Ni un día en casa

Restaurante Prodigio: una estrella con padre y madre

Jordi Tarré aprendió el oficio a los quince años y alternaba las clases con las prácticas en restaurantes como El Celler de Can Roca, Nectari, Hisop o en la pastelería Escrivá

El chef Jordi Tarres con unas trufas en las manos
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Restaurante Prodigio

  • Dirección : Calle Gerona, 145, Barcelona
  • Carta : Cocina catalana modernizada
  • Obligado : Pato braseado con salsa de mole , dumpling de boniato lila, boniato fondante, foie-gras y cebolla perla especiada
  • Vino : Carta muy extensa con todo tipo de vino
  • Servicio : Rápido y eficaz
  • Local : Moderno y silencioso
  • Precio pagado por persona : 120 € (menú degustación con maridaje)

Tiene sólo veintinueve años y ya ha ganado una estrella Michelin. "Toco con los pies en el suelo, no me ha cambiado demasiado. Eso sí, el galardón te da adrenalina, satisfacción, visibilidad y sobre todo te hace aumentar el número de reservas". Sincero y modesto. Jordi Tarré empezó en el mundo de la cocina gracias a su madre. "Porque cocinaba potentes guisos de aquellos de cuchara, o hacía pollo a la catalana o caramelizaba la cebolla… Esta manera de cocinar me inspiró", añade.

A los quince años aprendió el oficio y alternaba las clases con las prácticas en restaurantes como El Celler de Can Roca, Nectari, Hisop o en la pastelería Escrivá. Sincero, modesto e insaciable. Con los estudios terminados se plantó en Londres; debutó en tierras inglesas en el Mandarin Oriental y acabó en el The Fat Duck, donde un día se presentó sin avisar: "Fui con mis cuchillos y les dije que quería trabajar. El segundo de cocina me dijo que nunca nadie se había atrevido a hacer eso. Había lista de espera para trabajar con ellos. Cociné. Sincero, modesto, insaciable y con talento.

A los veinticuatro regresó al Hisop de su amigo Oriol Ivern. "Era el restaurante que necesitaba para volver". Un año después puso en marcha su proyecto de presente y futuro, el Prodigio. "Ahora puedo cocinar lo que me sale de la cabeza, la cocina de mi madre, la de mi tierra y añadir todo lo que he aprendido hasta ahora", dice el chef. En el Prodigio tienes tres formas de degustar la vida de Jordi: menú de mediodía (35 €), carta o menú degustación, por el que nos decantamos nosotros (80 €). Un espectáculo que comienza con tres entrantes: bomba de cola de cerdo con macarones de dashi, ajo negro y nabo daikonabonado; royal de raíz de perifollo ahumado con anguila braseada, su reducción y tobiko, y un cremoso de pollo con piel crujiente, caqui, mostaza adobada y ponzu. Es un menú con un maridaje exquisito que te cuenta el Remi, el sumiller del Prodigio. Con los entrantes, probamos un Brut Reserva de la Bodega Llopart. Una copa del vino valenciano llamado Y lo otro también marida el próximo plato, la extraordinaria seta de cardo glaseado con emulsión de muelle de ternera, algarroba y oxalis morado. Para el calamar shio kojicon estofado de rebozuelos y avellanas, con reducción de calamar, aire de avellanas y wasabi, el Remi nos sirve un Vila de Llops, un xarel·lo del macizo del Garraf. La fantástica lubina salvaje a la brasa con emulsión de café parís, texturas de coliflor noisette y yuzu necesita un blanco, y por eso lo maridamos con el Blanco del Terrer, de Vinyes del Terrer. Termina la comida con el pato braseado en salsa de mole, dumpling de boniato lila, boniato fondant, foie-gras y cebolla perla especiada. Éste le acompañamos con un Vizcarra, un negro de Ribera del Duero. El postre, un sorbete de col kale con calabaza y aceite de oliva y el helado de ñameratostada, mousse aireado de chocolate, granada y vainilla. Evidentemente, con una copita del Terrenal de Aubert, un dulce de Vinyes del Terrer que nos ayuda a hacer una buena digestión.

El restaurante está situado en el cruce de tres calles, de ahí el nombre: Provence, Diagonal y Girona. "Se le inventó mi padre, es taxista y tiene el mapa de Barcelona en la cabeza. Un día vino y me dijo: «Ya tengo el nombre»". Jordi Tarré empezó en la cocina inspirado por los guisos intensos de su madre, y hoy da nombre a su sueño gracias a la memoria cartográfica del padre.

Su historia es la de un talento que no olvida las raíces, que transforma recuerdos en sabores y que ha encontrado el espacio para expresar todo lo que lleva dentro. Sincero, modesto, insaciable y con talento, en definitiva un prodigio de la cocina.

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