Pescado

Guisantes, arroces y pescados: los grandes platos del Catalina, en Gavà mar

Catalina, en Gavà Mar, está dirigido por Nicole Manresa, hija del cocinero Òscar Manresa, y está especializado en cocina de producto

Los guisantes, uno de los platos estrella de la carta de invierno del Catalina
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GavàCatalina, en Gavà mar, es otro mundo, con un bosque de pinos verde, con mucho espacio libre, con unos reservados grandes, con una sala de comedor que toca en el bosque, y, en la mesa, con el mejor producto . Me lo habían dicho, y he ido a comprobarlo un mediodía de diciembre, cuando la gente celebraba el gozo de volver a estar en las fiestas señaladas del año. Los reservados, llenos, con regalos a manos de la gente que se sentaba. En la terraza, familias, con perros, porque al aire libre lo permiten. Y en la sala interior, con mucha luz, grupos de amigos y familias que se resguardaban en las chimeneas portátiles. Es un restaurante para hacerse un regalo, el regalo de vivir bien.

Nicole Manresa, directora del Catalina, en el jardín donde se encuentra el bosque de pinos

Me recibe Nicole Manresa, que me dice que Catalina ya tiene tres años. Lo inauguraron en junio del 2021, siendo una concesión del ayuntamiento de Gavà para la familia Manresa durante quince años. Ella es una apasionada del oficio: desde los 16 años que recuerda trabajar con su padre, que hubo un día que le dijo que si quería dedicarse a ello, tenía que estudiar bien en qué consistía el trabajo . Se matriculó en el CETT, escuela de hostelería y turime, y estudió cocina y dirección de hoteles. Cuando acabó, viajó por el mundo, en Australia hizo de camarera, trabajó en el Hotel Ohla de Barcelona como encargada de bebida y comida, y cuando empezó el cóvido, la familia logró la concesión del Catalina, que entonces no se llamaba así. "El nombre de Catalina se lo pusimos nosotros, porque es como se llamaba mi abuela materna, la madre de mi padre", explica Nicole.

Pan y aceite picual y arbequina

Estoy a la mesa, y nos llega el primer aperitivo, un pan tostadito, muy fino con látigo. También un pan redondo, tierno y de corteza crujiente, con dos botellas de aceite de oliva extra virgen Bargalló, de variedades de aceite diferentes: una arbequina y otra picual. La vajilla, preciosista, es de anticuarios; los vasos, de cristal reciclados, y también lo es el soporte donde se sostienen los cubiertos. "Les encargamos nosotros a partir de las botellas vacías que utilizamos en el restaurante, y colocamos el logo del Catalina", dice Nicole.

Me miro la carta, y me decanto por platos para compartir. De hecho la carta está pensada en gran parte de esta manera, aunque a mediodía hay menús, en los que hay platos como calçots, garbanzos, pescado y carne. Siempre dos opciones de cada plato para elegir, vino y agua por cuarenta euros. Los platos que elijo son los tótems que me recomienda Nicole, que me dice que son las grandes estrellas: los macarrones rellenos de pies de cerdo con trompetas de la muerte y salsa Idiabal y trufa por encima; las cocochas; los guisantes; el rodaballo a la brasa, y un arroz, que cuesta decidir cuál, porque hacen de seis tipos diferentes, y todos golosos. Para otro día, dejo la bomba de Barcelona, ​​que preparan con chuleta frisona en el interior, y que Nicole asegura que, por fuera, el aspecto es el de las bombas de la Barceloneta, pero que papá le ha dado una vuelta, y ha ido más allá, le ha hecho más gourmet. Otro de los tótems es el rodaballo a la andaluza, que sirven con los dados enlucidos, y encima de las mismas espinas del pescado. Pero todo será para otro día.

El rodaballo a la brasa (en la foto) o bien a la andaluza es uno de los platos estrella de la carta del Catalina, en Gavà mar

El rodaballo a la brasa es un acierto. Llega entero, con la bandeja que te presenta la camarera, y una salsa en un frasco de cristal trabajado, que parece un frasco de perfume. "Le decimos el agua del Carmen, pero es una broma, es la salsa hecha con los zumos del rodaballo y aceite de oliva para que cada uno se ponga por encima a medida que va comiendo el rodaballo". Además, el pez, una vez elegido, se queda en la mesa, para que cada uno vaya escogiendo aquellas partes que han quedado entre los piñones, es decir entre las espinas gelatinosas, que son preciadas por tan sabrosas. La pieza que he elegido es de un kilo doscientos, que, de entrada, parecía muy grande, pero a medida que la voy comiendo ya no me parece tanto, por la calidad de la cocción y la sabrosidad.

Las cocochas, uno de los grandes platos de la carta del Catalina

Para continuar, las cocochas, que nos llegan a la mesa con guisantes, pero que no siempre es así. "Depende de si tenemos o no guisantes del Maresme, de la variedad lágrima; si no las servimos solas", dice Nicole. Aquellos que buscan siempre texturas diferentes en lo que come ya sabéis que las cocochas son un éxito seguro, y un peligro al mismo, porque la textura gelatinosa hace que se quiera comer más. Y luego llega el arroz, que pondrá el punto y final a una gran comida en un bosque de pinos de nuestra costa, que es un regalo, el regalo del buen vivir y comer.

Para terminar, de postre, un gran cuenco de fruta, que es la envidia de los que han pedido pasteles, porque el cuenco es atractivo, llega con todas las piezas cortadas minuciosamente, y hay especialmente frutos rojos, como frambuesas. El precio, para comer a la carta, oscila entre los 70 y 100 euros, según lo que se pida de bebida, que puede ser a copas, y encontrará vinos catalanes.

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