El sistema de pensiones: un debate inaplazable
Sé que este posicionamiento va a generar críticas, pero como sociedad debemos afrontar una realidad incómoda: el sistema de pensiones no es sostenible. En 2025 más del 40% del presupuesto del Estado se ha destinado al pago de las pensiones y, sin embargo, ha sido necesario recurrir a un préstamo para hacer frente a las dos pagas de diciembre. Vivimos en un déficit estructural y permanente. Y lejos de detenerse, el gasto continuará al alza: ya se ha anunciado que las pensiones subirán un 2,7% en el 2026.
¿Cómo se financian las pensiones? Con lo que el Estado recauda cada mes a través de los impuestos de las personas que trabajan. Dicho de otro modo, el desequilibrio actual sólo se puede corregir de dos formas: reduciendo el gasto (recortando pensiones) o aumentando los ingresos (subiendo impuestos). Y como las pensiones no sólo no se recortan, sino que aumentan año tras año, la única salida real es incrementar la presión fiscal sobre la población activa.
En la nómina aparece ya, además del IRPF y otras cotizaciones, el llamado impuesto de solidaridad intergeneracional –un nombre amable–, que crece cada año y que en el 2026 alcanzará el 0,9%.
El problema de fondo es evidente: con los ingresos actuales de las personas trabajadoras ya no es suficiente para sostener el sistema. Hacen falta impuestos extraordinarios para tapar el agujero y, sin embargo, debe recurrirse al endeudamiento puntual para cumplir con los pagos. Y si proyectamos esta situación a medio plazo, el escenario es aún más inquietante. En 10 o 15 años, con el envejecimiento acelerado de la población, habrá más personas jubiladas que en edad de trabajar. Si hoy ya dedicamos cerca del 40% del presupuesto a pensiones, ¿qué porcentaje deberemos destinar entonces? Y, sobre todo, ¿quién va a pagarlo? Todo apunta a que el sistema, tal y como está concebido, camina hacia el colapso.
