Como siempre, pocos y mal avenidos. La polémica de la semana –en un contexto de tristeza y mediocridad absoluta– han sido unas declaraciones del director deportivo, Fran Garagarza, donde decía muchas cosas interesantes, pero algunos medios que lo tienen en el punto de mira desde el primer día destacaron este titular: el Espanyol es un equipo de Segunda. Esta afirmación ha levantado una gran polvareda en el entorno perico.
Ya entiendo que nadie se ha enfadado por la literalidad de la frase: todos sabemos que el Espanyol está en Segunda (por sexta vez en su historia, por segunda vez en los últimos cuatro años). El matiz podríamos encontrarlo en el verbo: el Espanyol es un equipo de Primera que está en Segunda. Ahora bien, en una cuestión tan objetivamente valorable como es el fútbol, defender esa diferencia entre ser y estar es complicado. A menos que lo miremos desde la perspectiva más subjetiva y sentimental: en este caso, pase lo que pase, juegue a la división que juegue, para mí el Espanyol será siempre el mejor club del mundo.
Pero el núcleo de la polémica es otro (aparte de las evidentes manías personales de algunos seguidores-periodistas pericos): la actitud con la que se afronta la temporada. Y es aquí donde estoy especialmente acorde con Garagarza. En la reivindicación del “Somos un equipo de Primera” hay un trasfondo de altivez que no lleva a ninguna parte. La propia de un noble arruinado que quiere mantener las prerrogativas de cuándo todavía tenía poder y dinero. Esto, mezclado con una filosofía de libro de autoayuda de tienda de aeropuerto: "Si te crees que eres de Primera, serás de Primera".
Pues no: la mejor manera de volver al lugar en el que hemos estado casi toda nuestra historia es aceptar humildemente que ahora no estamos. Y que el ascenso, si se logra, será difícil: nadie nos abrirá ningún pasillo especial para dejarnos pasar por mucho que les contemos nuestra historia. Y la diferencia de calidad de nuestros jugadores no es tan grande como para poder ir por estos campos de Segunda sin despeinarnos. Nada que ver, por ejemplo, con hace dos temporadas (donde, además, visitábamos campos sin espectadores y todo era más tranquilo).
Entender y coincidir con las declaraciones de Garagarza no quiere decir que esté de acuerdo con todas sus decisiones. El fichaje de Ramis, por ejemplo, le veo como un grave error que debería subsanarse lo antes posible. Porque tengo claro que ese ascenso será difícil. Pero con Ramis en el banquillo temo que será imposible.