Pensamiento

Somos generosos y solidarios por naturaleza (si lo intentamos)

El historiador superventas Rutger Bregman explica en 'La humanidad' que la revolución empieza cambiando la manera de vernos

Rutger Bregman
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BarcelonaLa gente, en el fondo, es bastante decente. La creencia que, por naturaleza, somos egoístas, asustadizos y agresivos es un mito alimentado durante siglos: "Esta imagen negativa de la humanidad es un nocebo", afirma convencido Rutger Bregman (Países Bajos, 1988) en La humanidad. Es decir, lo contrario del placebo: tiene consecuencias negativas porque nos lo creemos.

El ensayista, historiador y pensador neerlandés se dio a conocer con el bestseller Utopía para realistas (Salamandra), donde demostraba con diferentes experimentos en todo el mundo cómo se podría erradicar la pobreza con una renta mínima universal. Pero mientras presentaba el libro se encontró con que la reacción de muchos lectores era que no se acababan de creer que la renta mínima funcionaría, porque la naturaleza humana no es ni generosa ni bondadosa. "Entonces me di cuenta de que si quería convencer de que era posible otra educación, otro sistema penitenciario, democracia o economía, primero tenía que conseguir cambiar el punto de vista sobre la naturaleza humana", dice.

Durante seis años se dedicó obsesivamente –pensaba día y noche, dice– a escribir La humanidad. Una nueva esperanza (Anagrama). El pensador aporta mucha documentación y cuestiona también algunos experimentos científicos para dinamitar la idea de que sin una autoridad nos destruiríamos los unos a los otros. En el libro dice que el egoísmo no sale solo, sino que se aprende. Propone otras maneras de trabajar, porque la manera actual (sin libertad, sin juego, sin motivación intrínseca) hace que cada vez haya más gente depresiva. Bregman ya escandalizó a las grandes fortunas cuando lo invitaron a Davos en 2019 y les dijo que en vez de debatir sobre proyectos "estúpidos" de filantropía, lo que tenían que hacer era centrarse en el problema real de la evasión de impuestos y asegurarse de que los ricos aporten lo que les toca. Ahora asegura que hay motivos para ser optimistas. A Davos, por cierto, ya no le han vuelto a invitar.

¿Por qué tenemos una imagen negativa?

La manipulación, los 'reality' y las noticias

El señor de las moscas es una novela distópica de 1954 de William Golding, que narra cómo un grupo de chicos británicos quedan atrapados en una isla desierta e intentan autogobernarse con resultados desastrosos. Golding no tenía mucha fe en la humanidad y llegó a afirmar que "el ser humano produce mal como una abeja produce miel". El historiador neerlandés explica, para contradecir a Golding, una historia real: la de un grupo de estudiantes que sobrevivieron durante quince meses y supieron autogobernarse en la isla de Ata (Tonga), donde naufragaron el 11 de septiembre de 1966. Bregman incluso se entrevistó con dos supervivientes de aquella aventura, uno de los chicos que naufragó y el capitán del barco que los rescató.

El autor aporta muchos más ejemplos, sobre todo de experimentos científicos, y ofrece nuevos puntos de vista sobre los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial; cómo los desastres generan oleadas de colaboración y una gran resiliencia. Bregman aconseja no ver las noticias porque "no son buenas para la democracia", pero defiende "el buen periodismo": "Las noticias muestran incidentes, a veces son puro sensacionalismo, se centran en excepciones, nos dan una imagen deformada –asegura–. El buen periodismo, en cambio, te da perspectiva, no solo pone el foco en los problemas, sino que también propone posibles soluciones". El historiador recomienda empezar el diario por el final y sobre todo leerlo el fin de semana: "Si una noticia caduca rápidamente es que no vale la pena", añade.

¿Una democracia auténtica?

Más allá del capitalismo y del comunismo

Bregman es rotundo: "No tenemos una democracia real, votamos a una aristocracia, escogemos a unos dirigentes para que tomen decisiones". El autor cree que el poder corrompe: "Los poderosos piensan que el resto son como ellos: se miran al espejo y ven a alguien egoísta. Pero la mayoría de la gente es mucho más decente, el poder les hace pensar lo peor de los demás". Ahora bien, si la democracia que tenemos no es el mejor sistema, ¿qué alternativas hay? El historiador propone la democracia participativa. "Hay centenares de ejemplos que han funcionado, de ciudadanos que se han sentado en una mesa y han llegado a compromisos, pero supongo que explicar esto es aburrido comparado con los escándalos de la política".

No se trata, según Bregman, ni de comunismo ni de capitalismo ni de anarquismo: "Mi generación tiene otro punto de vista, va más allá, hay otra vía". Y aporta, entre otras ideas, los bienes comunales. Es decir, que los bienes sean propiedad de la ciudadanía y el beneficio que se obtenga de ellos recaiga en la comunidad de vecinos que vive allí. El historiador cita como ejemplo el caso de Alaska, donde en 1976 el gobierno decidió repartir los dividendos que generaba el petróleo entre la ciudadanía.

¿Podemos confiar en los demás?

El autor cree que estamos preparados para la revolución

Bregman cree que sí, que estamos preparados para un gran cambio. El libro surge también, explica, porque desde la antropología hasta la arqueología, pasando por la sociología y la historia, se están cuestionando realidades asumidas durante décadas y las nuevas teorías son más esperanzadoras: "¿Qué nos hace especiales a los humanos, por qué hemos sobrevivido? No somos mucho más inteligentes. Lo que nos hace diferentes es nuestra habilidad para cooperar, el trabajo en equipo; quizás los neandertales eran más inteligentes individualmente pero nosotros lo somos colectivamente". A diferencia de la crisis financiera del 2008, Bregman cree que ahora sí que hay nuevas ideas y alternativas y que vivimos el final del neoliberalismo: "Hay un nuevo movimiento progresista preparado para cambiar el mundo; son tiempos aterradores porque los riesgos son enormes, pero las nuevas generaciones están más abiertas a ideas radicales, la sociedad está cambiando".

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