Crítica

Vivir, actuar, quizá soñar

Zaranda se mantiene fiel al teatro poético y artesano, pero aquí se ve lastrado por la reiteración

2 min
Una escena del 'Manual para armar un sueño', de la Zaranda
  • Intérpretes: Francisco Sánchez, Gaspar Campuzano y Enrique Bustos
  • Director: Paco de La Zaranda
  • Teatro Romea
  • Hasta el 16 de junio

Don Quijote soñaba con ser armado caballero. En el Manual para armar un sueño, La Zaranda sueña con el éxito que se les resiste, pero sin renunciar al teatro poético y artesano, como el que defienden desde ese magnífico Vinagre de Jerez que en 1989 aromatizaba el primer Festival de Otoño de Barcelona —y que coincidió, por su desgracia, con el Cricot 2 de Tadeusz Kantor y Aquí no volveré nunca más. Digo por desgracia porque un ilustre crítico les despachó como una imitación del genio polaco, ¡qué tontería!

Claro que hay puntos de contacto en el tratamiento del espacio y en el trabajo artesano y, sobre todo, en el catastrofismo que de una forma más directa o más retórica contamina (contaminaba, en el caso de Kantor) las sus creaciones. En este Manual también existe la constatación de un cierto catastrofismo, aunque al final un Quijote y un Sancho en lo alto de un par de borriquetas de madera vieja reivindiquen el sueño hasta el final.

¿Pero qué sueña ahora La Zaranda, Teatro Inestable de Ninguna Parte? Sueña consigo misma, mirando atrás su ya larga trayectoria. Sueña con un viejo actor que ha pisado todos los escenarios haciendo todos los papeles del auca (Segimon incluido)... pero que no ha logrado el deseado reconocimiento. Y se lamenta. ¿Quién le recordará? Y mira por dónde que un fantasma u otro soñador salido de la nada se cruza en su camino y juntos inician la ruta desde el camerino hasta el escenario en busca del auténtico teatro, el suyo, esquivando los falsos profetas, tecnócratas y otros demonios de la contemporaneidad.

Un camino con imágenes poéticas, con la ternura que inspiran a los dos viejos caminantes (Francisco Sánchez y Gaspar Campuzano), tan parecidos esta vez a los payasos beckettianos deEsperando a Godot, aunque ellos no esperan sino que buscan. Ya ven, de Kantor a Beckett. Pero ni el texto de Eusebio Calonge ni la dirección de Paco de La Zaranda consiguen vestir ese sueño con algo más que algún ingenio, alguna sentencia y alguna imagen, dentro de una dramaturgia confusa y, lamentablemente, algo aburrida.

stats