William Eggleston, el padre de la fotografía en color y la inspiración de David Lynch
El centro Kbr de la Fundación Mapfre le dedica una ambiciosa exposición
BarcelonaEn tiempo del pop art, una naturaleza muerta puede consistir en el congelador de la nevera lleno de cajas de comida, en una botella de coca-cola solitaria o en los restos de comida dentro del plato después de una comida. O en una botella de ketchup y un salero aseados en una mesa vacía de un restaurante cualquiera. Y los centros comerciales, las gasolineras, los cines y los rótulos luminosos de todo tipo de establecimientos son los hitos más icónicos. Todo, por supuesto, debe ser en color, como puede verse en la ambiciosa exposición que el Kbr de la Fundación Mapfre dedica hasta el 28 de enero al fotógrafo estadounidense William Eggleston (Memphis, 1939), un pionero de la fotografía en color y uno de los artistas más importantes del siglo XX.
La exposición lleva por título El misterio de lo cotidiano porque las imágenes de Eggleston a menudo parecen fragmentos mudos de unas historias latentes en las que los visitantes están llamados a profundizar. "En los años setenta a Eggleston le consideraron un extraterrestre, porque entonces, y durante la década siguiente, la fotografía artística solo se concebía en blanco y negro", afirma el comisario de la muestra, Felix Hoffmann. Entonces, el color estaba reservado a la fotografía publicitaria, que era considerada vulgar, así que la crítica le hizo pagar cara la osadía a Eggleston cuando en 1976 expuso en el MoMA setenta y cinco fotografías tomadas con transferencia de tintas, una técnica que él encontraba "exquisita". Fue la primera exposición de fotografía en color organizada por el museo. "Esa exposición no fue bien recibida ni por el público ni por la crítica, que la calificó de banal e indigna de un museo como el MoMA", explica el comisario.
Aun así, aquella exposición marcó un punto de inflexión en el reconocimiento de la fotografía en color como una forma de expresión artística. A lo largo de las siguientes décadas, la obra de Eggleston fue considerada como "un espejo brutal" de la vida norteamericana, a veces por cómo retrató los barrios de afroamericanos de Memphis donde iba a escuchar jazz, otra de sus pasiones. Además, sus colores saturados han dejado huella en creadores como los cineastas David Lynch, Gus Van Sant, Sofia Coppola y los hermanos Cohen, y los fotógrafos Martin Parr y Juergen Teller. "Con la introducción del color, que Eggleston trabajaba en paralelo al blanco y negro, dio la vuelta completamente a la historia de la fotografía", afirma Carlos Gollonet, conservador jefe de fotografía de la Fundación Mapfre. Precisamente, la exposición tiene el valor añadido de presentar por primera vez las fotografías en blanco y negro que tomó entre los años 1963 y 1968, fruto de su admiración por fotógrafos como Henri Cartier-Bresson, Walker Evans y Ansel Adams.
A William Eggleston, entre otros fotógrafos, se le ha comparado con Edward Hopper, como ocurrió en una exposición sobre la relación entre el pintor estadounidense y la fotografía en el Museo Folkwang de Essen (Alemania) en los años noventa, considerados todos ellos unos "místicos de lo trivial", autores de unas imágenes que "están exactamente en la línea que separa el mundo exterior del mundo interior", como dijo la crítica. Sin embargo, él no ha dado muchas pistas para interpretar sus trabajos: "A menudo la gente me pregunta qué estoy fotografiando, algo que es difícil de contestar. Lo mejor que se me ha ocurrido es decir «La vida, hoy»", dice Eggleston.
El hijo rebelde de una familia acomodada
Hijo de una familia aristocrática, la formación inicial de William Eggleston pasó por el dibujo y la música. Comenzó diferentes carreras, pero no se graduó en ninguna, aunque llegó a ejercer de profesor de fotografía artística en la Universidad Harvard. Fue durante los años universitarios cuando se compró una cámara y se enganchó a la fotografía, a diferencia de lo que le había ocurrido cuando tenía unos diez años y le regalaron la primera cámara. Se mudó a Nueva York en 1967, y para continuar con la fotografía en color y presentarla en el MoMA contó con el apoyo de algunos colegas como Diane Arbus, Garry Winogrand y Lee Friedlander. El recorrido de la exposición está organizado cronológicamente. Después de las fotografías en blanco y negro se puede ver una parte de la serie Los Alamos (1965-1974), y una selección de las imágenes de The outlands, provenientes de las diapositivas, que hasta ahora no se habían pasado a papel y que formaron parte de la polémica exposición del MoMA.