Crítica teatral

'Expulsión': todos necesitamos un nido

Pau Miró escribe sobre la importancia de un hogar en una obra bien dirigida por Toni Casares

Una escena del espectáculo 'Expulsión'
07/03/2025
2 min
  • Director: Toni Casares
  • Intérpretes: Anna Alarcón, Montse Germán, Xavi Sáez, Mia Sala-Patau
  • Sala Beckett. Hasta el 6 de abril

Dos hermanas y un hermano se reúnen en la casa de veraneo de su familia, cerca de Barcelona, ​​a raíz de la muerte de su padre en circunstancias poco claras. El reencuentro les abocará a hablar de las relaciones entre ellos y con sus progenitores. Es una situación teatral bastante clásica para que afloren los recuerdos de infancia y las viejas cocidas y, al fin, para que cada uno desvele quién es ahora.

Lo que distingue la obra de Pau Miró de otros con planteamientos tan parecidos –como por ejemplo Hermanas de Carol López (Sala Villarroel, 2008)– no es una obra sobre las relaciones fraternales y paternofiliales. En fin, sí que lo es, pero es sobre todo (y de ahí su valor) una obra sobre la necesidad de los seres humanos, y también de los animales, de tener un nido, un refugio, un lugar al que llamar casa. Ya sabemos que a Pau Miró los animales le sirven como metáforas de la vida humana (Jirafas, Búfalos y Leones). Esta obra arranca con la historia de un pájaro (un mirlo, por ser exactos) que los padres encontraron herido en el campo y quisieron curar. Allí, después, construirían la casa de veraneo. Una casa no, muchas casas, porque su padre hizo cientos para los pájaros.

Un padre arquitecto y solidario y una madre que escribía cuentos. Dos personajes ausentes que diría que tienen mayor interés que los tres hermanos insatisfechos de la vida. La mayor (Montse Germán), también arquitecta, ha sido despedida del Ayuntamiento por defender a unos inquilinos del desahucio; la otra (Anna Alarcón) es abogada de una gran corporación inmobiliaria, y el chico (Xavi Sáez), separado con una hija adolescente que se cuela en la casa, tiene serios problemas de dinero e imaginará lo que querría hacer con la casa. En la hija (Mia Sala-Patau) se resume la violencia de la sociedad. Ella, por fin, reclamará también el nido que no ha tenido hasta ahora. Y es así como Pau Miró conecta con la realidad más actual de las grandes ciudades que expulsan a los ciudadanos de sus casas y los convierten en refugiados.

Como suele ocurrir en las obras de Miró, lo que es evidente esconde lo importante bajo un aliento de realismo mágico que lo distancia del naturalismo y recubre la función de un cierto misterio. No sé si tanto como sugiere el espacio escénico conceptual de Pol Roig, que creo que condiciona el movimiento de los intérpretes. Los actores están bien dirigidos por Toni Casares en una puesta en escena que, al final, exhibe efectos teatrales con truenos y tormentas que lo acaparan todo.

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