Un instante de 'El imperativo categórico', obra de Victoria Szpunberg
12/10/2024
3 min

BarcelonaAhora hace un año Jon Fosse se llevó el Nobel de literatura "por su teatro innovador". Un año después sigue siendo misión imposible leer su teatro en catalán y bastante difícil también en castellano. Normal: por más Nobel que sea, ¿quién quisiera publicarlo si no leemos teatro? Es una lástima que no lo hagamos. Es aún más cierto que tampoco leemos guiones audiovisuales. Al fin y al cabo, de teatro, algunos (pocos) sí leen, porque hay editoriales que se dedican a publicar, pero los guiones ni eso (salvo alguna pequeña editorial muy especializada que publica guiones de cine, como Ocho y Medio Libros de Cine). Lo cierto es que también es una lástima que no leamos guiones audiovisuales. Pero si no leemos teatro ni cine es porque nos parece que los textos pensados ​​para ser representados exigen, para funcionar del todo conforme a su naturaleza, que intervengan más elementos que la palabra escrita (escenografía, luz, música, la dicción, etcétera). Esto es una idea de vagos: pedir que alguien haga la digestión de la obra y nos dé su interpretación, su versión, porque al fin y al cabo una puesta en escena no es más que una sola de las muchas versiones posibles, incluso todo en el caso de Beckett, que dejó instrucciones enfermizamente precisas sobre cómo escenificar sus textos (eso, si los que ostentan sus derechos, te autorizan, que ya les digo que no es cosa fácil ).

Gandul, decía, es quien espera que le den todo masticado, digerido, excretado. Pensaba ahora que tiene lugar el Festival Temporada Alta, donde este fin de semana veré la doble apuesta por Vania de Teatro Kamikaze y donde la semana pasada vi una versión libre de La gaviota, dirigida por Guillermo Cacace, con sólo cinco personajes, todos ellos interpretados por mujeres. Diría que esta obra es la que más veces he visto a lo largo de mi vida (ahora también se puede ver en Lliure, con la dirección de Julio Manrique). Lo he visto, por ejemplo, en húngaro, en catalán, en castellano, en lituano. Cada vez ha sido igual y distinto a la vez. Ir a ver una obra de teatro es sumergirse en una particular interpretación de la obra. En cambio, leer el texto de la obra te permite ser tú mismo quien se apropia del texto para realizar tu propia lectura. Y esa es la gracia. Allí donde un director puede considerar que la frase "voy de luto por mi vida" es crucial, otro la encontrará secundaria o, en una versión libre, incluso innecesaria y la omitirá. Leer el texto permite que el texto resuene en ti de una forma total, eres tú quien crea el escenario, el tono, quien pone los énfasis. Además, leer el texto directo es la única forma de saber qué dice el texto, especialmente en el caso de textos que pocos han leído, pero que todo el mundo conoce, como Romeo y Julieta; la popularización de un argumento termina distorsionando el texto (o lo que la gente cree que dice el texto). Por todo esto es una lástima que no leamos teatro.

Os confieso que yo tampoco leo mucho teatro. También yo estoy en las filas del ejército de los vagos. El teatro me exige más. Tengo que prestar atención a quien habla porque no tengo ninguna dijo él que me acolche la lectura, tengo que inventar unas fisonomías, tengo que construir un escenario dentro de mi cabeza que nadie me ha enseñado mucho como es (las acotaciones son a menudo estupendamente vagas). Cuando leo teatro, tengo que sacudirme la pereza de encima.

Prometo leer dramaturgos catalanes

Sin embargo, me gusta leer Yasmina Reza porque su teatro es su esencia: los diálogos impecables, la ironía, el trato despiadado de los personajes; hay tanto que aprender en cada escena. Me gusta leer el desconocido teatro de Agota Kristof porque es inquietante. Me entusiasma leer las piezas de Thomas Berhnard, porque es un autor que adoro. Me gusta leer a Ibsen antes de ir a ver una adaptación de una obra suya porque entonces puedo captar matices, añadidos, interpretaciones y omisiones, que de otra manera me habrían pasado desapercibidos. Me gusta leer la Medea de Eurípides porque leerlo es la única forma de saber qué es esta Medea, tan tergiversada por la historia. Leeré con salivera estos Todos pájaros que acaba de salir traducido por la Genebat. Y la lista podría seguir: Shakespeare, Jarry, Beckett, Kane. Pero ya ven, no leo dramaturgos catalanes. Procuraré remediarlo, por ejemplo, con los textos publicados por Arola Editors (donde tienen de todo: Pau Miró, Jordi Casanovas, Victoria Szpunberg, y muchos más) o los de Comanegra, que no quedan nada cortos.

Al menos, según la experiencia con mi prole, veo que la lectura de teatro no ha desaparecido de los institutos. Ahora ya sólo falta que les hagan leer algo contemporáneo, a ver si así no les hacen aburrir para siempre.

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