Fotografía

Francesc Català-Roca, un fotógrafo visionario y enamorado de Barcelona

Enciclopèdia Catalana y el Ayuntamiento de Barcelona publican el libro póstumo 'La piel de Barcelona'

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'Rosea de Santa María del Pi' (1989) y 'Arenques del mercado de la Boqueria' (1988)

BarcelonaFrancesc Català-Roca (1922-1998) se consideraba a sí mismo como un fotógrafo del futuro. Desgraciadamente, no pudo hacer realidad un proyecto querido en el que su carácter visionario era especialmente evidente. Se trata de un foto-libro titulado La piel de Barcelona, ahora publicado por Enciclopèdia Catalana y el Ayuntamiento de Barcelona, ​​con el que Català-Roca se adelantó unos cuarenta años a los instagramers especializados en capturar detalles de sus edificios favoritos y escenas callejeras que, gracias a la casualidad, se convierten casi en un gag. "El libro aparece nuevo, renovado, para provocar la mirada de las generaciones del nuevo milenio", afirma la historiadora y comisaria del Año Catalán-Roca Laura Terré en uno de los artículos del libro de estudio que acompañaLa piel de Barcelona. “Para conocer al nuevo Català-Roca, novísimo –explica Terré–, debemos ser pacientes y leer este libro sin palabras que nos habla de un fotógrafo casi desconocido”, subraya.

La maqueta de 'La piel de Barcelona' que hizo Francesc Català-Roca.

La piel de Barcelona incluye más de 200 fotografías de Barcelona datadas entre finales de los años 40 y finales de los 80 y de los años 90. Sea como fuere, son más que una recopilación de arquitectura y paisajes urbanos: la forma en que Català-Roca hizo dialogar en las imágenes por parejas exuda ternura, ingenio, humor e ironía. Las protagonistas de muchas de ellas son las esculturas que adornan edificios conocidos como la Casa Garriga Nogués, el Hotel Europa, la Casa León Morera. También muchos de los edificios de Antoni Gaudí, aunque Català-Roca acabó desencantado porque llegó a la conclusión de que su única razón de ser era complacer a las élites. Y numerosos rótulos, gracias a los cuales uno podía identificar tiendas, vaquerías, fábricas de grifos sin necesidad de leer. Entre las parejas de imágenes destila socarronería una formada por un escaparate con fotos de boda y la imagen de la antigua tienda de preservativos La Mascota. Parece surrealista el diálogo que Català-Roca plantea entre el rosetón de Santa María del Pi y una caja de arenques vista al mercado de la Boqueria. El libro incluye una fotografía antigua, de la inauguración del pabellón Mies van der Rohe en 1929, que Català-Roca hizo dialogar con una fotografía propia del mismo edificio, y es de su hijo Martí Català Pedersen (1961-2021) la imagen de el anuncio con el que dialoga a Cristo en majestad de San Clemente de Taüll. “Como público contemporáneo, apretados de imágenes de todo tipo, comprendemos a la perfección esta novísima estética del collage aparentemente ilógico que Català-Roca planteaba en los años ochenta”, dice Terré, para quien la sucesión de imágenes del libro es como los “apuntes visuales” que el público toma con el móvil de todo lo que le llama la atención y que repasa deslizando el dedo por la pantalla del móvil.

'Publicidad en la calle' (1989) y 'Pantocrátor de San Clemente de Taüll en el Museo Nacional de Arte de Cataluña' (1985).

El deseo de Català-Roca, que también decía de sí mismo que no era un artista sino un profesional de la fotografía, es que el espectador fuera activo y completara sus trabajos con su propia interpretación, un hecho esencial para adentrarlo se en los dípticos de La piel de Barcelona. "Català-Roca tenía clarísimo que quería contar cosas, pero no quería que lo tuvieras fácil, quería que te adentraras en las imágenes, que tuvieras una actitud proactiva, que pensaras", afirma su hijo, Andreu Català Pedersen, que trabajó con él durante veinte años: "Català-Roca fue siempre un vanguardista", subraya La formación del fotógrafo estuvo marcada por el trabajo que estuvo junto a su padre, Català-Pic, conocido por la complejidad de sus fotomontajes, algunos de ellos con un aire expresionista, y también le benefició el bagaje que había conseguido durante sus viajes por toda Europa y la biblioteca extraordinaria que reunió a lo largo de los años. público todavía no es consciente de toda la grandeza del legado de su padre, algo a lo que podría haber contribuido la existencia de un Centro Nacional de Fotografía en Cataluña, también en el ámbito internacional, esto último una asignatura pendiente no sólo por en Català-Roca sino por otros referentes de su generación como Oriol Maspons, Leopoldo Pomés, Xavier Miserachs, Colita y Ramón Masats. Asimismo, Català Pedersen ve a su padre como “un fotógrafo más completo” que grandes referentes como Henri Cartier-Bresson. “Català-Roca era capaz de revelar los carretes en el laboratorio, positivar, reencuadrar las fotografías, utilizar ópticas diferentes, así como muchas técnicas y trucos que había aprendido junto a su padre”, dice Català Pedersen. Otro rasgo que llama la atención de La piel de Barcelona es la convivencia de fotografías en blanco y negro y en color: Català-Roca se adentró en ella fruto de la relación que tuvo con Joan Miró, y decía que si la fotografía hubiera sido inventada en color nadie habría echado de menos al blanco y negro. “Dejó el blanco y negro en 1973, cuando llevaba 25 años independizado, e hizo fotos en color durante más de dos décadas, así que tenemos la gran suerte de otro Català-Roca por descubrir”, dice Catalán Pedersen.

'Sombra en un edificio de la Rambla' (c. 1987) y 'Sombra en el suelo del paseo de Gràcia' (1983).

En cuanto a futuras exposiciones para seguir difundiendo el legado de Català-Roca, pueden ser tres: una en la Fundación Joan Miró en 2025, coincidiendo con el 50 aniversario de la institución, otra en 2026 coincidiendo con el Congreso Mundial de la Unión Internacional de Arquitectos en Barcelona y una gran retrospectiva en el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC) en 2027.

La "anarquía arquitectónica" de Barcelona

La piel de Barcelona es un canto de amor en la ciudad. En sus memorias, el propio artista explicaba que amaba Barcelona “igual” que su Valls natal, como dejó escrito en sus memorias, publicadas por Edicions 62, y que sus recuerdos más vivos se remontaban a cuando su familia había decidido mudarse cuando él tenía nueve años. “En Barcelona encuentro una «anarquía» arquitectónica que, aunque años atrás era un enemigo, ahora me gusta mucho, especialmente la del Eixample. Y del Eixample, por poner aún más ejemplos concretos, lo que más me gusta son los árboles. Un elemento que rompe la monotonía. Si no fuera por los árboles, en muchas ocasiones la arquitectura del Eixample te caería encima”, escribió también Català-Roca, y también dejó constancia de que quería hacer un fotolibro comparativo de Mies van der Rohe y Antoni Gaudí y un otro titulado Barcelo-Nines, para recoger la gran cantidad de figuras de mujeres que había encontrado en las fachadas de toda Barcelona.

'Puerta de entrada al Palau Güell' (c. 1953) y 'Trencadís de la Sagrada Família' (1987).

Asimismo, La piel de Barcelona es el quinto libro de Català-Roca sobre Barcelona, ​​después de los que hizo con textos de Luis Romero, Josep Maria Espinàs, Pere Calders y Joan Barril. “Con el libro con textos de Romero, Català-Roca se adelantó a William Klein y Robert Frank, que empezaron los libros de ciudades como Nueva York y París, y lo hizo con más mérito, porque las influencias internacionales no llegaron a España hasta 1956”, dice Català Pedersen.

El origen de publicar La piel de Barcelona se remonta a la propuesta que Enciclopèdia hizo a Català-Pedersen para publicar un libro sobre su padre coincidiendo con su centenario. Como los actos conmemorativos tuvieron que celebrarse en pandemia, no se pudo realizar una gran exposición monográfica: La piel de Barcelona es, por tanto, “la joya de la corona” del centenario. En vez del libro sobre fotografía de arquitectura, Català Pedersen recordó que existía la maqueta de este libro que Català-Roca había guardado en un armario que el fotógrafo tenía en su estudio y que él llamaba “la incubadora”. Era "el lugar donde nacían todas las ideas de sus nuevos libros", entre los materiales que estuvieron depositados en el Colegio de Arquitectos de Cataluña (COAC) entre el 2008 y el año pasado, hasta que el departamento de Cultura de la Generalitat compró el Fons Català-Roca el año pasado por 2 millones de euros.

El proceso de edición de la maqueta fue “largo y difícil”, como recoge el libro de estudio, porque la mayoría de negativos se tuvieron que limpiar, restaurar, escanear y editar digitalmente para ser fieles al máximo a Catalán-Roca. Asimismo, también recoge una decena de dobles páginas que no se pudieron recuperar, y los pies de todas las parejas del libro, porque Català-Roca no quería que el texto "ensuciara" las imágenes, añade Català Pedersen. Y el trabajo con Enciclopèdia Catalana podría continuar con un libro de Català-Roca sobre Nueva York.

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