La directiva del Barça ha anunciado después de reunirse en Montserrat el nombramiento de David Carabén como Comisionado de los actos por el 125º aniversario del Club. Además, se crea la Comisión de la Memoria Histórica del club, formada por Josep Maria Solé i Sabaté, Xavier Garcia Luque, Carles Viñas y Josep Bobé. El club también ha explicado que la Confederació Mundial de Penyes del Barça ha presentado recientemente dos demandas contra la entidad azulgrana. En el último julio, el Barça rescindió el convenio que tenía firmado con esta entidad para atender directamente, desde su Área Social, la relación con las peñas.
La revolución imposible de Joan Laporta
Los contratos heredados y la limitación salarial de la Liga impiden al presidente repetir la fórmula del éxito que le funcionó en 2003
BarcelonaCuando llegó a la presidencia del Barça en 2003, Joan Laporta lideró una revolución integral del club. Profesionalizó varias áreas y, en la deportiva, que arrastraba cinco años de sequía de títulos en el primer equipo, puso el olfato de Txiki Beguiristain y la agenda de Sandro Rosell. Corrían aires renovadores y constructivos en el Camp Nou. Asesorados por Johan Cruyff, el secretario técnico y el vicepresidente deportivo ejecutaron, con la ayuda del bisturí económico de Ferran Soriano, una revolución en dos campañas para abrir una nueva etapa. Solo llegar al palco, el mandatario cambió a Antic por Rijkaard en el banquillo, dio la baja a Riquelme, Geovanni, Rochemback, De Boer, Mendieta o Bonano y reclutó a Ronaldinho, Márquez o Van Bronckhorst. El verano siguiente, el de 2004, prescindió de Reiziger, Cocu, Kluivert o Saviola, asistió a las retiradas de Luis Enrique y Overmars y reforzó la plantilla con Eto'o, Deco o Edmilson. En dos años, el Barça cambió de referentes en e césped, se deshizo de la herencia deportiva y volvió a ganar títulos.
Muchos de los votantes de Laporta en las elecciones del 7 de marzo de 2021 tuvieron presente esta revolución para devolverle las claves del Barça. "Tenemos la experiencia y la determinación para volverlo a hacer y recuperar la alegría del barcelonismo", repetía el abogado barcelonés con frecuencia. El recuerdo de su primer mandato, marcado por la gloria deportiva, fue muy poderoso primero para convencer los culés en las urnas y, después, para afrontar la reconstrucción del club. "Perder tendrá consecuencias", proclamaba Laporta hace un año mal contado, dando a entender que, para revertir el derrotismo, su segundo mandato tendría las mismas dosis de atrevimiento inicial que el primero. A la práctica, sin embargo, no solo tuvo que aguantar a Koeman en el banquillo por varias razones, sino que tuvo que soportar el único hecho revolucionario que no quería: la salida a regañadientes de Lionel Messi. Tan complicado era el contexto económico, con una deuda disparada debido a una mala gestión salarial y de la pandemia, que el argentino tuvo que hacer las maletas y el club no pudo comprar a ninguna estrella para sustituirlo.
Messi se fue a París, pero todos los otros grandes referentes de la generación ganadora de los últimos años se quedaron en la plantilla. El expresidente, Josep Maria Bartomeu, los había renovado a precio de oro años atrás, y solo cuando la Pulga salió accedieron a bajarse el sueldo para facilitar la inscripción de los nuevos fichajes (Memphis, Eric Garcia y compañía). Laporta, su junta y el barcelonismo comprobaron el gran impacto del papel firmado, de los compromisos blindados como medida para evitar que viniera un club con petrodólares dispuesto a repetir una fuga como la de Neymar. Esta es la herencia que impide al nuevo gobierno azulgrana llevar a cabo la revolución deportiva que desearía. La columna vertebral del equipo no solo sobrevive a las alineaciones del nuevo entrenador, Xavi Hernández, sino que hipoteca los planes de futuro con una plantilla que necesita caras nuevas para poder volver a luchar por los títulos más importantes. Aunque haya reestructurado la deuda y tenga liquidez para pagar traspasos, el Barça topa cada día con la normativa de control económico de la Liga, que le recuerda las limitaciones en cuanto al fair play causadas, en gran medida, por los contratos vigentes de Piqué, Busquets, Jordi Alba o Ter Stegen.
Equilibrios con el 'fair play'
El club no solo tiene que mantener las obligaciones de pago con las vacas sagradas los próximos años, sino que parte de los equilibrios salariales que tiene que hacer para poder plantearse nuevos fichajes están relacionados con ellas. Como los límites se calculan a partir de la previsión de gastos, los contratos finalizan entre el 2023 y el 2026 y no hay clubes dispuestos a igualarles el salario, el área deportiva estudia nuevas fórmulas para generar ahorros con sus compromisos vigentes. Uno de los casos más evidentes es Busquets, con el cual se pactó un diferimiento superior al 70% de las cantidades correspondientes al curso 21/22. El de Badia del Vallès tiene que recuperar este gesto durante el ejercicio 22/23 y sumar todo lo que tiene pactado en su último año de contrato, con lo cual la factura se dispara. Por lo tanto, desde los despachos no se descarta una renovación con sentido 100% financiero para espaciar los gajes pendientes y facilitar nuevas inscripciones. Sería repetir un poco lo que se hizo con Umtiti en el mercado de invierno para inscribir a Ferran Torres. La alternativa a estos movimientos internos es firmar ventas o registrar ingresos extraordinarios, como por ejemplo el pacto con el fondo británico CVC. Todo ello, para emprender un relevo que no será tan rápido como hace casi 20 años. La paciencia manda.