Vips&Vins

Biel Duran: "Debería ser muy 'pijo' para abrir una bodega"

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Biel Duran en el Petit Celler de la calle Beethoven

¿Es posible que alguien de Gelida recomiende un vino que no sea del Penedès?

— Lo tengo difícil, ¡incluso ahora mismo estoy tomando un Agustí Torelló Mata, un taladrado rosado del Penedès buenísimo! La verdad es que en casa siempre hemos estado mucho de Juvé y Camps porque mi padre trabajaba allí y todo lo que ellos hacen nos encanta, tanto vinos como cavas. Aunque yo soy mucho más de cavas, el vino de la Casa Vella de Espiells es un Cabernet Sauvignon fantástico. También me gustan los Prioratos y los Montsant, no pienses que tengo ningún problema.

Seguro que tendrás muchos recuerdos vinculados a la viña, pero ¿recuerdas cuál fue el primero?

— Sin duda el olor a viñedo. El otro día justamente fui a grabar al terreno de Can Pasqual, en Gelida, que déjame decir que también hacen un vino muy bueno llamado Oxígeno, y me di cuenta de que olía igual que mi padre cuando volvía de trabajar, que era un olor a viñedo muy característico. También recuerdo mucho las vendimias, que alguna vez me había tocado hacerlas y era durísimo y no quiero imaginarme ahora, con las altísimas temperaturas que hay.

¿De dónde viene ese olor?

— Pues nunca lo he sabido, no sé si es el olor a tierra, del pámpulo, de la uva... Los de Can Pasqual tampoco me supieron contarlo, pero es inconfundible, nada tiene que ver con el olor de huerto o de olivo.

¿En algún momento de la vida te pasó por la cabeza seguir el camino de tu padre?

— Si echara un poco atrás, es difícil encontrar a alguien en el Penedès que no venga de payés. En mi casa teníamos un poco de viñedo, pero mi padre trabajaba como tractorista, hacía viñedos nuevos y los arreglaba, era un trabajo duro. Un trabajo muy distinto fue el de mi abuelo, que siempre había tenido el viñedo como su fuga. Con todo esto, sí es cierto que el viñedo de casa quedó algo descuidado y durante un tiempo pensamos que haríamos vinos, pero es muy difícil elaborarlos sin grandes extensiones de cepas. Pero ahora estamos dando vueltas a ver si podemos sacar una uva de buena calidad para poder venderla cada año.

Biel Duran en la Petit Celler de la calle Beethoven.

Hablas del trabajo de payés y de la viticultura con mucho respeto.

— Sí, porque sé el trabajo que supone, es un proyecto que requiere una dedicación exclusiva y no quiero frivolizarlo. Debería ser mucho pijo para abrir una bodega, porque necesitaría que mucha gente pudiera llevarlo y este no es el caso. Suficiente trabajo tengo con trabajar de lo que ya trabajo.

Hablando de 'pijos' y costes, ¿recuerdas cuál ha sido el vino más caro que has probado nunca?

— La verdad es que no lo sé, pero estoy seguro de que habrá sido un vino al que me ha invitado alguien, quizás en algún evento o festival de cine que de repente alguien te quiere hacer degustar un vino especial. Pero lo del precio a los vinos es bastante un engaño. Me atrae saber que hay gente dispuesta a pagar 1.000 o 2.000 euros por una botella de vino y al mismo tiempo me genera cierto rechazo ver que se mercadea por el esnobismo, como si fuera un valor de mercado.

¿Para alguien que ha crecido entre viñedos, sigue siendo atractiva la idea de hacer turismo etnológico?

— Sorprendentemente sí, es una experiencia muy global. Pero quizá lo que más me sorprende de estas salidas es la extrañeza con la que la gente vive el paisaje de la viña, como si fuera algo exótico. Pienso que debería ser un paisaje mucho más común, evoca aspectos que todos deberíamos estar vinculados, el tema de la mediterraneidad, por ejemplo, o incluso, los lemas de "la alegría de vivir". Este potencial las bodegas lo conocen y creo que lo están explotando muy bien.

¿Recuerdas alguna anécdota en especial?

— Sí recuerdo un día que fuimos al Priorat a degustar vinos y en un restaurante de Falset nos encontramos al propietario que allí mismo nos invitó a ir a su bodega. Llegamos al trozo de las Aubagues, donde hacen el Buxos, y nos presentó a su familia. Él mismo nos hizo subir sobre su remolque, vimos los viñedos y le veías la ilusión de enseñar sus tierras que tanto había cuidado. Estaba emocionadísimo de hacer probar su vino, de alguna manera, nos decía: "Aquí está mi criatura, ¡mirad que bonita!".

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