Andreu Juanola: "Me duele en el alma, pero me quedo con el Rivera del Duero"
Presentador del podcast deportivo 'La Sotana' y del gastronómico 'La Cullerada'
¿Qué tipo de vino te gusta?
— Siempre voy al vino tinto. Así como con el vino tinto puedo notar bastante si un vino es bueno, con el vino blanco me cuesta diferenciarlo. Además, yo el vino lo relaciono con una cena fuera con gente, que lo suelo hacer bastante, y para acompañar la comida sólo pienso en vino tinto. Solo en casa no creo que se den las circunstancias para abrir una botella de vino.
¿Cuáles son estas circunstancias?
— Estar con gente. En casa bebo muy poco alcohol. Además, una persona de 34 años debe empezar a cuidarse y si, además de fuera, también bebiera cuando estoy en casa parecería que tuviera 49.
Pero supongo que no es sólo eso, no te imagino tomando vino cuando iba a hacer campana con Manel durante el bachillerato.
— Ni mucho menos, allí empezaba a hacer muchos esfuerzos para que me gustara la cerveza. Para mí que me gustara el vino o la cerveza era un tema casi de madurar, no podía quedar excluido; quizás era un payaso, pero al final todos hemos tenido esa edad.
Entonces es fruto de una manía personal, ¿tu devoción por el vino?
— No, mi madre es una apasionada del vino, ella iba a hacer catas e incluso estaba en el jurado puntuando los vinos. Ella quería que me gustara el vino y me fue introduciendo hasta que me fue gustando bastante. El impasse yo creo que fue con ella. También recuerdo mucho acompañar a mi abuela a comprar vino a granel y rellenar garrafas de vino enteras.
La madre, la abuela... Esto es una pasión que acaba pasando de generación en generación, ¿es un tema cultural?
— Sí, cien por cien. Yo creo que define mucho a nuestra zona.
Hablando de zonas: ¿si tuvieras que quedarte con una denominación de origen cuál sería?
— Aquí saldré perdiendo… Yo lo siento mucho y me duele en el alma, pero me quedo con el Rivera del Duero. Seguramente el más español que existe. También quiero decir que Rivera del Duero es el vino de la gente que no sabe, que quiere ir algo de experta. Porque yo siento que no sé nada, yo sé los vinos que me gustan y estoy abierto a probar nuevos, pero yo solo sé si un vino me gusta o no me gusta.
¿Y si tuvieras que recomendar algún vino catalán?
— Intento remar siempre hacia Cataluña y debo decir que a mí el Empordà me gusta mucho. Por ejemplo, hay una bodega llamada La Vinyeta que hacen el vino Llavors, que me encanta y tiene un precio muy asequible. Pero soy un auténtico aficionado.
No me creo que después de todos los instatories gastronómicos y un pódcast con grandes sumilleres como colaboradores habituales solo te puedas considerar aficionado.
— Así es. Cuando voy a una bodega y me enseñan cómo hacen el vino y las botas y todo, no me interesa. Ya sé que debería interesarme, porque acabamos de decir que el vino es cultura, pero es que desconecto. Tú ponme el vino y te diré el qué.
Pero seguro que habrás aprendido algo en todos estos años.
— En el mundo del vino, o no sabes o eres un pedante. Es como la ópera, es un mundo tan difícil de entrar en ella que la gente que está ahí sabe tanto que cuando hablan con una persona que no sabe, lo explican como si supieran tanto como ellos. Entonces te dicen "¿tú no estás encontrando un sabor a frutos del bosque?" Yo no sé si hay mucha gente que se echa el rollo. Me cuesta barbaridades empatizar con la persona que me está diciendo esto.
¿Y si te pregunto por el vino más caro que has probado alguna vez? ¿Notaste la diferencia con un vino de mesa?
— Sí se nota, la diferencia. Me acuerdo mucho, estaba buenísimo. Era un Vega Sicilia Único, ahora no recuerdo de qué año era y sé que cambia mucho, pero yo creo que estaríamos hablando de una botella de 170 o 160 euros. Yo esa botella no la pagué. Fue una celebración familiar y le tocó muy poco a cada uno porque mi madre le racionó como si fuera oro.
No hay forma de que me digas un vino catalán...
— Hay vinos muy buenos en Cataluña. Pero hay algo que sí me gustaría dejar muy claro: debemos parar con ser originales con los nombres de los vinos. Me gustaría hacer un llamamiento al gremio del vino. Por favor, debe terminar. Aquí en Cataluña, además de hacerlo bueno, queremos ser originales con el nombre, con la etiqueta, y yo creo que debemos calmarnos todos. Si es bueno, triunfará.
¿Alguna otra manía?
— Tengo un ritual que creo que es muy catalán, que es no dejar la botella llena. Siempre he de terminarlo.
¿Y la opción de llevártelo a casa?
— No, está prohibido. Salir de un restaurante con una botella en la mano... A mí no me vas a encontrar. Si no me la puedo acabar, porque ya voy como el lobo de Wall Street, la dejo en la copa, no puedo dejar una botella con un poco de vino. Nunca, es una manía.