Literatura

El escritor más humano del mundo

Coherente con su cosmovisión literaria, Josep Maria Espinàs lleva a cabo, en 'Nuestros objetos de cada día', una inmersión en la cotidianidad en la que nada escapa de su mirada

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Grafite en Bucarest que reproduce el cuadro de René Magritte 'La traición de las imágenes'
  • Josep Maria Espinàs
  • Ediciones Proa
  • 212 páginas / 18,90 euros

En 1964, Edicions 62 publicó Diccionario para ociosos, de Joan Fuster. El material original provenía, en muchos casos, de artículos de prensa que el autor recopilaba, a fin de dotarlos de un sentido unitario. En ese momento Fuster ya era un articulista conocido y polémico, que sabía mimar las turgencias de la actualidad con un punto de vista a veces sorprendente. Diccionario para ociosos, precisamente, se caracteriza por amalgamar, aprovechando el mecanismo tumultuoso pero estrictamente jerárquico del orden alfabético, una serie reflexiones sobre nuestro mundo de cada día. Éstas podían ir desde el amor (“un invento del siglo XIII”) hasta el silencio, pasando por entradas más definitorias del pensamiento del autor, como el escepticismo o las ideas. Entre todos aquellos textos, que todavía se leen con placer, figuraban algunas disquisiciones singulares, como por ejemplo unas líneas irónicas, con perspectiva histórica, sobre las sillas. “Parece, en efecto, que nuestra gente –especulaba Fuster– se ha sentado siempre sobre artefactos cuya característica primera ha sido el formato inhóspito”.

No sé si el autor de Causarse de esperar, desde la mirada siempre ácida del ensayista, inauguraba así un género o subgénero que ha tenido la culminación, de momento, en la tetralogía de Karl Ove Knausgård conocida como el Cuarteto de las estaciones. En los cuatro volúmenes de la serie (uno por cada estación del año), publicada por Anagrama en castellano, Knausgård aborda experiencias y utensilios de su vida cotidiana, de las bolsas de plástico en los chicles, de los piojos en los teléfonos. Es esta promiscuidad reveladora y fructífera lo que llevó a Daniel Swift a proclamar al escritor noruego como “el más humano del mundo”.

Desacralizar los objetos domésticos

En 1981 Edicions 62 publicó Nuestros objetos de todos los días, de Josep Maria Espinàs. Éste es el volumen que revisó el autor antes de morir y que ahora reedita Proa. En la línea del mejor Fuster, y avanzándose a Knausgård, Espinazo, coherente con su cosmovisión literaria, lleva a cabo una inmersión en la cotidianidad en la que nada escapa de la mirada del escritor: de la bañera a la bata y las zapatillas, del cinturón a la corbata, de los palillos en los espejos, del cepillo de dientes en el termómetro. Espinàs pasea una mirada curiosa y sorprendida que viene a proponer al lector contemplar el mundo de cada día con ojos renovados. "El hombre -concluye- no ha renunciado del todo a su vocación de entronizar los objetos que le acompañan en la intimidad".

Pero Espinàs no quiere truenos: la suya es una pesquisa desacralizadora. Hay ternura y humor a la hora de evaluar el significado y el uso de los objetos domésticos, pero también una cierta voluntad de hacer pensar sobre cómo interaccionamos con ellos. A propósito de los libros, por ejemplo –objeto emblemático como pocos–, afirma: “Los libros demasiado lujosos –como las mujeres demasiado maquilladas y los hombres demasiado elegantes– me molestan más bien. Los libros deben ser, por mi gusto, fácilmente “tratables”, sin el miedo a descomponerlos, exactamente como las personas”. Toda una filosofía.

Quizá Nuestros objetos de todos los días haya envejecido un poco mal. Algunas referencias, como la moda de llevar bufanda de los jóvenes de los años 70 o la persistencia de los relojes de pared o las carteras de mano, suenan irrevocablemente en otra época. Pero esto no tiene importancia cuando lo que se pretende es inventariar los distintos estratos de la vida diaria, la psicopatología de las rutinas humanas.

Sí, Espinàs también es "el más humano del mundo". Y en libros como éste hace su cima.

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