Tradición gastronómica

Tormenta diplomática entre el Reino Unido y Estados Unidos por la forma en que debe prepararse el té

La embajada estadounidense en Londres rechaza en un comunicado oficial que haya que añadir sal y limón

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Una taza de té caliente

LondresLondres y Washington están viviendo en storm in en cup of tea. Como la razón de la disputa es el té, la supuesta bebida preferida de los ingleses (aunque últimamente se inclinan más por el café), mejor utilizar la expresión propia del idioma que comparten británicos y estadounidenses: una tormenta en una taza de té. ¿Qué ha pasado exactamente? Pues que la receta de una profesora de química estadounidense para beber la "perfecta taza de té" ha causado –presuntamente– indignación en este lado del Atlántico, según informaba The Guardian en la edición de este miércoles.

Michelle Francl, del Bryn Mawr College de Pensilvania, propone en su libro Steeped: The chemistry of tea, de reciente aparición, que lo mejor para disfrutarlo es poner al té "una pizca de sal y un chorro de limón" para sacar las impurezas de la parte superior de la infusión. La aportación de Francl, asegura, es la culminación de la lectura de más de 500 artículos sobre la materia y de haber experimentado con todo tipo de aguas distintas. De sus análisis se desprende que en las hojas de té existen muchos restos de insectos, y mejor, pues, eliminarlos con el método propuesto.

Otra de las propuestas de la profesora es que si se utilizan bolsas de té, es preferible removerlas, sumergirlas y batirlas un poco. Pero, y así, ¿dónde iríamos a parar? Todo ello ha excitado el nacionalismo teístico de los británicos, con el Daily Mail, un diario ultra y xenófobo, a la cabeza. La dirección del rotativo encargó su propio experimento y, entre otras conclusiones, afirma que si se pone sal, el resultado es "simplemente una taza salada de té increíblemente caliente que tiene un gusto horrible".

Y antes de que la sangre, o en este caso el té, no llegara al río, ha intervenido la embajada americana en la corte de Carlos III. Y este miércoles, en un comunicado a la red social X, afirmaba, con una retórica vacía pero pomposa, que el "té [es] un vínculo sagrado que une a nuestras naciones", que la "propuesta [de la profesora Franco] es escandalosa" y, sin duda, "amenaza los cimientos de nuestra especial relación". "Por tanto –seguía–, queremos asegurar a la buena gente del Reino Unido que la noción impensable de añadir sal a la bebida nacional británica no es la política oficial de Estados Unidos. Y nunca lo será".

Invocación en la Segunda Guerra Mundial

Para acabar de captar la carga de profundidad del comunicado de la embajada cabe recordar que los británicos suelen vanagloriarse de la especial relación (special relationship) que les une a los estadounidenses, vínculos que se remontan a la heroica resistencia durante la Segunda Guerra Mundial ya la retórica churchilliana que se impuso entonces y, sobre todo, con posterioridad. En la práctica, tras la pérdida del imperio, y más aún de la derrota franco-británica en Suez (1956) mientras la Casa Blanca miraba hacia otro lado, la relación entre Washington y Londres es de total sumisión. Unos mandan y otros obedecen. La prueba, el papel de mayordomo que hizo Tony Blair durante la segunda guerra del Golfo, atendiendo a todas las demandas de George W. Bush. Tampoco Estados Unidos ha firmado tan rápidamente como pretendían los brexiteros el famoso tratado comercial que debía sustituir a los lazos anteriores con la Unión Europea.

Por eso, la invocación estadounidense a "la especial relación" es, valga la redundancia, especialmente dolorosa. Porque, sobre todo, deja entrever que lo más relevante que les une en estos momentos es la bandeja de plata historiada en la que los británicos sirven el té a los estadounidenses. Y como buenos mayordomos tendrán que hacer aún más inclinaciones de cabeza si Donald Trump vuelve a la Casa Blanca.

La irónica apostilla final del comunicado oficial es que acaba diciendo que "la embajada de Estados Unidos seguirá haciendo el té de la manera adecuada, poniéndolo en el microondas". Más que una aberración, es una provocación sin sentido. No en vano, George Orwell publicó en enero de 1946 un famoso artículo en elEvening Standard con todo tipo de recomendaciones para conseguir la perfecta taza de té y ni mencionaba el microondas ni tampoco la sal.

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