacción y pierdes la confianza”. Al final, en enero de 2018 denunció la violencia sexual y física que sufría en la comisaría de Mataró, donde se había trasladado para protegerse. Ahí la atendieron y recibió el apoyo del grupo de atención a la víctima de los Mossos, que el año siguiente, según fuentes del cuerpo, la llamó una decena de veces porque no tenía ninguna orden de alejamiento del agresor -que entró en la prisión más tarde.

Visita después de un año

Pero le había quedado clavada la respuesta de ese agente y por eso un año después visitó la comisaría de Nou Barris porque, según expresa, quería exponer la situación que había vivido. Laura afirma que la recibió una superior que identificó al policía que la había despreciado y le dijo que hiciera una declaración por escrito. Ella tuvo la sensación de que se desentenderían del caso y no quiso hacerlo, puesto que asegura que solo quería que el mosso le pidiera perdón. Como no se presentó ninguna queja formal, a la policía no le consta y fuentes de los Mossos apuntan que desgraciadamente no se puede contrastar esta experiencia, pero que trabajan contra las violencias machistas como una prioridad y que en ningún caso una actitud como la descrita es propia del cuerpo.

El relato habría acabado aquí si no fuera por la segunda llamada que Laura hizo a la policía a principios de enero. Faltaba poco para el juicio y andaba por la calle, cerca de donde vive ahora, cuando vio a un hombre que se parecía al agresor. “Él aceleró el ritmo, giró en la primera calle que pudo y entró en un bloque cuando una vecina abrió la puerta”, explica. Llamó a la policía para saber si todavía estaba en la prisión y estar más tranquila, pero los Mossos no se lo pudieron aclarar. Fuentes del cuerpo dicen que esta información no la tenían porque, como no había una orden de alejamiento del agresor, no recibían ningún aviso si salía de la prisión.

Pero esta situación hizo recordar a Laura la escena de hace tres años. “Quieren que denunciemos, pero la actitud de algún agente tendría que cambiar”, concluye.

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