El sushi más caro de la historia

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Joan Laporta junto a otros directivos en el palco del Barça - Rayo Vallecano el pasado domingo.

Barcelona"La estabilidad es un valor importantísimo en los proyectos de éxito". Laporta soltó esa máxima el 25 de abril, destacó que la continuidad de Xavi era "una gran noticia" y le cayeron unas lágrimas. Al día siguiente de la noche del sushi, la palabra de moda era ilusión. En la nutrida foto de familia había personas que siempre han querido echar a Xavi pero que sonreían efusivamente. La escenificación chirriaba por todas partes y se ha demostrado que era de mentira. 22 días después –menos de lo que dura un ciclo menstrual–, ya se había filtrado que Xavi estaba sentenciado. Era una información periodística no confirmada oficialmente por el club, pero tampoco negada ni matizada en uno de los típicos comunicados que hacen cada vez que una noticia perjudica al presidente. Desde entonces, el cuello de Xavi espera a la guillotina en una agonía sin sentido.

Lo delirante es que el 24 de abril había motivos deportivos suficientes para no aceptar la marcha atrás de Xavi y apostar por un cambio: habría sido un relato mucho más sólido que despedirlo por un discurso poco ambicioso en una rueda de prensa irrelevante. Lo arriesgado, desde un punto de vista populista, era lo que hizo Laporta: casarse con el de Terrassa casi en solitario cuando aún faltaba visitar Montilivi y sudar más para certificar la segunda plaza. Abrazando a Xavi una temporada más, Laporta se metía en el barco del entrenador, perdiéndole como escudo para contingencias. Un error estratégico importante, teniendo en cuenta que siempre va bien tener un asno de los golpes detrás del cual esconderse, cuando el club, tres años post-Bartomeu, sigue en el pozo. El "todo es culpa del entrenador" no podía ampliarse, también, al presidente.

Mientras, a Xavi se le está poniendo cara de Koeman y ya es un nuevo gato de Schrödinger bajo la silla de Laporta. Al menos al neerlandés le dijo en la cara que estaban buscando a un nuevo entrenador: a Xavi ni eso. Cuando se ha querido dirigir al presidente, sólo ha obtenido evasivas y, por si fuera poco, también se ha enterado por la prensa de la buena sintonía entre Deco y Hansi Flick. El alemán ha empezado ya a ver de qué va esto del Barça: ha sufrido los primeros golpes de volante de Laporta y, de momento, todavía no se ha mareado. Hace unas semanas era que sí, después fue que no, y ahora vuelve a ser que sí. Vale para Flick, vale para Xavi y valió para Koeman. Ahora sería un gran acto de cinismo que el presidente lo acabara diciendo “rectificar es de sabios” mientras se come un niguirio. ¿Habrá sido el sushi más caro de la historia?

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