El catalán que fue el primero en publicar 'Cien años de soledad'
Antoni López Llausàs replicó a Argentina el negocio de editor y librero que había creado en Cataluña antes de la Guerra Civil
Si caminamos por la ronda de Sant Pere, frente a los grandes almacenes del triángulo verde, cuando pasamos por el número 3 veremos que hay un establecimiento de comida rápida de una gran cadena norteamericana. Esto es así hoy, pero durante muchas décadas en este mismo local podíamos encontrar la que quizás ha sido la librería más conocida de la capital catalana: la Catalònia, que estuvo entre 1931 y 2013. Antes, desde 1924, había sido ubicada a no mucha distancia de allí, en la esquina de la plaza de Catalunya donde hoy propiedad del acaudalado Joan Pich i Pon.
- 1888-1979
El artífice de la Catalònia fue el editor Antoni López Llausàs, abogado de formación y miembro de una estirpe de editores y libreros barceloneses que, entre otras iniciativas, habían fundado las revistas satíricas La Esquella de la Torratxa y La Campana de Gracia. Tras trabajar durante un tiempo en la oficina de Barcelona de la agencia publicitaria Havas, sus primeros pasos en el mundo de las publicaciones los dio como impresor, tras independizarse de los negocios familiares. En 1921 publicó la obra La evolución y los principios inmutables, del filósofo Francesc Pujols, y un año más tarde se adhirió a la iniciativa de Francesc Cambó de publicar grandes clásicos en catalán, que tomó forma mediante la Fundació Bernat Metge (de hecho, acabó adquiriendo Editorial Catalana, el sello encargado de sacar al mercado esta colección de clásicos). Como decíamos desde el principio, en 1924 abrió la Catalònia, que tenía la vocación de ser la librería más importante de la ciudad en lengua catalana. No cabe duda de que en la década de los años veinte, López Llausàs se había convertido ya en un pilar de letras catalanas y prueba de ello es que parece que fue precisamente él quien influyó para que el día del libro se celebrase por Sant Jordi, en vez de celebrarse en octubre como era costumbre. Justo antes de terminar la década de los veinte, presidió el Rotary Club de Barcelona, una entidad en la que coincidió con el artista y empresario Josep Maria Roviralta Alemany (fundador de Uralita, SA) y con el escritor Carles Soldevila.
Antes de la Guerra Civil, todavía se implicó en la creación de las revistas Imágenes, De aquí y de allí y El Cordero Negro y, sobre todo, editó el Diccionario general de la lengua catalana, de Pompeu Fabra. Cuando estalló el conflicto bélico, y bajo el riesgo de ser perseguido por unos y otros, se fue a París y finalmente se estableció en Argentina, donde le encargaron dirigir la Editorial Sudamericana. La persona clave para que López Llausàs acabara encabezando la compañía fue Rafael Vehils Grau, un hombre de Francisco Cambó en Chade (Compañía Hispano Americana de Electricidad) al que había conocido durante su breve exilio en París. En esta firma hizo equipo con Julián Urgoiti, miembro de la familia fundadora de Papelera Española, de la editorial Calpe y del diario El Sol. En este punto comienza la segunda etapa de su vida.
En la capital argentina repitió la estrategia que había utilizado en Catalunya, en el sentido de ejercer tanto de editor como de librero, porque al poco tiempo de estar adquirió una librería importante del centro de la ciudad. Los resultados no tardaron en comprobarse: había cogido a Editorial Sudamericana en una situación muy precaria y pocos años después ya era un negocio muy rentable. La nómina de autores que publicó es extraordinaria: William Faulkner, Virginia Woolf, William Somerset Maugham, John Steinbeck, Graham Greene, André Malraux, Simone de Beauvoir, Hermann Hesse y Ernest Hemingway, entre otros. También fue el primero en publicar Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, después de que la editorial catalana Seix Barral hubiera renunciado a hacerlo. Fruto del éxito, en 1946 creó un nuevo sello, Edhasa (Editora y Distribuidora Hispanoamericana, SA), que tenía su sede en Barcelona y que López Llausàs dirigía a distancia. Esta nueva editorial fue la puerta de entrada a la Península de la literatura del boom latinoamericano de los sesenta y setenta.
Con el paso de las décadas —durante cuarenta años encabezó Editorial Sudamericana— López Llausàs fue adquiriendo acciones de la empresa hasta ser uno de sus principales propietarios. En la década de los sesenta intentó jubilarse, pero la muerte súbita de su hijo, en 1965, le obligó a tomar de nuevo las riendas del negocio. Por último, fue su nieta Gloria López Llovet, quien le sucedió.