Cómo llegar hasta la ciudad amurallada del nuevo Murakami
El autor de 'Tokio blues' se mueve entre la realidad más palpable, la fantasía que escapa de toda lógica y la literatura de misterio en la novela 'La ciudad y sus murallas inciertas'
- Haruki Murakami
- Empúries / Tusquets
- Traducción de Albert Nolla
- 450 páginas / 22,90 euros
Después de seis años de silencio narrativo, la vuelta a la novela del escritor japonés Haruki Murakami (Kyoto, 1949) con La ciudad y sus murallas inciertas es un motivo de celebración. El protagonista y narrador de este libro poco se imagina que la chica de la que se ha enamorado está a punto de desaparecer de su vida, no sin antes enviarle una carta de despedida en pleno otoño. Con el tiempo y una caña, él tratará de buscarla pero cuando la encontrará nada será como él pensaba. Entre la realidad más palpable, la fantasía que escapa de toda lógica y toques de literatura de misterio, La ciudad y sus murallas inciertas habla de los trastornos emocionales que afectan a la construcción de una identidad, de los papeles invertidos entre la persona y su sombra (el subconsciente, el alter ego), de autoconfinamiento y de las posibilidades infinitas de la ficción, de los libros y de las bibliotecas que los acogen, de la melancolía de la libertad y de la filosofía oriental basada en el permanente cambio.
El autor de Tokio blues hace avanzar la trama de la novela a partir de los encuentros escasos entre dos personajes sin nombre, que se han conocido durante un concurso de alumnos de varios institutos. Cuando se ven, sentados bajo una glicina de un parque o paseando por la orilla de un río, la chica le habla de una ciudad extraña y amurallada, ubicada en otro mundo. Con el tiempo ella le acaba confesando la sensación de que su verdadero yo vive en esta misteriosa ciudad, puesto que en el mundo real sólo se siente una sombra efímera y en el mundo amurallado la gente vive separada de las sombras. Le confiesa también que sufre ataques de pánico y depresión. Las sombras separadas se debilitan paulatinamente con el tiempo y finalmente mueren. Las personas que viven en la ciudad amurallada no experimentan conflictos, curiosidad ni arrepentimiento, pero falta algo: sustancia. Ir al otro lado del muro requiere determinación, fe y fuerza física.
Por este motivo –y éste es un tema crucial de la novela–, para convertirse en habitante de esta otra ciudad hay que desprenderse de las sombras. Él tiene 17 años y se autodenomina Boku, que es un pronombre personal utilizado sólo por hombres para hablar de sí mismos equivalente a nuestro "yo". Ella, que tiene 16, se hace llamar Kimi, que quiere tiro "tú". De mayor, el Boku se convierte en un Watashi, el pronombre personal adulto para el "yo". Tiene 45 años y se hace preguntas en cadena. Pero la más importante es si existe en este mundo algo parecido a un muro entre la realidad y la irrealidad. Murakami sabe que para escribir de forma realista es necesario incluir la irrealidad y tratar los dos conceptos como equivalentes.
Quietud versus transformación
Los protagonistas de La ciudad y sus murallas inciertas se plantean su sitio en el mundo. Mientras que en la primera parte –basada en una narración breve homónima de Murakami publicada en 1980 en la revista literaria Bugakukai– sólo están los dos jóvenes y sus respectivos contextos, en la segunda –el protagonista deja el trabajo para trabajar en una biblioteca de la jefatura de Fukushima, hace el trabajo de un "lector de sueños"– y tercera parte –la trama vuelve a la ciudad amurallada–, Murakami llena la novela de muchos más personajes, muchas más capas y, en consecuencia, muchas más opciones interpretativas por parte de un lector que llega a su fin con una sensación borrosa de irrealidad.
En la medida en que toda ciudad es un organismo vivo en expansión permanente, Murakami habla en la novela de una "plaga interminable" que, de entrada, puede hacer pensar al lector en la cóvid-19, pero no : el escritor se refiere a una plaga del alma que construye un muro en quien la sufre. Porque la conclusión radical de La ciudad y sus murallas inciertas es que la verdad no está en la quietud fija, sino en la transformación incesante. Y, aunque Murakami es contrario a añadir epílogos a sus novelas porque en la mayoría de los casos le da la impresión de que son una especie de aclaración, a Las ciudades y sus murallas inciertas cambia de opinión porque le parece "que esta obra sí pide cierta explicación". Una interpretación que comienza con la evolución del relato desde que se publicó en formato narración breve en 1980 y se alarga hasta su reescritura desde la base en pleno confinamiento en 2020, que le ha ocupado tres años a tiempo completo. Con la sensación física de haber sido "un lector de sueños leyendo sueños antiguos en una biblioteca", Murakami ha escrito, seguramente, su más moderna novela.