Literatura

"Me sorprende que no nos estemos matando todo el rato dentro del metro"

Eduard Olesti debuta en la novela con la divertida y explosiva 'Perros de pie'

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El escritor Eduard Olesti, en una calle de Sant Antoni

Barcelona"El único motivo por el que hay un tipo de público que se sienta en las primeras filas de teatro es porque están secos y son viejos y exigen, es más, necesitan, es más, dependen de las babas de los actores", dice uno de los personajes de Perros de pie, la primera novela de Eduard Olesti (Barcelona, ​​1995). Publicada en Club Editor, sigue las vidas excesivas y atormentadas de un grupo de jóvenes en la Barcelona actual, ligados por el sueño de montar una obra de teatro total. Durante la aventura, que pasa por reencontrar a un dramaturgo desaparecido, la mayoría abusarán de drogas de todo tipo y algunos perderán la vida.

Has escrito teatro y dos libros de poesía antes de atreverte a hacer una novela. ¿Por qué has cambiado de género?

— Me gusta desbordar los límites entre géneros y también entre mundillos y campos de conocimiento. Que no quiera poner todos los huevos en la misma cesta también tiene que ver con la precariedad laboral sistémica del mundo cultural: debo producir cosas muy diversas para sobrevivir.

Uno de tus autores de referencia es Thomas Bernhard, que tiene un sentido del humor destructivo. En esto, Perros de pie se le parece un poco.

— Lo empecé a leer con el ciclo de libros autobiográficos, y de ahí fui avanzando con otras novelas. Su teatro me gusta más verle representado. Cuando Kristyan Lupa montó Ante la jubilación en Lliure de Gràcia yo hacía de acomodador. Me tragué la obra durante las tres semanas que la representaron. Me impresionó mucho, seguro que me dejó algún efecto secundario.

¿Hay algún otro autor que te haya influido?

Víctor Catalán relacionaba muy bien violencia y humor. También me gusta Virginie Gastos: sabe jugar de maravilla con los contrastes, y los afila de tal modo que puedes ir de la risa más existencial al más ridículo. Lo encuentras en Vernon Subutex y en Estimado imbécil: cuando la lees es como si miraras TikTok o fueras pasando estaciones de metro, una estación se sobrepone a la siguiente y te crea un efecto de velocidad y terror.

El metro está muy presente tanto en Perros de pie como en algunos poemas deUn cowboy crepuscular (Ediciones 62, 2023). En este último leíamos: "soy un vómito en la estación de marina / nací noche el viernes y no me marcharé hasta el lunes día / los despistados me esparcen, sssssom".

— Intento evitar tomar el metro.

¿Eres más de autobús?

— En realidad soy de bicicleta.

Entonces ¿cómo es que tus personajes viajan a menudo en metro? Sale representado como un espacio de cambio, pero también de repetición y suciedad.

— Hay un cuento de Julio Cortázar, El perseguidor, que me deslumbró mucho hace años. Ahora no le releería porque el romanticismo adolescente me avergüenza. En El perseguidor, un personaje explica que el metro es un ascensor en horizontal, una especie de reloj del espacio. Es una de estas ideas que se te clavan dentro y modifican la forma de ver un vehículo para siempre. El metro es un espacio muy reducido en el que se concentra la gran mayoría de la población barcelonesa. Funciona algo como experimento social, es una invitación a comportarnos de forma civilizada. Me sorprende que no estemos matando todo el rato dentro del metro.

En la novela, la violencia es constante: hay suicidios, apuñalamientos, un perro partido por la mitad con una motosierra...

— Es un reflejo de la constante violencia en nuestro mundo. En el libro, la violencia es un motor que mueve la acción hacia adelante y hacia atrás. Es una fuerza y ​​una energía muy presente. Pienso que si no hablara de violencia, estaría siendo un colaboracionista del régimen en el que vivimos.

Un personaje da la razón a Paul B. Preciado: "Vivimos en una especie de edad media pornopunk". ¿Qué significa?

— Nos encontramos en un momento de saturación de estéticas, espiritualidades, gurús, tribus, individuos, opiniones políticas, modos de entender el mundo, modos de amar... Toda esta abundancia remite a la confusión imperante durante la edad media. Es una mirada muy alegre de encarar el mundo en el que vivimos. No es que todo sea una mierda, sino que nos encontramos en un mundo extraordinariamente complejo, lleno de vida y muerte.

Y también lleno de drogas, algunas insospechadas, como colocarse olfateando detergente Klinitol.

— Veo una relación constante con la toxicidad química en todos los estratos sociales y en todo tipo de personas. La novela refleja esa observación. Mis personajes utilizan las drogas como búsqueda y como fuga. De alguna forma despierta un sentimiento de tristeza, que tengamos tanta relación con los tóxicos... En este punto quizá se desprenda un cierto moralismo, de la narración.

"Somos la sarna de Barna", dice uno de los personajes de Perros de pie. Por mucho que la ciudad proyecte una imagen pija y de diseño, sigue siendo "la ciudad de los lavabos indeseables".

— Barcelona es como una suerte de tumor del sistema capitalista, y existe, en este sentido, una saturación estética y de capacidad de creación de vínculos. Reivindico la Barcelona portuaria, estos espacios posbabélicos en los que se crean colectividades y comunidades de individuos marginados a diferentes escalas y niveles.

La dignidad consiste en "mantenerse de pie" o "de cuatro patas es cuando somos más dignos", ¿cómo leemos en la novela?

Supongo que depende de quien tenga delante o detrás.

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