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Bodega Bonavista: ¿dime dónde tomas un vino catalán con sobrasada de Porreres en medio de Barcelona?

La calle Bonavista de Barcelona es el lugar donde se reúnen a diario amigos, especialmente restauradores, antes de comer y cenar

La letra G del rótulo cayó, y al ser un molde único, Marc Vidal no ha querido reemplazarlo
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BarcelonaEs un miércoles al mediodía, sobre la una y media, y la calle Bonavista de Barcelona presenta la tranquilidad habitual, salpicada por tiendas de moda, de escaparates grandes, de donde de vez en cuando sale o entra alguien . Si sube Bonavista allá, la tranquilidad de los comercios queda atrás porque hay una bodega, con un letrero en el que falta la letra G, que está a rebosar. Sabrás que ha llegado porque en la misma puerta hay un barril pequeño, donde se puede dejar la copa o se puede sentar para curiosear.

Marc Vidal, propietario de la bodega, sirve a Jaume Vila, cliente habitual, y Greta Raffaelli, restauradora de Raffaelli Ristorante, en el barrio de Gràcia

Dentro, no se espere un local ni grande ni ancho. Es más bien estrecho, pero sobre todo lo es porque las paredes están tapizadas con hileras y hileras de vinos, con etiquetas grandes, que indican nombre, denominación de origen y precio. La gran mayoría de los vinos son catalanes -los primeros que verá-, pero también hay algunos de España, de Francia (Borgoña) y de Grecia. "No tengo ningún vino a la venta que supere las cuatro cifras", dice el propietario de la Bodega Bonavista, Marc Vidal y Paronella, que a continuación se corrige: "Bueno, sí, he tenido dos botellas de 1.000 euros, y una de ellas ambas nos las acabamos tomando con los amigos”. Porque la bodega es un lugar donde se reúnen grupos de amigos, a menudo restauradores, pero también pintores, como Santi Moix, que acaba de llegar a exponer en Nueva York y que cuando está en Barcelona se deja caer. "Hoy he tomado un vino ancestral y he comido la suma de Cantonigròs que tiene Marc: me gusta comerla con las manos, quiero decir que le pido que no me corte con el cuchillo, sino que ya lo hago yo a trozos", explica.

La mesa de quesos catalanes, que se sirven en la bodega como tapa para acompañar el vino

A su lado hay restauradores de primera fila, como Josep M. Masó, del Tangana, que afirma que la bodega es su oficina, y Greta Raffaelli, que lleva diez años dirigiendo el restaurante Raffaelli, en la calle Luis Antúnez, una de las grandes casas de comida italiana, que justo estos días está renovando los platos de la carta para preparar la nueva temporada. Ahora bien, los platos de pasta son inamovibles como el tiramisú. "¿La has probado nunca?", me pregunta Marc Vidal. Como Marc abre la bodega de las 10.30 hasta las 14.30 y vuelve de 18 a 21 h, a mediodía come en los restaurantes del barrio y más allá, porque es lo que ha hecho siempre profesionalmente. "Antes era comercial y lo dejé todo para quedarme en la bodega, a la que yo llevaba vinos, porque tuve un accidente de moto muy aparatoso". Lo dice y enseña la cicatriz que tiene en una mano.

La pared, forrada de botellas de vinos con las etiquetas que indican los precios

Así, se quedó la bodega en el 2006, pero no fue hasta hace diez años, a raíz del accidente, que giró su vida como un calcetín. En vez de tumbar, se quedaba quieto, se convertía en tendero, como le gusta llamarse a sí mismo, y pronto consiguió lo que había sembrado durante años de oficio como comercial: los enólogos, viticultores y otros profesionales del vino le empezaron a ir a verle. "También me venden extranjeros de vez en cuando, sobre todo estadounidenses, y quedan maravillados", comenta Marc. Justo el pintor Santi Moix le escucha y asegura que entiende que queden sorprendidos: "En Nueva York no hay lugares tan auténticos como éste, porque aquí va más allá de tomar un vino, es un lugar para hacer amigos, donde te aconsejan que comas ese queso o aquél". De hecho, Moix aún recuerda el primer día que entró: "Me lo habían recomendado, cuando tenía el estudio en Barcelona, ​​y cuando entré vi a Josep M. Masó discutiendo con otro restaurador sobre quién de los dos preparaba el mejor arroz". La sorpresa se desvaneció cuando, al cabo de un rato, se dio cuenta de que los dos que discutían eran amigos muy íntimos y por eso se hablaban de ese modo.

La pizarra con la lista de tapas y conservas que se pueden comer, decoradas con dibujos de Santi Moix y Carlos Bros

A base de ir, cuando el trabajo se lo permite, Marc y Santi descubrieron que sus padres se conocían, porque ambos eran médicos. En el caso del padre de Marc, cirujano. "Marc no opera, pero corta la sobrasada, el hervor y los quesos muy bien", afirma Santi. De hecho, con la sobrasada existe una historia de las buenas. Marc tiene la que asegura que es una de las mejores que se hacen en las Islas. Es de la población mallorquina de Porreres "y puedo decir que es muy bueno porque mi trabajo como comercial me hizo tumbar mucho y probar muchos productos; para la sobrasada mismo, para decidirme por tener una en la bodega , pensé mucho". Justo esta misma sobrasada es la que utiliza el cocinero Josep M. Masó en el Tangana para uno de los platos estrella del restaurante, los calamares con sobrasada. "Y este plato lo probamos juntos en Eivissa", dice Santi Moix.

La bolsa con el logo de la Bodega Bonavista, ilustrada por el pintor Santi Moix

Historias de amigos de un miércoles al mediodía. Cada día hay muchas más. Y por la tarde, aún más: son los momentos en los que encontrar una baldosa para estar de pie con una copa de vino es preciado. "Y mira que digo a la gente que al fondo tengo una mesa grande, que hay más espacio, que pueden entrar y sentarse, pero no, la gente quiere estar en esta primera sala, aunque sea estrecha ", dice Marc.

Por último, hablamos del logotipo. "Nunca pienso poner la G que falta", manifiesta rotundamente Marc. La G cayó o ve a saber qué pasó y como el molde es de los años 50, muy especial, no encontraría otra igual. Así que tanto en las tarjetas de visita como también en las facturas pongo boda, sin la G. Y el último tema: en la bodega no hay vinos sin alcohol. Sí hay cervezas sin alcohol, pero vinos no. Santi Moix, que nos ha escuchado, le pregunta el porqué: "Porque beber un vino sin alcohol sería como pintar al óleo sin sentir el olor a aguarrás".

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