Es muy difícil ser culé, periodista y escribir precisamente de la actualidad del Barça. Muchas veces el corazón puede más que la cabeza. Podemos hablar de escándalos arbitrales, de decisiones del Comité de Competición o, más recientemente, del famoso fair play financiero y las inscripciones de Dani Olmo y Pau Víctor en la Liga. ¿Cuántas veces el deseo culé de querer "que todo acabe bien" ha pasado por encima de los hechos? Aquí está la diferencia –y perdón por el comentario– entre el periodismo clásico y el periodismo de bufanda.
La demagogia y el populismo se nos comen. Vivimos en un contexto en el que el relato victimista se impone y es más fácil decir que todo es una conjura orquestada desde Madrid que no asumir los propios errores. Laporta se hizo suyo este relato, y vendió que allí nos tienen manía y que cambiaron las reglas del juego a medio partido. Y mucha gente lo acepta, lo compra y lo reivindica de forma acrítica. Porque es más fácil decir que "la culpa es de ellos" que aceptar que ese superhéroe que muchos votaron en las últimas elecciones quizás les ha fallado.
Quizás sí que es cierto que había un pacto y alguien se lo ha pasado por el forro. Que el Barça –o sea, Laporta– había hablado con la Liga –o sea, con Tebas– y habían quedado de acuerdo en que el contrato de Nike sería suficiente para llegar a la regla 1:1. Pero resulta que más allá de los presidentes plenipotenciarios, las instituciones tienen algunos contrapoderes y los clubs que forman parte de la comisión delegada de la Liga no han interpretado con tanta buena voluntad el acuerdo con Nike, ni se han creído vender los asientos vip del futuro Camp Nou sin garantías inmediatas de pago –una suerte de Barça Vision II–. Resumiendo, que han exigido para el Barça el mismo trato que tantos otros clubs recibieron en su día. Que Sevilla, Athletic Club y Atlético de Madrid hagan presión no les convierte en los malos de la película. Defienden sus intereses y suficiente.
Ojalá que el caso Dani Olmo - Pau Víctor se resuelva favorablemente para el Barça. Pero pase lo que pase debe servir de escarmiento. Laporta ha jugado con fuego desde el primer día. Desde 2021, cuando ganó las elecciones. Antes, ¡incluso! Toda la gente que le recomendaba prudencia en el área económica ya no está. O han plegado o les han hecho plegar. Hoy todo pasa por manos de un presidente que lo quiere todo pero que algún día tiene que aprender, como los niños pequeños, que no todo es posible. Y sabe muy mal decirlo, porque la víctima es el Barça.