Automoció

Biden, Trump y las cruciales condiciones laborales del 'cinturón de óxido'

El sindicato United Auto Workers (UAW), que representa a unos 150.000 empleados de Ford, General Motors y Stellantis, reclama mejoras salariales, la reducción de la jornada laboral y la equiparación de los contratos temporales

Miembros del sindicato de la automoción protestan protestan en un piquete frente a una de las plantas de montaje de Ford en Detroit
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Detroit (Michigan)Lance Bryan, de 55 años, lleva más de media vida trabajando en una planta de ensamblaje de Ford en las afueras de Detroit. Nada menos que tres décadas ligado a la instalación, que considera tan suya como del jefe de planta, del CEO de la empresa o de sus compañeros más jóvenes, que comienzan con contratos temporales y precarios. Cuando entró, al final de la etapa más próspera del sector, gozaba de unas condiciones dignas de la etiqueta de clase media. Con el paso de los años, sin embargo, ha vivido una caída progresiva de su poder adquisitivo, especialmente desde 2008, cuando la Gran Recesión dejó la automoción en una situación crítica.

El Lance –como los otros 150.000 compañeros de Ford, General Motors i Stellantis sindicados en la United Auto Workers (UAW)– aceptó entonces sacrificios y renunció a una parte de sus beneficios en pro de la viabilidad de la empresa. Y la situación ha cambiado: el sector goza ahora de mejor salud y ha reportado beneficios récord en los últimos años, pero las condiciones de sus trabajadores siguen siendo las mismas. Mientras, los directivos del Big Three de Detroit, las tres principales empresas de la industria de la automoción en el país, han subido el sueldo hasta un 40%.

“Merecemos algo mejor. Hace 15 años, hicimos demasiadas concesiones para salvar a la empresa. Y desde entonces se ha enriquecido a nuestra costa”, lamenta, mientras gira la mirada hacia sus compañeros, que llevan desde el pasado viernes en huelga frente a la planta de montaje. “Ahora tan sólo pedimos que nos den lo que nos pertenece”, dice.

Entre otros sacrificios, el sindicato renunció durante la crisis del 2008 a la actualización automática del salario según el coste de la vida. Pero la inflación ha hecho estragos en el país y se ha disparado en los dos últimos años, dejando desprotegidos a los trabajadores ante el aumento de precios. La UAW también aceptó el fin de los planes de pensiones vitalicios y la atención médica para los nuevos trabajadores contratados.

El sindicato pide ahora un reparto más justo de la tarta. Y esto se materializa, entre otras demandas, en un aumento del 36% del sueldo en los próximos cuatro años, un incremento similar al que han gozado los altos ejecutivos en la última década. Además, la UAW reclama una equiparación salarial de los trabajadores temporales, que cada vez son más, y peor pagados. Mientras que el nivel más alto de la escala salarial en una planta de ensamblaje son 32,32 dólares la hora, los trabajadores temporales comienzan en 17, casi la mitad.

También reclaman que se reduzca la semana laboral a cuatro días, es decir, 32 horas a la semana. Aunque lo establecido por convenio son 40 horas, en la práctica los miembros del sindicato “trabajan 60, 70, incluso 80 horas sólo para llegar a fin de mes”, asegura el presidente de la UAW, Shawn Fain.

Sin embargo, Ford, GM y Stellantis alegan que no pueden cumplir con las demandas de los trabajadores porque significaría su ruina. Y añaden que necesitan reinvertir los beneficios en la costosa transición en el coche eléctrico. Por el momento, accedieron a un aumento del 20%, del 28% y del 17,5%, respectivamente, del salario de los trabajadores en los próximos cuatro años. Pero esto sigue siendo la mitad de lo que reclama el sindicato.

"Estamos preparados para lo que sea"

“Estamos preparados para lo que sea: llevo seis meses ahorro, previendo que estaría un tiempo sin trabajar”, explica Lance, que lleva desde primera hora de la mañana, pese a la lluvia, cumpliendo con su turno en el piquete. “El sindicato tan sólo nos pide que estemos aquí seis horas, pero, ya ves, aquí todo el mundo se queda mucho más tiempo”, dice. Para asegurar que los trabajadores pueden mantenerse en huelga, el sindicato cuenta con una caja de resistencia de 845 millones de dólares que compensa a los huelguistas con 500 dólares mensuales.

En efecto, el 15 de septiembre pararon su actividad los trabajadores de GM en Wentzville (Misuri), en el complejo de Stellantis en Toledo (Ohio) y en la planta de montaje de Ford en Wayne (Michigan). Una semana después, sin grandes avances en las negociaciones, el sindicato anunció una ampliación de la huelga en 38 centros en 20 estados del país.

En la caza del voto obrero

La primera línea de los piquetes en Detroit contó el martes con un invitado inédito: el propio presidente de EEUU y candidato a la presidencia, Joe Biden, que se autodefine como el presidente más prosindicalista de la historia. Nunca el máximo mandatario del país se había unido a una huelga. Biden, que llevaba una gorra del sindicato, ofreció a los trabajadores todo su apoyo: “Os merecéis lo que se ha ganado, y se ha ganado mucho más de lo que le pagan ahora”.

Tan sólo un día después, Donald Trump pronunciaba un discurso en Clinton Township (Michigan), a escasos kilómetros del piquete en el que había participado Biden. Lo hacía en prime time, contraprogramando el segundo debate de primarias republicanas en California, consciente de que es una estrategia electoral mucho más inteligente, dada su abrumadora ventaja en las encuestas: le separan 41 puntos del segundo clasificado, Ron DeSantis.

Ambos candidatos a las presidenciales de 2024 son conscientes de que el cinturón de óxido (Rust Belt), que incluye zonas industriales de varios estados del noreste, será clave. Los demócratas, que habían tenido históricamente una clara mayoría, perdieron su control en las presidenciales del 2016, cuando Trump ganó en Pensilvania, Wisconsin y Michigan. Pero en 2020 Biden logró recuperar estas mayorías. La batalla, ahora, se dirime allí.

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