Literatura epistolar

Roald Dahl en la intimidad: "El humor le ayudó a sobrevivir a la escuela y a la guerra"

Se publica la correspondencia que el escritor mantuvo con su madre durante cuarenta años

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Una imagen de Roald Dahl cuando era pequeño

Barcelona"Creo que la relación más estrecha que tuvo Roald, hasta que conoció a su segunda mujer, Liccy, fue con su madre. Él siempre decía que fue la persona más influyente en su vida. Sofie Magdalene era amable, resiliente y fuerte.No se quejaba nunca.Era curiosa, creativa y, por lo que me han contado otros miembros de la familia, podía ser intimidante.Según cómo, daba miedo.Con Roald compartía la pasión por la naturaleza y los animales", explica el biógrafo de Roald Dahl (1916-1990), Donald Sturrock, editor de Love from boy (publicado en castellano por Ediciones Gatopardo con el título Te quiere, Boy). Roald Dahl no lo sabía, lo descubrió cuando su madre murió, pero durante cuarenta años ella guardó todas las cartas que le envió su hijo. Sturrock recoge en el libro buena parte de la correspondencia que el escritor escribió desde que tenía nueve años hasta que cumplió 49. Desgraciadamente, no se ha conservado ninguna carta de la madre.

Las cartas no sólo dejan entrever que, ya de pequeño, el autor de Matilda y La fábrica de chocolate tenía un gran talento para contar historias y era divertidísimo y subversivo. Son también una inmersión en su vida: desde su paso por los internados británicos hasta su etapa como piloto de la Real Fuerza Aérea durante la Segunda Guerra Mundial, pasando por la diplomacia y los servicios de inteligencia. Hubo momentos en los que lo pasó bastante mal en la escuela, pero no lo dejaba vislumbrar en las cartas, porque a menudo la correspondencia era controlada y para no preocupar a su madre. Incluso camuflaba a los abusadores y los convertía en personajes inofensivos amantes de las lilas y los crisantemos. Más tarde, lo diría explícitamente: “Durante toda mi vida escolar me aterrizó que a los profesores y a los alumnos mayores se les permitiera herir literalmente a otros niños y, a veces, herirlos gravemente. Nunca podía asimilarlo. Nunca he podido".

Cuando llegó al primer internado, con nueve años, cambió la cama de sitio. "La primera noche de desamparo y tristeza en St. Peter's, cuando me encogí en la cama y se apagaron las luces, no podía dejar de pensar en mi madre y mis hermanas. No quería dormir de espaldas a ellas", escribe. Así, calculó dónde quedaba su casa y puso los pies en el sitio de la cabeza. Esto le servía de consuelo. Roald Dahl era desde muy pequeño un gran inventor, no sólo de historias y personajes sino también de artefactos.

La guerra entre adultos y niños

"El Roald era uno outsider en parte porque era un noruego que se estaba educando en Reino Unido, pero también porque las bromas y el juego eran una parte de su personalidad. Era subversivo, divertido y creativo por naturaleza. Pero era también una estrategia. El humor le ayudó a sobrevivir en la escuela y en la guerra porque convertía una situación difícil en una anécdota divertida", dice Sturrock.

Las cartas de Roald Dahl
Las cartas de Roald Dahl

La mirada infantil nunca la perdió. De hecho, creía que niños y adultos están en guerra permanente, porque los segundos quieren imponer una manera de vivir y una disciplina, modelar a sus hijos para que sean como ellos. "A menudo los niños no tienen poder ni voz ni voto. Dahl entendía que siempre se les dice lo que deben hacer y a menudo los adultos ni siquiera cumplen sus propias normas, que normalmente sólo les benefician a ellos", asegura Sturrock.

Dahl siempre reivindicó al niño que llevaba dentro. "Nunca perdió las ganas de reír, se reía como los niños del más absurdo. Se sentía muy cerca de los niños, y su mensaje es clarísimo: no crecer, conservar la mirada infantil en la vida adulta, porque eso le daba un sentido diferente a la vida", detalla Mariana Sánchez, que prologa el libro y ha realizado su traducción con Edgardo Scott.

La muerte de la hermana y la hija

Mantener ese espíritu juvenil le permitió también superar la muerte de una hermana y una hija, y los gravísimos accidentes de otro hijo y de su esposa. "A pesar de todo siempre estuvo lleno de vida, de energía. Sorprenden las cartas que escribe a la madre en plena guerra y cómo le fascinaba volar. Disfrutaba mucho de la vida aventurera y mantuvo la capacidad de sorprenderse y el humor", añade Sánchez. No fue hasta que ya tenía 40 años cuando empezó a escribir. Fue a raíz de una entrevista con un periodista que le preguntó sobre anécdotas de la guerra. "Dahl le propuso escribirle las historias y gustaron tanto que le pidieron más", asegura Sánchez.

Hace poco, el escritor británico volvió a ser actualidad porque algunas editoriales quisieron reeditar sus libros eliminando lo que consideraban incorrecto. "Cuando estaba vivo, muchos críticos le consideraban subversivo y peligroso. Hubo una época dorada poco después de su muerte, cuando se le admiraba por su originalidad. Ahora creo que regresamos a un mundo donde los políticos y algunos editores, todos ellos adultos, quieren controlar su mensaje y convertirlo en una marca. Creen que saben más que nadie, pero yo prefiero confiar en el escritor", asegura Sturrock.

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