“Me vio y pensó: «Algún día me casaré con esta chica»”
Andrea Motis, cantante de jazz
Es probable que todos aquellos a los que les gusta la música de Andrea Motis conozcan también a su pareja, Christopher Mallinger. El último proyecto musical, Loopholes, lo han hecho juntos, han colaborado en discos anteriores y han tocado juntos en varios directos.
Su historia necesitó unos años para madurar. Se conocieron en Avinyó, en el Bages, durante los Talleres Musicales de Avinyó, un festival de creatividad musical donde Mallinger hacía de profesor. Ella tenía 13 años y él 23. “Él siempre cuenta que me vio tocar en una sesión y que le dijo a su amigo: «Algún día me casaré con esta chica»". Ella le vio entrar en el comedor de los talleres y pensó: "Uau". "Fue mi amor platónico durante muchos años", explica.
Debido a la diferencia de edad y al rol de profesor y alumna, su relación fue estrictamente profesional, aunque juntos estaban a gusto y se admiraban mutuamente, dice la cantante: "Yo iba cada año a los talleres de Avinyó y nos veíamos allí", añade. A medida que pasaba el tiempo se iban encontrando también en otros lugares. "Con mi padre, Joan Chamorro, hacíamos sesiones en el Jamboree y allí invitamos a Chris a tocar en Barcelona; después él también nos invitó a Austria, su país de origen", relata la cantante.
Cuando ella tenía veinte años se confesaron su amor y desde entonces han pasado ya siete años y han tenido un hijo. Durante mucho tiempo su relación fue a distancia.“Fue una época muy bonita porque nos veíamos cuando teníamos unos días libres y todos los encuentros eran especiales”.
En el 2019, justo antes del covid, Motis se encontraba en un buen momento vital; la familia estaba bien, el trabajo iba bien, y le pareció que era un buen momento para ser madre. “Pensé que si durante un mes cada día estaba convencida, se lo propondría a Chris”. Finalmente, se lo propuso el día de Nochevieja y cuando el hijo nació se trasladaron juntos a Barcelona, al barrio de toda la vida de Andrea Motis.
Para la cantante, el amor debe impregnar todos los espacios posibles. “El amor es un lugar desde el que hacer las cosas”, reflexiona, y explica que intenta aplicarlo también cuando está de concierto. “Cuando empecé sentía que me costaba conectar con el público, soy introvertida. Ahora lo enfoco diferente: intento encontrar un sitio de amor y de paz, sin querer demostrar nada. Me gusta verme reflejada en la gente que viene, y cada vez más consigo mirar al público en la cara y sentir que nos estamos comunicando, que no es un examen, sino un momento de compartir –dice–. Para mí el amor es un estado, una manera de hacer las cosas, un lugar al que intento volver para expresarme y relacionarme desde aquí”, concluye.