Los viajes de Joan Laporta: de un volcán en 2010 a una pandemia en 2021

El último desplazamiento europeo de Laporta como presidente fue el partido contra el Inter de Mourinho en 2010

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Joan Laporta y Leo Messi

BarcelonaEyjafjallajökull. Lo que empezó como una broma, porque nadie sabía pronunciar el nombre de este volcán islandés, se acabó convirtiendo en un quebradero de cabeza los últimos meses de Joan Laporta como presidente del Barça, en 2010. El abogado se preparaba para ceder el cargo, agotados los dos mandatos, confiando en poder tener una traca final: ganar la Champions en el Bernabéu. El Barça de Guardiola jugaba como los ángeles, a pesar de que a Ibrahimovic se le iba poniendo cara de pocos amigos a medida que veía cómo el técnico de Santpedor lo mandaba al banquillo. Líder en la Liga, el equipo se había pasado toda la temporada concentrado en la Champions, porque la final era en el estadio del Real Madrid. Demasiado tentador para no soñar. El último año de mandato de Laporta fue acompañado del canto de fondo anunciando un desplazamiento masivo a Madrid que nunca llegó.

Con la llegada de Joan Laporta como presidente del club en 2003, los desplazamientos europeos cambiaron del todo. Su junta organizó charlas, conciertos y todo tipo de encuentros, muchas veces colaborando con la Generalitat, para vender la imagen del club y de Catalunya. Cada viaje se aprovechaba al máximo, con visitas a presidentes de gobierno, Parlamentos como el de Escocia o sedes de empresas. Eran delegaciones muy grandes, con más de diez directivos. Grandes viajes que a veces acababan tarde después de cenar las noches antes del partido. Laporta entendió la importancia de vender bien la imagen del club ya desde su primer viaje al extranjero, la gira del verano del 2003, cuando además de dos amistosos en Manchester y Leicester se jugó un partido en Irlanda del Norte, una idea del premio Nobel de la paz John Hume, que había recibido el apoyo de Pasqual Maragall. Laporta se sumó y acabó dando una vuelta de honor en el estadio de Brandywell, en medio del aprecio de la afición local.

Once años después de viajar el mismo día del partido en Milán, Laporta se vuelve a subir a un avión como presidente del club. Mucho ha cambiado el Barça. Y también los desplazamientos, porque antes se hacían con la prensa y muchos aficionados en el mismo avión. Ahora el fútbol se ha bunquerizado, en parte por decisión de los entrenadores, en parte por la pandemia. Y Laporta vuelve a hacer un viaje europeo en un escenario no muy diferente del de la última vez: en un contexto caótico para viajar y hablando de remontada. El 20 de abril del 2010, el Barça caía derrotado por 3-1 en el estadio Giuseppe Meazza de Milán en el partido de ida de las semifinales de la Liga de Campeones contra el Inter de Mourinho. El Barça de Guardiola se encontró inmerso en un viaje de catorce horas por carretera por culpa del famoso volcán islandés, haciendo noche en Canes y acompañado de una caravana de más de tres mil aficionados que soñaban con convertir Milán en la última parada antes de jugar la final en el Santiago Bernabéu. No pudo ser porque el Barça no pudo levantar la eliminatoria contra los lombardos, en parte por culpa de las decisiones del colegiado Olegario Benquerença en el Meazza. Laporta se mostró nervioso en el palco con los errores arbitrales y los goles italianos, a pesar de que mantuvo las formas más que en la semifinal de la Champions del 2008 en Old Trafford, cuando ante un penalti no silbado acabó de pie. Durante el primer mandato de Laporta, el presidente aparecía en todas partes, como si se hubiera multiplicado por diez, y se encontraba con aficionados y peñas, todo carácter.

Viendo que habría que llegar a Milán por carretera, la mitad de la junta directiva de Laporta se desplazó con el equipo. La delegación, formada por Jaume Ferrer, Albert Perrin, Jordi Torrent, Xavier Bagues y Josep-Ignasi Macià, además del director deportivo Txiki Begiristain y el director del área de fútbol Raúl Sanllehí, llegó la noche antes del partido a la ciudad. Laporta todavía estaba en Barcelona, atareado y pendiente de las noticias sobre la salud de Joan Antoni Samaranch, que moriría menos de 24 horas después del partido. Con el cielo todavía lleno de ceniza volcánica, Laporta decidió ir por carretera a Milán el mismo día del partido, sin poder llegar a tiempo a la comida de directivas organizada por Massimo Moratti. La presidió en nombre del Barça Jaume Ferrer, un gesto entonces potente porque había dado un paso adelante postulándose como candidato a las elecciones del 2010. Eran días en los que Sandro Rosell ya se dejaba ver por todas las peñas, a pesar de que no fue a Milán. Otro candidato sí hizo el viaje por carretera, Agustí Benedito.

Laporta vivía los últimos meses como presidente con el sueño de ganar la tercera Champions como presidente, después de las de París y Roma. Y no se rindió hasta que se silbó el final del partido de vuelta, con un ambiente magnífico en el Camp Nou. Después de poder volver ahora sí en avión de Milán, el presidente animó a los seguidores en declaraciones después de visitar la capilla ardiente de Samaranch. En las horas previas al partido de vuelta no había parado de decir que al Barça de Guardiola solo le quedaba un hito para conseguir, "una gran remontada europea", como las famosas contra el Anderlecht y el Dinamo de Kiev. Así, los jugadores se pusieron una camiseta donde se podía leer "Nos dejaremos la piel" al final del partido liguero anterior a la vuelta, en medio de proclamas para apoyar al equipo de Guardiola, que se impondría por 1-0 y quedaría a un gol de la final. De hecho, Bojan lo marcó, pero le silbaron un fuera de juego inexistente.

Cosas de la vida, su debut como presidente en esta segunda etapa llega con un partido en el que el Barça aspira a no salir peor después de caer por 1-4 en el Camp Nou. Pero Laporta, con una media risa y para empezar a calentar el ambiente, ya soltó cuando supo que viajaría con el equipo: "Vamos a París a remontar". Si hace once años le tocó afrontar un último viaje europeo caótico por un volcán, ahora Laporta vuelve a la presidencia en medio de una pandemia que ha obligado a hacerse tests, llevar mascarilla y mantener distancias de seguridad. Y lo hará en un estadio donde nunca se sentó en el palco, el Parque de los Príncipes. Del 2003 al 2010, el PSG, en crisis permanente, nunca se encontró con el Barça. Laporta vuelve, pues, y se sentará junto a Nasser al-Khelaifi, un presidente que vendría a ocupar un lugar parecido al del Inter del 2010, Moratti: alguien con quien compites por los títulos y también por los jugadores, como Samuel Eto'o entonces y Leo Messi ahora.

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