Los bancos centrales piden calma: la inflación pasará
Los organismos monetarios consideran transitorios los problemas de abastecimiento
El desabastecimiento de la industria y la escasez de primeras materias a escala mundial serán el punto caliente de discusión macroeconómica de este otoño. Los problemas de suministro han causado un aumento de precios generalizado, lo que ha hecho encender las alarmas de algunos analistas y algunos políticos sobre la posibilidad que, después de más de una década con la inflación en mínimos históricos, volvamos a entrar en una etapa de crecimientos fuertes de los precios. A pesar de estas voces, sin embargo, los bancos centrales, que son los organismos responsables de contener la inflación, lo ven diferente y hacen llamamientos a la calma.
Los cuellos de botella –la producción no da a basto para cubrir toda la demanda– en muchas industrias, después de meses a medio gas por culpa del covid-19, no han cogido por sorpresa ni al Banco Central Europeo ni a ningún otro banco central del planeta. De hecho, Christine Lagarde, presidenta del BCE, hace meses que insiste en que la economía de la zona euro se encuentra todavía en fase de recuperación, por lo que no ve peligros de subidas de precios. En la misma línea, el presidente de la Reserva Federal de Chicago –una de las doce ramas regionales del banco central norteamericano –, Charles Evans, insistía este martes en una entrevista en la cadena de televisión CNBC que la inflación se retardará con la normalización de los cuellos de botella a escala internacional. "No me incomoda la situación; estos precios elevados caerán cuando los cuellos de botella se solucionen", dijo, a pesar de reconocer que la normalización del comercio y de la logística "puede tardar más de lo que se espera, sin duda". Ahora bien, remarcó que "es improbable" que se mantenga a largo plazo un "incremento continuado de precios".
De hecho, la misma Reserva Federal admite públicamente que la inflación será más alta de lo que se preveía hace unos meses. El organismo ha incrementado hasta el 4,2% su predicción de inflación para 2021, mientras que en junio había dejado la cifra en el 3,4%. Sin embargo, para el conjunto del año próximo rebaja la tasa al 2,2%, ligeramente por encima del objetivo a largo plazo del 2%. Teniendo en cuenta que, desde la crisis de 2008, la inflación ha estado muchos años por debajo del objetivo del 2%, la Fed no muestra una especial preocupación por aumentos temporales de precios durante estos meses de recuperación pospandemia.
Los incrementos del índice de precios al consumo (IPC) –el indicador que calcula la inflación– han hecho batir récords de crecimiento durante los últimos meses en muchos países, incluidos los Estados Unidos. En este sentido, el ex secretario del Tesoro Larry Summers hace meses que advierte de la posibilidad que estas subidas de precios se conviertan en permanentes. Pero los bancos centrales le contradicen y lo califican de hecho "transitorio" que se normalizará a principios de 2022 con la normalización del comercio internacional. ¿Por qué?
"La inflación corresponde a lo que se podía esperar", explica Xavier Freixas, catedrático de economía financiera de la UPF. En una economía, si los sueldos suben hacen aumentar la demanda y por lo tanto el conjunto de precios también aumenta. Estos aumentos de precios hacen que los trabajadores reclamen subidas de sueldo para compensar la pérdida de poder adquisitivo, lo que comporta nuevos incrementos de precios, y se entra en una espiral inflacionista. Este fenómeno es una de las causas principales de las inflaciones registradas a finales de los años 70 y principios de los 80, cuando la mayoría de países desarrollados tenían el IPC a niveles próximos al 15%.
Un problema de oferta
Aun así, Freixas remarca que la subida de precios actual "no es una espiral inflacionista", es decir, no está motivada por incrementos salariales, sino por problemas de suministro. Dicho de otro modo, mientras que en una espiral inflacionista la causa de las subidas de precios viene dada por aumentos de la demanda, en este caso, con la recuperación de la actividad después de los meses más duros de la pandemia, se han producido problemas de producción que han provocado una escasez de oferta de bienes y servicios.
"El discurso de los bancos centrales es totalmente coherente", apunta Freixas. En este sentido, recomienda mirar la inflación subyacente, que es la que no incluye los precios de la energía (por ejemplo el precio de la electricidad, el gas o los productos derivados del petróleo como la gasolina): según datos avanzados por el INE, mientras que el IPC creció un 4% en septiembre en España respecto a un año atrás, la cifra subyacente fue del 1%, la mitad del 2% que marcan como objetivo la mayoría de bancos centrales de las economías industrializadas.
Esta dicotomía en las causas de la inflación es la que provoca que algunos analistas interpreten las subidas actuales de precios como si tuvieran la misma causa que hace 30 años, mientras que los bancos centrales apuntan a la oferta y, por lo tanto, consideran que los precios se normalizarán de nuevo después de que se normalicen las cadenas de producción en todo el mundo.