ARA
28/07/2025
3 min

50 años de Miró: un fiasco

Subí con cierta ilusión a la Fundació Miró para ver la exposición que rememoraba sus 50 años de existencia. La Fundación había sido idea de Joan Miró y Josep Lluís Sert, el gran arquitecto catalán afincado en Estados Unidos, con apoyo del mecenas Joan Prats y la colaboración de M. Lluïsa Borràs, que en aquellos momentos era el enlace de Miró con Barcelona.

La Fundación, que desde hace bastantes años muestra una programación poco vistosa, empezó con mucho ímpetu bajo la dirección de Francesc Vicens y más tarde de Rosa M. Malet. Miró no quería un mausoleo sino un CEAC (Centro Estudios de Arte Contemporáneo) y lo explicitó sobradamente en sus cartas a Sert. "Hacer un lugar viviente, de libre discusión, reuniones de poetas, músicos, pintores, artesanos! Teatro clásico y de ensayo. Cine. Ballet. Prever todo tipo de actividad cultural pensando en el nuevo mundo que se está formando, no limitándose a reuniones de intelectuales".

Hubo unas primeras exposiciones espléndidas, como América, América, Francis Bacon, Vostell, Klee o la dedicada a la Bauhaus. Hubo un coloquio sobre vídeo y comunicación y la performance, brutal, de Jordi Benito, titulada Toro Performance, donde se degolló al animal, y que hoy en día estaría totalmente prohibida.

En 1975, los jóvenes que ya nos habíamos reunido en el Institut Alemany formamos en la Fundación el llamado Ámbito de Investigación. Éramos Jordi Pablo, Federico Amat, García Sevilla, Javier Grau, Carlos Pazos, Silvia Gubern, las críticas Mercè Vidal y Alícia Suàrez, y yo misma, entre otras personas. Fue la primera o una de las primeras experiencias de autogestión de artistas en una institución. Organizamos Arte con nuevos medios 1966-1975; Objeto. Antología catalana del arte y el objeto y Pintura 1.

Pero poco a poco la Fundación iba tomando un carácter más clásico y nosotros decidimos informar al patronato internacional de nuestras reivindicaciones. La polémica se dirimió en los periódicos e incluso Joan Brossa opinó a nuestro favor.

Si cito todo esto es porque ni por un momento este episodio tan insólito dentro del arte catalán aparece en la exposición de Miró.

La muestra se abre con una escalera (será por eso del Perro ladrando a la Luna, una pintura de Miró de 1926) y la frase "Esta exposición es una crónica y un juego donde cada visitante pueda esbozar un relato propio." Pero, ¿qué relato puede hacerse a partir de una museografía estrambótica? El Pabellón Español de la República de 1937, donde Miró presentó su Labrador catalán en revuelta y Calder su Fuente de mercurio, aparece con fotos oscurecidas. Una fotografía de Carlos Santos tapa casi por completo el texto de una carta de Calder. Mercedes Cunningham aparece en otra con la cabeza cortada. Los planos de la Fundació Miró no se sabe lo que son. Hay imágenes muy pequeñas de las actividades y lo peor son las portadas de catálogo con una fotografía de un artista que no corresponde al catálogo. ¡Viva la confusión!

Eso sí, en el piso inferior se puede leer una enorme cronología, que será tapada con pintura blanca una vez terminada la muestra.

No sabemos qué duele más, si la ignorancia que demuestran las lagunas sobre personas y hechos o la tontería de un montaje inútil y vacío de contenido. Una ocasión perdida.

Victoria Combalía

Barcelona

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