Bajo tierra, elevada, autoconstruida, móvil: la arquitectura radical que defendía Michel Ragon
La Virreina dedica una exposición documental al escritor y crítico de arquitectura libertario ya su entorno de urbanistas


BarcelonaSólo tenía el certificado de estudios primarios, pero sus humildes orígenes no le impidieron ni doctorarse en la Sorbona, a pesar de no haber realizado ningún curso. Tampoco le impidió ser un reconocido escritor y crítico de arte y arquitectura de vanguardia en Francia. Además, Michel Ragon (Marsella, 1924 – Suresnes, 2020) era un estudioso interesante y prolífico del anarquismo, como lo demuestra en la novela histórica La memoire des vaincus (1990), La memoria de los vencidos en la traducción castellana publicada por La Oveja Roja en 2010.
"La literatura proletaria y la crítica de arte dicha de vanguardia pueden parecer actividades contradictorias, pero sólo se lo puede parecer a aquellos que olvidan que, en ciertos momentos de la historia, la vanguardia estética y la vanguardia doctoral, que con muy buen criterio La Virreina Centro de la Imagen ha traducido y editado en un folleto de mano que se ofrece gratuitamente en la entrada de¿Y después de Le Corbusier? Michel Ragon. La exposición, abierta hasta mayo, se presentó la pasada semana, el mismo día que el Ayuntamiento de Barcelona anunciaba la compra de la Casa Orsola, y era inevitable no ver un eco de la actual crisis de la vivienda y el urbanismo que vivimos hoy.
"Nuestras ciudades actuales son, como sabemos, la emanación de una ideología del poder financiero, tecnocrático y burocrático, pero también son un teatro en el que se interpreta una obra de propaganda que persigue la eficacia de la producción y la intensificación del consumo", decía en otro lugar de la tesis La práctica de la ciudad y sus ideologías. Recordémoslo: de 1975. Continúa: "Si la ideología de una ciudad liberada, de una ciudad lúdica, se cierne sobre nuestras ciudades alienadas, si ciudadanos indignados han podido hacer suyo un eslogan como el derecho a la ciudad en lo que habría que llamar luchas urbanas, és a dir, lluites pel que és urbà, és que el mite de la fi de la ciutat és tan fràgil com la fi de la història o de la mort de l'art".
Els comissaris de l'exposició, Neus Moyano i Fernando Marzá, aprofiten la figura de Ragon per fer una immersió en un dels corrents de l'arquitectura menys coneguts que incloïen els que els anys 50 i 60 varen plantejar una alternativa radical al que podríem dir l'academicisme funcionalista de la postguerra. El racionalisme li havia anat de perles als poderosos per reconstruir Europa de manera ràpida, econòmica i senzilla. A més, creixia la preocupació per l'augment de la població mundial —el 1950 hi havia uns 2.500 milions de persones al món i avui s'han superat els 8.000— i es buscaven solucions per acollir la població creixent, molts cops en grans polígons de blocs tots iguals.
"Hacia los años sesenta, varios grupos se replantearon si lo que se estaba haciendo en arquitectura y urbanismo era lo mejor para responder a las nuevas necesidades de la sociedad", comenta Marzá en relación con el Grupo Internacional de Arquitectura Prospectiva (GIAP), creado en mayo de 1965 y en el que Ragon tuvo un papel relevante como divulgador. "Empezaron a investigar en el ámbito teórico, y también con propuestas prácticas, las alternativas tecnológicas e ideológicas a ese modelo. Las propuestas estaban ahí, los ingenieros demostraron que se podían hacer, pero casi nada se acabó aplicando, aunque hoy seguimos hablando", dice Marzá.
Lo que planteaban, como puede verse en la exposición, era un cambio de paradigma tan grande que se consideró visionario, utópico o fantasioso. Por ejemplo, el franco-húngaro Yona Friedman, la otra figura clave de la exposición, en su defensa de la arquitectura móvil proponía unas grandes superestructuras —entre ellas la ciudad espacial sopesa sobre la ciudad existente— en las que los ciudadanos pudieran situar sus viviendas como quisieran. Se trataba de crear una gran superestructura de servicios que fuera lo suficientemente flexible y maleable para que se pudiera adaptar a las necesidades y gustos de cada uno. También la Intrapolis del suizo Walter Jonas, un proyecto de "ciudades embudo" constituidas por una serie de construcciones cónicas que permitían concentrar la parte habitable hacia el interior, asegurando el sol a todos los residentes y aislándoles del ruido y el humo de las carreteras exteriores. Y, por último, los apartamentos vacacionales temporales y de cartón como alternativa a la depredación urbanística del litoral turístico, las viviendas subterráneas iluminadas con un sistema de distribución de la luz solar y las casas caracol que permiten añadir habitaciones a medida que crece la familia del francés Guy Rottier. O, también, las "células parasitarias" del francés Jean-Louis Chanéac, pensadas también para añadirse como setas a las construcciones existentes para aumentar su espacio.
"Si nos quedamos sólo con las formas, nos equivocaremos, porque la exposición no pretendía mostrar estas ideas más o menos visionarias, sino explicar a qué respondían estas formas, porque se planteaban hacer un edificio cónico, incorporar huertos urbanos y naturaleza en los edificios, plantear estructuras móviles y trabajar con la energía solar", comenta. "Lo interesante es que ellos no lo plantean sólo desde el punto de vista del arquitecto, la administración o el promotor que debe hacer el proyecto, sino desde el del usuario —añade Moyano—. Para ellos es el habitante quien debe decidir cómo debe vivir. Por eso no hablan sólo de formas, o de infraestructuras, sino que el concepto base es desde."
Esta centralidad del habitante es, según, Moyano, una constante en los arquitectos presentes en la exposición. "Y el hilo que les une es el pensamiento libertario -añade-. Es decir, la idea de que no se puede estructurar la ciudad desde el poder, porque cuando se hace tiende siempre a hacer una arquitectura concentracionaria, que es lo que hemos visto hasta ahora". Ellos proponen, como hacía Friedman cuando defendía la estructura urbanística de las barracas del Somorrostro frente al apilamiento con grandes bloques de la Mina, una forma más autogestionada y libre de definir la ciudad y la arquitectura.
Y el Le Corbusier del título, ¿qué pinta con esto? Al inicio de la exposición queda claro. En una pared se encuentran la biografía y los libros de Ragon sobre arquitectura y el movimiento anarquista. En la otra, fotografías y cartel del Festival de Arte de Vanguardia que se hizo en agosto de 1956 en la recién inaugurada Unidad de Habitación de Marsella de Le Corbusier y que es uno de los hitos de la arquitectura moderna. Ragon fue el comisario de la parte artística y Maurice Béjart de la de danza —imprescindible ver el vídeo del bailarín de joven bailando entre obras de arte abstracto—. Le Corbusier, que también había ideado una ciudad tubo subterránea bajo una autopista con viviendas según el gusto del usuario, es la principal inspiración al principio. Pero, después, también se convierte en la figura a combatir cuando sus miles de seguidores en todo el mundo olvidaron su espíritu de investigación y se dedicaron a clonar algunas de sus propuestas hasta el infinito. Y así hasta la fecha.