Muere a los 66 años el arquitecto de las Arenas, Luis Alonso

El cofundador de Alonso | Balaguer capitaneaba la expansión de su estudio en Chile

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El arquitecto Luis Alonso a su despacho.

BarcelonaAl arquitecto Luis Alonso (1955-2021) le gustaba encontrarse con los periodistas cada vez que volvía a Barcelona, donde quería volver a instalarse. La última vez, en julio, explicaba que tenía previsto irse de Chile, pero allá fue donde murió el miércoles por la noche, a los 66 años, de un infarto. Le gustaba hablar de los numerosos proyectos que tenía en curso en España, Andorra, los Estados Unidos y Qatar, entre los cuales destacaba el nuevo Estadio Comunal Joan Samarra, en el Principado, con el arquitecto andorrano Pere Cervós. También sabía escuchar, y a menudo abría uno de los cuadernos donde lo apuntaba todo para no olvidar una recomendación literaria.

Nacido en Madrid en 1955, Luis Alonso se instaló en Barcelona de joven y fundó con Sergi Balaguer el estudio Alonso | Balaguer, Arquitectes Associats, en 1978. En Catalunya son conocidos por obras como el estadio del Nàstic de Tarragona, el complejo hotelero y la estación de esquí en Vall Fosca (Pallars Jussà) y el puerto de Segur de Calafell. También por dos grandes obras conjuntamente con el arquitecto británico Richard Rogers: el Hotel Hesperia Tower y el centro comercial Arenas. De las obras del despacho de Alonso también destacan unas torres residenciales de la plaça Europa, el rascacielos Illa del Cel en Diagonal Mar y las nuevas Bodegas Protos en Peñafiel (Valladolid), de nuevo con Richard Rogers. En los últimos años habían acabado el Campus Iberdrola en San Agustín del Guadalix (Madrid) y Torre Bacatá, en Bogotá, la más alta de Colombia y la segunda más alta de América Latina. En total, el estudio ha hecho más de 700 obras y proyectos, como también la Villa Olímpica de Río 2016 para periodistas y árbitros, la ciudad del tenis de Rafael Nadal en Doha, el Palacio de Deportes de Kazajistán y la Torre San Ignacio en Tegucigalpa, en Honduras.

Luis Alonso era corredor de maratones y también tiene una mirada a fondo de su oficio. Por eso decía que le gustaba volver a visitar sus edificios años después de haberlos acabado: “No hay nada más higiénico”, aseguraba. Luis Alonso disfrutaba haciendo de embajador de la arquitectura catalana, y de puertas adentro lamentaba que aquí no se potenciara bastante ni se explotaran todas las posibilidades para hacer un “abrelatas económico”. De Barcelona, reivindicaba la tarea que hizo el alcalde Pasqual Maragall: “Fue un grande cohesionador social a través de la arquitectura, el espacio público y el urbanismo”, aseguraba; y creía que las acciones de urbanismo táctico han sido perjudiciales: “Barcelona está igual de bien, pero el espacio público ha perdido fuerza. El espacio público es un problema de ética, no de estética. Cada isla del Eixample es una microciudad, y esto es lo que tenemos que salvar”, explicaba.

Una de las claves del pensamiento de Alonso era la “promiscuidad funcional” de los edificios, para hacerlos más sostenibles. “La auténtica sostenibilidad es que los edificios estén el máximo número de horas y días al año en funcionamiento”. Y para conseguirlo creía que tenían que dar al cliente “liebre por gato”, es decir, proponer más funciones de las que les piden los clientes. 

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