Eliminar las lecturas obligatorias en la selectividad: perdemos una sábana en cada colada
BarcelonaMe revienta estar escribiendo este artículo. La periodista cultural de turno haciendo la reivindicación de turno; me aburro a mí misma. Lo he intentado, ¿eh? He intentado escribir sobre otra cosa, había escogido Mafalda, pero habrá que esperar a la próxima semana. Vuelvo a la carga: no hace ni tres semanas que hablaba de la importancia de los maestros y de las lecturas que hacemos mientras estudiamos, y hoy santo volvamos a ello. Como podéis imaginar, el artículo parte de la eliminación de las lecturas obligatorias en la convocatoria de las PAU del próximo año.
Y es que creo que es muy grande. No es que haya venido alguien ajeno a nosotros a decirnos que bastante de La plaza del Diamante en la selectividad, no, es que lo han decidido el Consejo Interuniversitario de Cataluña (CIC) y la conselleria de Educación. Exacto, de educación. Exacto, la que ha trabajado a fondo, conjuntamente con la conselleria de Cultura, el Plan Nacional del Libro y la Lectura. Quizás me precipito, corrígeme si me equivoco, pero yo diría que, si elaboras un plan como éste, es que has entendido lo importante que es la lectura, y lo importante que es la literatura de un país. Has entendido incluso que hay libros que conforman nuestra cultura y nuestra identidad. También es muy posible que consideres que leer nos hace desarrollar el pensamiento crítico, y que la comprensión lectora es una herramienta bastante eficiente para ir por el mundo (ya está, ya he dicho "comprensión lectora": ¡han cantado bingo!). Para ser justa, también es posible que tengas argumentos que te parezcan válidos para tomar una decisión como esta (que, por otra parte, quizás deberías haber expuesto), y quizás también querrías que la periodista cultural de turno detalle que la medida no afecta a todos los estudiantes, sólo a aquellos que no cursen específicamente una asignatura optativa de literatura catalana o literatura castellana. Quisiera que la periodista en cuestión añadiera, además, que sí habrá educación literaria en el examen, porque estos alumnos tendrán que responder a preguntas sobre unos textos breves.
Ante esto, ya he oído unos cuantos "Claro, es que no hay para tanto", o "Sois unos exagerados, total son cuatro lecturas". Pues lo siento, pero no. Ya es suficiente. Aquí vamos perdiendo sábanas en cada colada y yo, qué queréis que os diga, soy friolera: nos acabaremos quedando a la intemperie, tanto considerar que no pasa nada si sacamos unas lecturas de aquí y unas de allá. Cuando salen los resultados del informe PISA, nos ponemos las manos en la cabeza, pero después somos capaces de tonterías como ésta, y todavía nos sorprendemos de la pérdida de competencias lectoras. Hace un par de semanas, participé en un seminario de una universidad, y los profesores que asistían estaban desesperados: explicaban que no hay forma de hacer que los alumnos lean, que los libros formen parte del temario. Parecían a punto de echar la toalla, y los entiendo, pero no puede ser. Diré algo seguramente impopular: no podemos renunciar a la lectura en los ámbitos educativos, y si los alumnos no quieren leer, debemos obligarles a hacerlo. Es verdad, reconozco que "lecturas obligatorias" es un concepto muy poco sexy, y yo también tengo atravesados algunos libros que tuve que tragar, pero los terminé, y ya está. No significaron ningún drama para mí, y no me entra en la cabeza que deba serlo tampoco para los estudiantes de hoy. Dicho esto, dejo el artículo aquí, antes de que me ponga a hablar de la cultura del esfuerzo.