Eudald Carbonell: "Me interesaría mucho poder revivir a un neandertal"
Arqueólogo, codirector del yacimiento de Atapuerca
BarcelonaSi 40 años atrás alguien hubiera dicho que hace 300.000 años se practicaban rituales funerarios, la respuesta habría sido una mirada escéptica. En aquel momento tampoco se sabía que había existido el Homo antecesor, una especie humana descubierta en 1990 en Atapuerca (Burgos). Y habría habido alguna mofa ante la afirmación de que nos podríamos ver reflejados en un rostro de hace más de 1,2 millones de años. Atapuerca no tiene final: si se sabe mirar, se encuentran nuevas pistas sobre nuestros orígenes porque allí están los restos de hasta cinco homínidos diferentes. Eudald Carbonell (Ribes de Freser, 1953) tenía 25 años cuando llegó a este yacimiento y ha participado en estos y muchos más descubrimientos a lo largo de 44 años. Antes ya hacía trabajo de campo, porque con 12 años ya participaba en "excavaciones piratas".
A punto de cumplir 70, ha anunciado que en agosto del año que viene se jubilará. Esto no quiere decir parar. De hecho, cuando lo entrevistamos, por teléfono, acaba de llegar de la Bauma dels Fadrins, cerca de Queralbs, y descansa poco antes de presentar una nueva exposición. "Me jubilaré de las responsabilidades y podré dedicarme a hacer lo que quiera", asegura después de una mañana excavando en los Pirineos con un sol tórrido. Carbonell pasa parte del verano en Catalunya, pero vive en Burgos, donde dirige desde 1991, con Juan Luis Arsuaga y José Maria Bermúdez de Castro, el proyecto de Atapuerca. Arqueólogo, doctor en geología por la Universidad Pierre et Marie Curie y en historia por la Universitat de Barcelona, y licenciado en Filosofía y Letras por la Universitat Autònoma de Barcelona, es un autor prolífico que ha investigado mucho sobre el pasado, pero que también se imagina el futuro.
¿El yacimiento de Atapuerca le ha hecho replantearse muchas cosas a lo largo de estos 44 años?
— Atapuerca me ha hecho cambiar muchas ideas como investigador, pero también ha contribuido a dar a conocer mucho mejor la evolución humana con todos los descubrimientos secuenciales y todos los artículos científicos publicados. Hay muchos nuevos conceptos que eran totalmente desconocidos cuando yo estudiaba. Que hubiera rituales mortuorios hace medio millón de años era impensable y también lo era que hace medio millón de años hubiera un lenguaje complejo. Ni se sabía tampoco que las primeras comunidades humanas que socializaron en Europa eran tan antiguas. Atapuerca nos ha cambiado a todos.
Cuanto más se sabe, más crece nuestro respeto por nuestros ancestros...
— Es fundamental saber que hace medio millón de años podían tener un lenguaje complejo y no se comunicaban con simples señas; podían tener una sociedad organizada estructuralmente. Tenían también una conciencia sobre la mortandad.
En julio encontraron en Atapuerca la cara de un homínido que vivió hace entre 1,2 y 1,4 millones de años y que es el más antiguo de Europa. Ahora reconstruirán su rostro. ¿Nos sorprenderá?
— Cuando a esta cara se le puedan poner tejidos y expresiones humanas descubriremos que no hemos cambiado mucho. La cara que saldrá será el espejo de nuestra cara.
A lo largo de la historia ha habido desastres climáticos y pandemias, pero el ser humano siempre se ha adaptado y ha inventado para sobrevivir. ¿Esto continuará siendo así?
— Este híbrido que somos nosotros siempre ha tenido herramientas y técnicas que lo han ayudado a sobrevivir, pero nunca ha acumulado el poder destructivo, y me refiero a las armas nucleares, que tenemos nosotros. Hoy podemos destruir la vida humana. Tenemos muchos recursos, pero hemos acelerado tanto la historia que nuestro problema es cómo resolver los problemas que nosotros mismos hemos generado. Somos una especie en periodo de colapso, pero esto no quiere decir que nos extinguimos. Si lo hacemos medianamente bien, después del colapso vendrá otro periodo de adaptación, porque los seres humanos somos muy adaptables.
¿Cómo será este colapso?
— Ya estamos en este colapso, porque no somos capaces de solucionar los problemas que generamos. La globalización es un gran error porque se carga la diversidad. Sin diversidad, si tomas el camino equivocado, no quedan alternativas, porque todo es uniforme.
¿Esta adaptación producirá cambios en nuestra especie?
— Puede haber muchos escenarios. El ideal sería generar diversidad humana. A finales de este siglo o principios del próximo, habrá nuevas subespecies de humanos. Los conservadores, que no habrán cambiado o no habrán querido cambiar, los modificados genéticamente y los que habrán sido modificados en un laboratorio, los cíborgs. Si queremos sobrevivir tenemos que generar diversidad como hace 40.000 años, cuando había cinco o seis subespecies de humanos sapiens.
¿Tenemos menos conciencia colectiva que nuestros ancestros?
— No, al contrario, si no ya se habrían lanzado más bombas atómicas. Cada vez estamos más socializados, el individualismo no tiene ninguna salida y no se puede volver atrás.
¿El problema es la globalización o que está mal planteada?
— El problema es la globalización, porque uniformiza el mundo. Tendríamos que pensar en una planetarización. Entender el planeta como un conjunto de interacciones en el cual se crea diversidad.
¿Por qué es tan importante la diversidad?
— La diversidad nos ha permitido sobrevivir a la pandemia. La diversidad nos ha permitido adaptarnos al frío y al calor. Son culturas y sistemas de información varios que saben cómo adaptarse a entornos adversos. Si todo es uniforme y perdemos esta diversidad, nadie sabrá como adaptarse a situaciones diferentes. La pérdida de esta información es la pérdida de nuestro futuro como seres humanos.
¿Qué podemos aprender de colapsos anteriores?
— Antes han colapsado otras civilizaciones, como con la caída del Imperio Romano. Estuvo ligada a la deslocalización de la agricultura, a un pequeño cambio climático y a la peste justiniana. Sucede cuando la estructura creada ya no soluciona los problemas. Ahora pasa con el capitalismo, que no es capaz de resolver los problemas que genera y, por lo tanto, colapsará. Se está muriendo porque no soluciona los problemas ni individuales ni colectivos, es como un viejo organismo que ya no funciona.
En el documental Des-extinción usted defendía que era posible revivir especies extinguidas.
— Sí, se puede hacer y ya se ha hecho. Se recuperó una subespecie extinguida, la cabra salvaje pirenaica [una cabra de grandes dimensiones que vagaba por los los Pirineos hasta que murió el último ejemplar en 1999; en 2003 se hizo revivir, pero el neonato no sobrevivió muchos minutos].
¿Qué especies sería interesante revivir?
— Ahora se está intentando revivir a los mamuts y tiene interés porque pueden hacer bajar la temperatura pisando el permafrost, y esto sería una buena noticia para ayudar a parar el cambio climático. Personalmente me interesaría mucho revivir a un neandertal.
¿Y esto es posible?
— Sí, existen los conocimientos para hacerlo, pero es una utopía. Me interesaría porque podríamos comprobar que su capacidad o conciencia no es tan diferente de la nuestra.
En el pasado se ninguneó mucho a los neandertales.
— Y nosotros trabajamos mucho para que se reconociera su inteligencia. Hace treinta años fuimos los primeros en discutir concepciones muy anticuadas, fuimos la punta de lanza.
¿Qué le ha aportado Atapuerca?
— Es brutal lo que me ha aportado. Es como aquello del perro que tiene la cara del amo. Nos ha permitido apreciar la importancia de la evolución humana para construir el mundo actual. Atapuerca me ha hecho como soy.
Tiene esperanza en el ser humano.
— Es lo que nos queda. Tengo esperanza porque sé que nos podemos mejorar, tenemos capacidades innatas y adquiridas que, cuando son utilizadas de manera crítica e inteligente, nos permiten cambiar el mundo, transformarlo.