Cuando el éxtasis es una señal

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Lazo y Aguado celebrando un gol del Espanyol en el campo del Eibar

Mientras escribo, lo he vuelto a mirar. Hace cuatro días que, como la mayoría de pericos, revivo los minutos finales en Eibar. Escucho las narraciones apasionadas de todas las transmisiones. Rico y me emociono con las palabras de Eduard de Batlle desde RAC1 ("¡Abraceu! ¡Morrea a quien tenga al lado!").

Este miércoles me he fijado en los minutos transcurridos. El tiempo de prolongación eran siete minutos. El Espanyol empata al 96:01. Los jugadores lo celebran como si hubieran ganado una final y se pierde bastante tiempo. El árbitro indica que alarga un minuto más (me parece poco). Corner absurdo a favor del Eibar (ahora nos lo marcan, pensamos todos los pericos viejos). Y en el contragolpe, todos los rebotes van a favor, Gastón Valles hace una genialidad y gol de Lazo en el 98:27. La remontada de derrota a victoria más tardía de la historia del fútbol profesional en la liga española. Y un gol que entra en la historia de nuestros pequeños grandes momentos. Porque ese instante de felicidad no es inferior a ningún otro que te pueda dar el fútbol. Ganar un título es más importante y hace más ilusión, pero la intensidad nunca será superior a la del sábado. En cualquier caso, igual. Porque, más allá de lo insólito que tiene remontar así –especialmente después de un partido nefasto–, hay motivos para creer que, esta vez sí, esto es un punto de inflexión. El gol del sábado lo recordaremos como el momento en el que supimos que subiríamos.

Lo es porque –como diría Sánchez Llibre– es un partido de siete puntos. Porque es lo que te vuelve a situar en posiciones de ascenso directo. Lo es porque el equipo demuestra que –pese al mal juego– está comprometido y tiene fe. Y, sobre todo, porque confirma lo que muchos sabemos y decimos desde hace tiempo: el Espanyol es especial.

La razón nos sigue diciendo que la mala gestión de los últimos debería terminar de hundirnos. Tenemos todos los motivos para ser pesimistas. Pero, como buenos gramscianos, debemos insistir en el optimismo de la voluntad. Una voluntad que, de acuerdo con Enric González, se fundamenta sobre todo en la fe. En mi caso, la fe tiene dos nombres propios. El primero es obvio: Braithwaite. Quien nos lo iba a decir después de la huida del verano. Es nuestro goleador, nuestro capitán, nuestra guía. El segundo le sorprenderá: Leandro Cabrera. No es el mejor pasador, no tiene la mejor técnica. Pero es y debe ser el capo de la defensa. Confío en él.

Y ya que aceptamos la existencia de señales “sobrenaturales” como la del sábado, aquí va mi pronóstico para el final de temporada: quien decidirá nuestro ascenso es un jugador que ni está ahora ni estará la próxima temporada . Nico Melamed volverá y se despedirá dejándonos en nuestro sitio.

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