Al socio no se le puede engañar

La libertad de expresión de Kounde y Masip

John Carlos, Tommie Smith y Peter Norman
08/07/2024
2 min

En 1968, en México, los atletas afroamericanos Tommie Smith y John Carlos inmortalizaron una de las imágenes más icónicas de la historia de los Juegos Olímpicos. Levantando el puño con un guante negro cada uno, ambos corredores mostraron su apoyo al movimiento Black Power, reivindicando los derechos civiles de la población negra de Estados Unidos. A su lado, el australiano Peter Norman, plata en México, parecía asumir el habitual rol de equidistante. Pero Norman, en realidad, apoyó a Smith y Carlos: llevaba la insignia del Proyecto Olímpico para los Derechos Humanos. Y cuando llegó a su país, denunció la política discriminatoria con los aborígenes. Aquí firmó su fin. A pesar de obtener marcas suficientes para estar en Múnich en 1972, no formó parte del equipo nacional. Norman murió en el ostracismo absoluto: tener principios tiene un precio.

Siempre he defendido que los deportistas de renombre deben mojarse ante los grandes temas. Como referentes de masas, con capacidad de enviar mensajes a millones de personas que los idolatran, especialmente los más jóvenes, tienen una responsabilidad social importante. Separar deporte y política es una quimera porque todo es política, entendiéndola en su mayor dimensión. En Francia hemos visto un claro ejemplo. Mbappé, Kounde, Dembélé… se han ido posicionando sobre el futuro de su país y han contribuido a rebajar las pretensiones de la extrema derecha. Nunca podremos saber el impacto real de estos mensajes sobre el votante francés, pero, al menos, ellos decidieron huir de la burbuja impenetrable en la que viven muchos deportistas, ajenos a los problemas del resto de mortales.

Una burbuja silenciosa que fomenta el negocio del deporte. Los mensajes políticos, con carga simbólica, se prohíben desde las propias instituciones. El COI, la Liga, la UEFA… persiguen a aquellos que se rebelan. Se busca un rebaño obediente. The show must go on. Se aboca a los deportistas a perpetuar el silencio y evitar dolores de cabeza con las marcas. Rehuir la responsabilidad social. Y el deporte nunca debería ser esto. Nunca lo ha sido porque siempre ha sido motor de cambio social.

Ahora bien, cuando reclamamos que los deportistas hagan uso de su libertad de expresión, abrimos una gran caja de Pandora de consecuencias impredecibles. No son seres inmaculados. Pueden decir lo que no nos gusta. Pueden ser propagadores de los postulados de Vox, defensores acérrimos de Bolsonaro o atizadores de xenofobia. De la misma forma que leemos Kounde puede aparecer Enric Masip –ahora exdeportista y asesor de Laporta–, y es nuestra responsabilidad colocar a cada uno allí donde se merece.

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