Hansi Flick habla con Ferran Torres y Frenkie de Jong durante el partido ante el Borussia Dortmund.
13/12/2024
2 min

BarcelonaLa semana de los triunfos simbólicos ante el Bayern y el Madrid maravilló a todos e hizo volar la imaginación urgente de muchos culés con ganas de certificar el famoso "hemos vuelto" prematuro de Laporta, proclamado hace casi tres años. Tras el desencanto final con Xavi, Hansi Flick se erigía en el nuevo héroe nacional y estallaba el enamoramiento colectivo con el alemán. Sorprendía la rapidez con la que el vestuario había entendido su ideario atrevido de presión alta, defensa avanzada y ataque exuberante. Pero se pasó de ese realismo mágico a las dudas del shit noviembre y del Benito Villamarín.Era como si se hubieran desdibujado los conceptos, como si Flick le estuviera perdiendo el pulso al equipo. una victoria de prestigio como la de Dortmund es tan importante y puede convertirse en un punto de giro clave en el guión de la temporada.

En Westfalenstadion, los jugadores estaban liberados porque habían sabido reconectar con lo mejor de sí mismos en el momento que más lo necesitaban. La primera parte fue una lección de madurez que partía del banquillo, con la instrucción clara de no precipitarse, de mantener el control, de cuidar la pelota, de elegir bien cómo y cuándo atacar, de ser más inteligente inteligentes que en las últimas semanas. Faltó el gol, pero lo ocurrido era mucho más importante que el resultado del descanso: habían logrado lo excelente en el ejercicio de aprendizaje que les había propuesto Flick en un escenario mayúsculo. Los minutos en los que Casadó y Pedri profundizaron en su jerarquía en el centro del campo y decidieron el tempo del partido fueron minutos que se ganaron de evolución hacia una mejor versión del equipo a largo plazo. La prisa de Raphinha, aunque nos guste, no puede gobernar el camino.

Deprisa, ya hemos tenido suficiente. Desde los desastres europeos de Anfield y Lisboa, y el posterior adiós de Messi, ya con Laporta en la presidencia, la institución ha estado intentando reencontrarse a sí misma con el foco puesto en un equipo que se estaba reconstruyendo desde la debilidad más extrema. A menudo, no se ha entendido bien el contexto económico y el relevo imposible de una generación única. Que el mensaje de Flick llegue más allá del césped: escuchémosle cuando nos habla de la juventud de la plantilla y de su crecimiento. Que el deseo de volver a ver a un capitán del Barça levantando la Champions diez años después, no convierta los buenos momentos en frustraciones. No lo estropeemos: aprendamos del pasado y dejamos que el maestro Flick siga educando a la clase que lidera Lamine Yamal.

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