Arte

Justicia para María Blanchard, "la mejor pintora cubista"

Una retrospectiva del Museo Picasso de Málaga reivindica a una artista marginada por ser mujer y tener una discapacidad

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'La tiradora de cartas', de María Blanchard (1924–1925)

MálagaLa pintora navarra María Blanchard (Santander, 1881 - París, 1932) fue una mujer pequeña y jorobada, víctima de una enfermedad genética, la cifoescoliosis, que la marcó desde antes de nacer. Mientras que en Madrid, donde la familia se trasladó desde Santander, debía soportar las burlas de los niños y que le quisieran frotar billetes de lotería por la joroba, en París su físico quedó en segundo plano y encontró reconocimiento, así como la amistad y el apoyo de otros artistas. Uno de ellos, el mexicano Diego Rivera, recordaba que Blanchard no conseguía esconder “una cabeza realmente bellísima” ni con unas gafas con cristales sin graduación ni con un pelo despeinado.

Además de Rivera, Blanchard coincidió en París con otros grandes nombres del arte como Juan Gris, Metzinger, Lipchitz y Jean Cocteau. Esto no impidió que recibiera críticas machistas y crueles cuando murió y que su legado fuera menospreciado y cayera en el ostracismo por ser una mujer artista y, además, sufrir una discapacidad. Por eso, es importante reivindicarla con la retrospectiva que le dedica el Museo Picasso de Málaga hasta el 29 de septiembre, titulada María Blanchard. Pintora a pesar del cubismo.

'Bretona' (1910), de María Blanchard.
'La comulgante', de María Blanchard (1914).

Para José Lebrero, comisario de la muestra y director artístico del museo entre 2009 y 2023, Blanchard es “la mejor pintora cubista y la artista española más importante de la primera mitad del siglo XX”. De esta exposición, que cuenta con el patrocinio de la Fundación Unicaja, asegura que hace "justicia museística" al artista después de las retrospectivas que le dedicaron el Museo Reina Sofía en el 2013 y, en los años 80, el antiguo Museo de Arte Moderno de Madrid. La exposición incluye unos ochenta obras de unas cincuenta colecciones públicas y privadas, nacionales e internacionales, entre las que destacan La comulgante, La española, La dama del abanico, La tiradora de cartas yChica en una ventana abierta, esta última una figura femenina que sale por primera vez del Courtauld Institute de Londres.

'Composición cubista', de María Blanchard.
'Muchacha en una ventana abierta' (c. 1924), de María Blanchard.

Una pintora entre hombres vanguardistas y al mismo tiempo ramplones

El recorrido está dividido en tres ámbitos: la etapa inicial de formación en Cantabria y en Madrid, la cubista y por la que Blanchard es más reconocida, y la posterior del regreso a la orden, llena de unos personajes muchas veces humildes, impregnados de unos colores y una luz metálicos muy característicos. En París, Blanchard se reafirmó y empezó a firmar con el segundo apellido, como había hecho Picasso, pero al mismo tiempo no dejó de ser una expatriada y su encaje social y en el terreno del arte, aparición del surrealismo, fue frágil. “Se integró en la ciudad, pero no entre las mujeres que eran escritoras y actrices, que podían vivir con unas libertades que en otros sitios no se tenían; sino en el círculo de artistas cubistas, que eran todos hombres nacidos en el siglo XIX, de los que ella no sería ni modelo, ni musa, ni amante, ni esposa”, explica el comisario.

'La española', de María Blanchard.
María Blanchard en un retrato sin fechar.

María Blanchard viajó por primera vez a París en 1909, decepcionada por las críticas que su obra recibía en Madrid, a donde regresó durante los años de la Primera Guerra Mundial. Con tan poco tiempo las cosas no habían cambiado demasiado, ya raíz de las críticas feroces que recibió en la exposición colectiva pionera del cubismo organizada por Ramón Gómez de la Serna, titulada Los pintores íntegros, se instaló definitivamente en la capital francesa en 1916. Sus últimos años no fueron fáciles: fue un peso acoger a su hermana Carmen y los tres hijos, que vivían un mal momento económico, y aun así no dejó cuidar de una retahíla de pobres a quien ayudaba. “La lucha de María Blanchard fue dura, áspera, punzante, como una rama de encina. Y sin embargo, nunca fue una resentida, sino todo lo contrario, dulce, piadosa y virgen”, dijo García Lorca de ella en un homenaje póstumo.

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