Arte

'¿Qué humanidad?': El MNAC empatiza con el dolor de las víctimas de todas las guerras

Una exposición con unas 90 obras de 80 artistas analiza el arte de posguerra en clave humanista

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'Manos levantadas', de Juli González, 'Los Vencidos', de Marc Aleu (izquierda) y 'Crucifixión', de Antonio Saura

Barcelona“Siempre hay guerra, aunque nos olvidemos. Los europeos sólo pensamos en términos europeos”, advierte Àlex Mitrani, el conservador de arte contemporáneo del Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC) y comisario de la nueva exposición temporal del museo, ¿Qué humanidad? La figura humana después de la guerra (1940-1966). Se trata de un repaso ambicioso y al mismo tiempo refinado en el arte catalán, español e internacional de posguerra, con unas noventa obras de unos ochenta artistas, como Henry Moore, Francis Bacon, Antoni Tàpies, Josep Guinovart, Antonio Saura, Manolo Millares, José María Subirachs, Jorge Oteiza, Alberto Giacometti, María Helena Vieira de Silva, Anoni Clavé, Zoran Music, Renatto Gutuso y Germaine Richier. en nuestros días”, subraya Mitrani. De hecho, la invasión de Ucrania se produjo cuando empezaban a trabajar en esta exposición, y abre sus puertas en plena guerra entre Israel y Palestina tres semanas después del ataque de Hamás a Israel.

Sin embargo, Mitrani insiste en que Qué humanidad? no es una exposición sobre la guerra sino sobre cuestiones como “la condición humana, el dolor, cómo expresar el dolor y la indignación que provoca, y cómo superarlo, cómo hablar del trauma y cómo transmitirlo a las siguientes generaciones”. "El arte de aquella época nos permite hacernos preguntas, y las posibles respuestas las desarrollará el espectador al comunicarse con las obras", subraya. Mitrani apunta que el planteamiento de la muestra avanza el “nuevo museo” en el que el MNAC se convertirá con la ampliación. “Hace muchos años que el MNAC no es un museo enciclopédico, lleva mucho tiempo inmerso en un proceso radical de transformación. El museo lleva mucho tiempo sin trabajar según los estilos, ni las categorías convencionales ni los cánones establecidos”, afirma el director del museo, Pepe Serra. “Esta exposición es una gran muestra de ello, es un gran relato visual abierto que pone al espectador en el centro y le interpela directamente”. Otro de los aspectos de los que habla Serra es la internacionalización de los artistas catalanes. “Hay diálogo real, no forzado, de esos artistas con los que queráis”, subraya. En cuanto al coste de la exposición, es de cerca de 700.000 euros, y cuenta con el patrocinio de Agrolimen.

“Vivimos en un bucle temporal”, afirma en el catálogo una de las grandes especialistas en arte y existencialismo, Sarah Wilson. “Han vuelto las acusaciones de nazi –añade–, los tanques antiguos, los edificios destruidos, el barro, el dolor y la obscenidad de la propaganda, con generaciones que huyen, familias rotas y cuerpos heridos y destrozados. Los boletines informativos otorgan a esta exposición una nueva urgencia: todo parece indicar que el pasado lo tenemos demasiado cerca”.

Uno de los 'Dibujos del cuaderno Visões de guerra, 1940- 1943', de Lasar Segall.
'Ejecución con chico (Ejecución V)' (1949), de Andrezj Wróblewski.

El poder terapéutico del arte

En esta muestra, que permanecerá abierta hasta el 11 de enero, Mitrani hace la propuesta innovadora de hacer dialogar a los artistas catalanes, españoles e internacionales sin jerarquías. No hay cuotas, sino que brillan todos. En cuanto a la cronología, el recorrido comienza en 1940 para recoger los estragos de la Guerra Civil. De hecho, la exposición es una muestra de empatía hacia las víctimas de todas las guerras. “El horror transformado en obra de arte o en comprensión cambia la forma en que experimentamos los acontecimientos”, afirma en otro de los artículos del catálogo el prestigioso neurólogo y psiquiatra Boris Cyrulnik. “El viaje por la obra de arte da al herido un vínculo hecho de palabras en el que puede compartir su historia. [...] El pintor, el escritor y el actor se dirigen al amigo perfecto, al lector invisible o al oyente que les sabrá entender a la perfección. ¡El herido ya no está solo!”, explica Cyrulnik.

El recorrido, que tiene un carácter progresivo, está dividido en siete ámbitos: El desastre, El sitio de la víctima, El monstruo y el santo, De la disolución al resurgimiento, El exilio interior –una de las partes en las que hay más artistas catalanes–, De la nostalgia primitiva a la esperanza –más alegre, porque muestra “posibilidad de reconstrucción de la humanidad a través del sueño, el mundo primitivo y la maternidad”– y Los nuevos debates. En todos ellos hay descubrimientos: El desastre representa una de las primeras ocasiones en que los dibujos de Mercè Rodoreda se pueden ver en diálogo con otros artistas, y muy cerca está uno de los dibujos aterradores que el pintor esloveno Zoran Music (1909-2005) hizo durante la liberación del campo de concentración de Dachau en el que él mismo estaba recluido. “Esta exposición busca conmover en el sentido literal. Es decir, emocionar por moverte, por generar empatía”, dice el comisario.

Las víctimas del segundo ámbito son los muertos durante los bombardeos, los judíos perseguidos, los presos republicanos maltratados en los campos de concentración franceses, las mujeres francesas represaliadas en Francia por haber tenido relaciones con alemanes y las víctimas de las bombas atómicas. Aquí destaca Los rehenes, una pintura del francés Francis Gruber con dos cadáveres y la ironía macabra de La danza del fusilamiento, una pieza recuperada del pionero de la performance en Cataluña Gonçal Sobrer (1932). Los monstruos y los santos que aparecen a continuación hacen referencia al contraste entre personajes grotescos como los dictadores e imágenes religiosas como la de la Crucifixión, una obra de Francis Bacon de la primera época.

'Los rehenes' (1946), de Francis Gruber.
'El desastre', de Maria Helena Vieira da Silva.

En De la disolución al resurgimiento se pueden ver a dos escultoras decanas como Louise Bourgeois y Germaine Richier. Son muestras de una humanidad que comienza a alzarse a pesar de las heridas, la precariedad y la opresión del exilio interior, como Silencio, de Juana Francés. El tramo final de la exposición es más luminoso, sin perder el espíritu crítico: se puede ver un Home (1945) poco conocido de Antoni Tàpies y una matérica La maternitat de Roser Bru, también poco vista. Y el final es impactante: después de un vídeo donde se ve a Niki de Saint Phalle disparando contra la tela, la escultura de Lluís Güell (1945-2005) Negre ferit de bala (1965) es de una actualidad brutal.

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