Literatura

¿Quién es el otro Murakami (y por qué vale la pena leerlo)?

Maestro del 'psicothriller', Ryu Murakami vuelve a estar de actualidad gracias a la nueva traducción de una de sus mejores novelas, 'Sopa de miso'

Fotograma de 'Audition', película de Takashi Miike que adapta una novela de Ryu Murakami
03/01/2025
3 min

BarcelonaAunque comparten apellido y generación literaria, son muchas las diferencias entre Ryu y Haruki Murakami. Si Haruki es a estas alturas conocido en todo el mundo gracias a novelas como Tokio Blues y la reciente La ciudad y sus murallas inciertas (Empúries/Tusquets, 2024), a Ryu lleva años cuesta seguirle la pista, aunque en Japón siga publicando con regularidad (la última novela, Youtuber, apareció en el 2023). Ambos melómanos, el primero es aficionado al pop, al jazz ya la música clásica, y el segundo se decanta por el rock y la salsa: durante años, de hecho, fue propietario de un sello discográfico especializado en ritmos latinos. Si Haruki no puede vivir sin salir a correr todos los días, Ryu practica el tenis y el submarinismo, y sigue con devoción las carreras de fórmula 1. Los lectores de Haruki Murakami saben que en sus novelas se desdibujan las fronteras entre realidad y fantasía. Los de Ryu se encuentran historias perturbadoras ambientadas en los bajos fondos de Tokio donde abundan tres ingredientes: la violencia, el sexo y las drogas.

Ryu Murakami (Sasebo, 1952) podría ser el hermano pequeño y vengativo de Haruki Murakami (Kyoto, 1949), pero en realidad no les une ningún vínculo familiar. "Fui uno de esos chicos extraños que canalizó la energía destructiva y la rabia hacia el arte", explicaba Ryu cuando se presentó la película Audición (Takashi Miike, 1999), basada en una de sus novelas. En aquellos momentos ya era uno de los referentes indiscutibles del psicothriller, subgénero literario en el que los psicópatas tienen tanto peso como sus perseguidores y víctimas, y Audición no era ninguna excepción: el novelista no se ahorraba ningún detalle en relación a las torturas que la joven Asami infligía a Ayoama, el hombre que organizaba un casting para encontrar a una nueva esposa siete años después de haber enviudado.

Una imagen de Kabukicho, el barrio rojo de Tokio donde transcurre 'Sopa de miso'

Un periplo sórdido por el barrio rojo de Tokio

Gracias a su debut, Azul casi transparente (1976), publicado cuando tenía sólo 24 años, Ryu Murakami ganó el prestigioso premio Akutagawa –sobre el que ironizaba, con un punto de agro, Haruki Murakami en 1Q84– y se convirtió en un novelista superventas: sólo en Japón vendió más de un millón de ejemplares. El autor de Los chicos de las taquillas (1980) y Pircing (1994) –única novela disponible en catalán, traducida por Albert Nolla para Amsterdam en 2008– vuelve a estar de actualidad gracias a la recuperación de uno de sus mejores libros, Sopa de miso (1997), por parte de la editorial madrileña Malas Tierras. Jaime Montes ha versionado en castellano el sórdido periplo que un guía de 20 años y un turista americano hacen por los locales de strip-tease, peep shows y love hoteles de Kabukicho, el barrio rojo más conocido de la capital japonesa. En la novela, poco después de conocer a Frank, Kenji empieza a sentirse incómodo: "Era por culpa de su piel –admite–. Parecía casi artificial, como si, tras sufrir una horrible quemadura, un cirujano le hubiera tenido que reconstruir la cara con un material sintético pero increíblemente realista".

A pesar de las prevenciones, el narrador de Sopa de miso acaba paseando al turista americano por los locales que el otro exige, ya medida que va avanzando la noche el ambiente entre ambos se va enrareciendo. El encuentro con un indigente en un campo de entrenamiento de béisbol precede al reto que Frank le plantea a Kenji: si consigue hacer un home run con alguno de los diez balones que la máquina le lanzará a 100 km/h le pagará el doble de dinero por sus servicios; de lo contrario, no le pagará nada. Al día siguiente por la mañana, mientras Kenji desayuna con su pareja lee que han encontrado muerto a un indigente muy cerca del lugar donde Frank y él estuvieron ayer, y empieza a sospechar que ese turista quizá sea, en realidad, un psicópata .

El ritmo tranquilo y lleno de detalles de la historia, los diálogos con nervio y la atmósfera opresiva hacen de Sopa de miso una lectura adictiva, que tras la creciente y explícita violencia –hay varias escenas ambientadas en un bar que se leen con angustia– también denuncia la prostitución por parte de algunas estudiantes japonesas de la época y la fascinación absurda por todo lo que venga de Estados Unidos.

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