La falta de aceite

La crisis de las patatas bravas

Establecimientos como el Bar Tomás se plantean cerrar temporalmente si el precio del aceite sigue subiendo

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Una tapa de patatas bravas del restaurante Mitte, a Santo Martí. Son el número 3 del ranking de Bravas Barcelona.

BarcelonaEs sin ningún tipo de duda la tapa estrella de restaurantes y bares de este país. Pero el precio desorbitado del aceite de girasol y, de rebote, el de oliva, sumado a las dificultades para encontrar, lo están poniendo en peligro. Hablamos de las patatas bravas.

El ataque ruso en Ucrania ha parado la actividad de las refinerías del país gobernado por Volodímir Zelenski, del que España recibe el 62% del aceite de girasol que consume. Esto ha hecho que no solo el precio de este producto se dispare desde el inicio del conflicto hasta un 300%, sino que, además, empiece a haber problemas de abastecimiento en el sector de la restauración. La situación, a la vez, ha provocado un daño colateral: que también se pague a precios desorbitados el aceite de oliva, concretamente un 100%, el doble de caro que antes del conflicto.

“Esto no lo habíamos visto nunca”, explica Antonio Betorz, que es el hijo del propietario del local más famoso por sus patatas bravas de Barcelona: el Bar Tomás. Su negocio, con dos locales en Barcelona y una quincena de trabajadores, gira entorno a esta tapa, de la que sirven de media hasta 300 raciones al día por local a un precio de 2,70 euros. “Las freímos con aceite de oliva y en el último pedido que hemos hecho, la semana pasada, hemos tenido que recurrir a hasta cinco proveedores y lo hemos pagado al doble de precio (unos cuatro euros el litro). No podemos asumir otro pedido con precios tan elevados porque perdemos dinero”, afirma Betorz.

Ahora tienen stock para un mes y medio, y de momento ya han descartado subir el precio de la ración y renunciar a bajar la calidad. “No las podemos subir un euro para hacer frente a este incremento”, asegura el restaurador. Si cuando se acabe el stock siguen los mismos problemas, una de las soluciones que tienen sobre la mesa es cerrar sus dos locales temporalmente hasta que los precios del aceite vuelvan a recuperar una cierta normalidad. “La situación es grave porque nuestro plato estrella son las patatas bravas y el resto hacen de complemento; otro pedido de aceite a este precio y tendremos que cerrar temporalmente”, asegura.

Buscar una alternativa

Este giro es precisamente el que se está planteando Josep, un restaurador de Lleida que, como Tomás, también ha tenido que recurrir a varios proveedores para conseguir comprar aceite de girasol esta semana. Su local fríe las patatas con este tipo de aceite, por el que ha pagado 50 euros por 25 litros, cuando antes de la guerra el precio era de unos 25 euros. De momento ha subido la ración de bravas 50 céntimos. “El negocio asume parte de este incremento de precios porque no lo puedes hacer recaer todo en el cliente”, explica.

Si se llega al punto que no encuentra aceite o que todavía se dispara más el precio, optará por retirar la tapa y potenciar otras alternativas, como pinchos o ensaladilla. “No tiene sentido hacer pagar las patatas bravas a precio de oro”, asegura.

El pánico del consumidor

Borges es la empresa catalana más importante en el sector del aceite. El último año ha comercializado 118 toneladas de aceite de oliva. Fuentes de la compañía reconocen que la actual situación es “anómala y está fuera de control”. Aun así, también dejan claro que han vivido episodios similares con otras guerras, como la del Golfo, y que el mercado siempre se ha acabado normalizando.

En su caso, Borges está garantizando a los clientes que podrán tener el mismo volumen que en los pedidos del año pasado. “Otra cosa es el precio de venta, que se ha multiplicado por dos o por tres porque la demanda es mucho más alta”, explican desde la compañía. El mismo incremento está sufriendo la compañía a la hora de comprar las pipas de girasol. “No hacemos compras masivas porque no sabemos si en unas semanas la situación se habrá normalizado”, dicen.

Parte de esta carencia de aceite, aseguran las mismas fuentes, es fruto del “pánico” de la gente. “Hay que distinguir una demanda habitual de una de irracional”, puntualizan. En este sentido, añaden que todas las empresas trabajan a, como mínimo, seis meses ver. Si el ritmo de venta de los aceites hubiera sido el habitual, habría habido suficiente tiempo para buscar alternativas en el mercado ucraniano, como por ejemplo EE.UU., África o Sudamérica.

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